Con la fe reflejada en sus rostros, miles de feligreses compraron desde ayer sus ramos de olivo para participar en las misas del Domingo de Ramos, la máxima celebración del cristianismo católico con la que arranca la Semana Santa.
Las principales iglesias católicas de la capital lucían abarrotadas de vendedores y compradores de los famosos “palmitos”, traídos del interior del país, como Sabanagrande, al sur de la capital.
Los artesanos del rubro aprovechan también para confeccionar ramos y cruces de madera, forradas con el mismo material de las palmas, a precios que van desde los 10 lempiras, según la cantidad y el tamaño del pedido.
De este modo, ningún católico se queda sin llevar su ramito a la misa de este día para que el sacerdote los bendiga con agua y conservarlos, luego, en sus casas, oficinas y vehículos particulares como signo de su fe.