“BELLO –mensaje de la nieta sobre el editorial reseñando los arquetipos en El Alquimista– me recuerda mucho la vibra de El Principito: lo más importante siempre es lo que no vemos”. Se refiere a los valores intangibles sobre los que hemos escrito muchas veces, alejándonos del incendiario bullicio político de la agitada vida cotidiana que mantiene angustiado al amable público –enmarañado en problemas de soluciones que nunca llegan– trémulo y en zozobra añorando paz; preguntándose ¿si todo este acoso al CNE no será premonitorio de alguna calamidad a la frágil democracia que aún nos queda? Pasando a la literatura, –apetecida en el colectivo como terapia oportuna a los que todavía leen, para no ser vergüenza del montón– abordamos la inquietud sobre la referida novela. (“Maravilloso –mensaje del ilustrado columnista del periódico– en lo personal creo que es el único libro de Coelho que vale la pena leer”).
Empecemos –asistidos por la IA– auscultando ¿si hay algún paralelismo o inspiración de alguno de los autores, de una u otra obra? “El Principito” data del año 1943, antes que saliera a luz pública “El Alquimista”, en 1988. Más bien Coelho ha reconocido influencias de la psicología de los complejos de Carl Gustav Jung, y tradiciones místicas. “Difícil inducir si hubo influencia de lo escrito por Saint-Exupéry. Diríamos que “ambos recurren a arquetipos universales (el viaje, el mentor, la búsqueda de sentido) presentes en filosofías globales”. Ambos exploran temas de la existencia y del espíritu entre metáforas y relatos alegóricos. “La intuición, las verdades invisibles y el propósito existencial sugieren un linaje común en la literatura humanista y espiritual (sufismo, existencialismo)”. Saint-Exupéry se enfoca en el amor; Coelho, en el destino, reflejando miradas culturales distintas: humanismo posguerra versus espiritualidad de la “Nueva Época”. Ejemplos. El Principito: “Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos”. (El zorro enseña al principito que el amor y la conexión trascienden las apariencias). El Alquimista: “Escucha a tu corazón. Él conoce todas las cosas”. (El joven pastor aprende a confiar en su intuición para alcanzar su «Leyenda Personal»). Mientras Saint-Exupéry enfatiza “la claridad emocional en las relaciones, Coelho se centra en la sabiduría interior como herramienta para la autorrealización”. “Un rechazo del materialismo de ambos, con fines distintos, uno enfocado en el amor y el otro en el destino”. El Principito: “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”. (El zorro enseña que las relaciones requieren compromiso y cuidado mutuo). El Alquimista: “Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que lo realices”. (El universo asiste a quienes persiguen su camino verdadero). “Saint-Exupéry relaciona la responsabilidad a los vínculos humanos; Coelho habla de una interconexión cósmica al servicio de metas individuales”.
(A mí –entra el Sisimite– me llena el contraste entre “la sabiduría infantil y la simplicidad espiritual”. -“Todos los adultos –cita Winston– fueron primero niños; pero pocos lo recuerdan”. (El Principito: “Una crítica a la pérdida de imaginación y asombro en los adultos”). “El secreto de la felicidad es ver todas las maravillas del mundo y no olvidar las gotas de aceite en la cuchara”. (El Alquimista: “El equilibrio de los sueños con la conciencia práctica”). -O sea –vuelve el Sisimite– ambos advierten “contra perder la inocencia”. “Coelho añade una prevención sobre no descuidar la realidad, mientras Saint-Exupéry idealiza la perspectiva infantil”. -“Sin duda –concluye Winston– hay paralelos en su examen de verdades intangibles”. Solo que bajo lentes de colores distintos. “Coelho ofrece un camino visionario a la autorrealización. Saint-Exupéry critica la alienación moderna con melancolía poética”. “Son obras atemporales articulando lo inefable, ya sea, una rosa solitaria que con la ausencia se aprecia, abandonada en un asteroide, o el viaje de un pastor buscando su tesoro”).