Marie Iljašenko (1983)
Nacida en Kyiv, poeta y traductora checa de origen ucraniano. Debutó en 2015 con el libro
Osip míří na jih (Osip dirige al sur, Host) nominadao al premio Magnesia Litera, la segunda entrega Sv. Outdoor (San Outdoor, Host) se publicó en 2019. Fue nominada a varios premios por sus poemas. Estos poemas fueron publicados en varias antologías extranjeras, incluida la antología De sombra y terciopelo: Diecisiete poetas checas (1963-1988) de Elena Buixaderas. También escribe prosa corta y ensayos, traduce principalmente poesía contemporánea del polaco y ucraniano. Trabaja como editora, vive en Praga.
La traducción es de Klára Goldstein.
Escarcha y sol
Intento levantarme pero caigo a cuatro patas
El cuerpo no me obedece igual que en el primer momento:
Entonces quise mostrar los colmillos, rugir, gritar,
pero luego se me ocurrió que probablemente el sol estaba cayendo sobre el suelo.
Un sol que no puedes cazar
y del que solo huyes.
Pero no tuve tiempo de escapar, y cuando se rompió en mil pedazos,
su resplandor y su rugido me inmovilizaron en el suelo:
Quise levantarme, pero una y otra vez caí al suelo,
porque la tierra temblaba. Entre el lugar donde ardía el campo
y mi recinto no había un solo árbol.
No podía apartar el olor a fuego y metal de mis fosas nasales.
Ni siquiera un rugido salió de mi cabeza, no importa lo mucho que lo intentase.
Todo lo que pude hacer fue tumbarme en el suelo y temblar junto con toda la tierra.
Junto con la gente y llorar. Eso es lo que experimenté yo, la leona Juno,
cuando Kiev fue atacado con misiles alados en invierno.
Nadie puede predecir todavía su caída.
Pavo real
No confíes en los humanos. Plantaron los jardines en los que vivimos para su propio placer,
podaron los árboles para que le recordasen el firmamento,
expulsaron a todos los seres vivos excepto a unas pocas pavillas.
Hoy en día rara vez se ven figuras con cuernos y faunos,
los humanos evitan cualquier cosa que les moleste.
Consideran que el color azul es raro,
no saben nada de jugar con la luz, llaman al tiempo dorado el tiempo oscuro,
cuando ellos mismos llevaban fajines y coronas, doradas y blancas a lo polichinella .
Los ricos entonces servían a la belleza y los pobres la admiraban,
sólo vistieron de azul las estatuas de sus madonas.
La ciudad entonces nos pertenecía: volábamos adonde queríamos,
caminando por las calles y cantando hermosas canciones
para alegría de todos los transeúntes.
Pero los humanos tenían envidia de nosotros, por eso empezaron a llamar grito a nuestro canto.
Y no pararon hasta que la asamblea se reuniese en el ayuntamiento.
Los concejales de Praga aprobaron ese día la infame ley:
Cortar las alas de todos los pavos reales y mantenerlos dentro de los límites de los jardines
junto con pavillas y faunos.
Entonces, en 1740 perdimos nuestra libertad, nuestras alas, nuestras canciones,
sólo nos quedan los ojos azules en las colas. Fue entonces cuando comenzó la edad oscura.
Grajilla en el metro
Ha pasado medio año desde que los rescatistas lo sacaron del subsuelo
un pájaro que vivió allí durante varias semanas.
Se dejó alimentar con bocadillos, se quedó dormido en las cornisas,
poco a poco se estaba convirtiendo en una star
y ya conocía de memoria el horario de la línia roja.
Se fue volando, pero dejó una frase
en el web de la ambulancia,
en la que no puedo dejar de pensar:
Yo, la grajilla de la parada de metro Kobylisy, ya no estoy aquí.
«No estoy» plantea la mayoría de las preguntas:
Si me defino por donde estoy, ¿qué pasa
cuando salgo del lugar? ¿Dejaré de estarlo? ¿Dejaré de ser yo mismo?
¿O llevaré mi parada de metro dentro de mí, hacia otro lugar, para siempre?
¿Cuánto tiempo seguiré siendo irlandés en Estados Unidos? ¿Cuánto tiempo seré turco en Berlín?
¿Y todavía importa?
Y luego: ¿bajo qué circunstancias puedo llamar a algo «aquí»
cuando ya estoy en otro lugar? ¿Y cómo «aquí» se convierte en «allí»?
¿Está el proceso de desplazamiento más relacionado con el tiempo o el espacio?
Entonces, ¿dónde estoy cuando no estoy en el metro?
¿Bajo el cielo, en el aire, sobre las vías del tranvía?
En bandada sobre el parque, sobre el río.
Estoy en otra parte, de manera diferente.
Los rescatistas trabajaron en el caso durante muchos días,
hicieron bien su trabajo.
No querían lastimar a nadie con esa frase irreflexiva.
La grajilla de la parada Kobylisy ya no está aquí,
pero dejó tantas preguntas.
Halcones con vestido primaveral
Fotografié un fenómeno frecuente este año, no se puede llamar de otra manera
que los besitos de las crías de halcón con vestido primaveral.
No tenía nada que ver con la comida.
También vi un par de cuervos besándose,
solo ellos dos volaron hacia nuestra ventana para una cita,
y un camachuelo besando a su hembra.
El rojo saturado y el lila secándose
en las barriguillas
se fusionaron por un momento.
Según los libros, la sobornó con semillas,
pero el nuestro no lo hizo.
Y la literatura profesional no sabe cómo abordarlo:
los besitos le parecen demasiado tiernos y sin sentido
y problemáticos para la naturaleza tal como la conocemos.
Plantas que vivieron en la galería
Esta es la historia de quienes huyeron de la guerra:
el delgado ficus mudo como una lira rota, la monstera como un querubín empobrecido,
que perdió todas menos las tres últimas alas.
Las demás también están desarraigadas y sus troncos y tallos soportan el peso de sus cuerpos por pura necesidad.
Me las imagino viajando desde Kherson, Saltivka, Dnipro
en una furgoneta parecida a esa con la que un compañero lleva cuadros a la galería donde trabajo,
plantas de jardínes infantiles y de policlínicas, de oficinas cerradas: sedientas,
salpicadas de yeso que volaba de las paredes cuando
el cohete cayó al suelo.
Hubo una explosión, haciendo vibrar el aire, los nervios y las células
en personas, animales y plantas: a nadie le pasó nada,
pero muchos dijeron que ese día debían irse.
Una artista se decidió por las plantas: se las lleva consigo
para mostrar con su ejemplo lo que causa la guerra.
Los ucranianos creen que las plantas tienen alma,
verbaliza la curadora al pie de la letra, esta es medicinal y este es un cactus,
esta perdio a toda su familia, si se trata de esta, echa de menos
las grandes ventanas de la escuela secundaria de arte
y este Corazón sangrante, según todas las cuentas, tiene el
corazón roto.
Erizos tardíos
Al final del verano el aire se satura de lluvia
con varios olores y de muchas incertidumbres
y para lo que teníamos un nombre claro
cambia repentinamente de color.
Entramos en septiembre con los erizos en la mente,
los acariciamos sin miedo a las espinas.
Pensamos que antes de que ellos entren en nuestro sueño en noviembre,
se les deben de caer los dientes de leche.
Es probable que los erizos del tamaño del mango, la toronja y el pimiento
sobrevivan al invierno,
los erizos del tamaño de limón o del kiwi
necesitarán nuestra ayuda:
son demasiado pequeños y huelen demasiado a frutas exóticas.
Temporada de caza
A Gary Snyder
Una vez al año, los faisanes cazan seres humanos.
Hacen cosas que atraen a la gente de manera irresistible:
luego todos eligen uno, el faisán dispara al hombre,
entonces se ve obligado a desplumarlo, llevárselo a casa y comerlo.
Así se mete un faisán dentro del hombre, vive en él,
espera y se esconde en él, pero uno no lo sabe.
Cuando muchos faisanes se adentran en muchos hombres,
de repente atacan.
Las personas que no lleven un faisán adentro se sorprenderán mucho.
Y todo cambia un poco: a esto se le llama vuelco interno.
en la que no puedo dejar de pensar:
Yo, la grajilla de la parada de metro Kobylisy, ya no estoy aquí.
«No estoy» plantea la mayoría de las preguntas:
Si me defino por donde estoy, ¿qué pasa
cuando salgo del lugar? ¿Dejaré de estarlo? ¿Dejaré de ser yo mismo?
¿O llevaré mi parada de metro dentro de mí, hacia otro lugar, para siempre?
¿Cuánto tiempo seguiré siendo irlandés en Estados Unidos? ¿Cuánto tiempo seré turco en Berlín?
¿Y todavía importa?
Y luego: ¿bajo qué circunstancias puedo llamar a algo «aquí»
cuando ya estoy en otro lugar? ¿Y cómo «aquí» se convierte en «allí»?
¿Está el proceso de desplazamiento más relacionado con el tiempo o el espacio?
Entonces, ¿dónde estoy cuando no estoy en el metro?
¿Bajo el cielo, en el aire, sobre las vías del tranvía?
En bandada sobre el parque, sobre el río.
Estoy en otra parte, de manera diferente.
Los rescatistas trabajaron en el caso durante muchos días,
hicieron bien su trabajo.
No querían lastimar a nadie con esa frase irreflexiva.
La grajilla de la parada Kobylisy ya no está aquí,
pero dejó tantas preguntas.
Halcones con vestido primaveral
Fotografié un fenómeno frecuente este año, no se puede llamar de otra manera
que los besitos de las crías de halcón con vestido primaveral.
No tenía nada que ver con la comida.
También vi un par de cuervos besándose,
solo ellos dos volaron hacia nuestra ventana para una cita,
y un camachuelo besando a su hembra.
El rojo saturado y el lila secándose
en las barriguillas
se fusionaron por un momento.
Según los libros, la sobornó con semillas,
pero el nuestro no lo hizo.
Y la literatura profesional no sabe cómo abordarlo:
los besitos le parecen demasiado tiernos y sin sentido
y problemáticos para la naturaleza tal como la conocemos.
Plantas que vivieron en la galería
Esta es la historia de quienes huyeron de la guerra:
el delgado ficus mudo como una lira rota, la monstera como un querubín empobrecido,
que perdió todas menos las tres últimas alas.
Las demás también están desarraigadas y sus troncos y tallos soportan el peso de sus cuerpos por pura necesidad.
Me las imagino viajando desde Kherson, Saltivka, Dnipro
en una furgoneta parecida a esa con la que un compañero lleva cuadros a la galería donde trabajo,
plantas de jardínes infantiles y de policlínicas, de oficinas cerradas: sedientas,
salpicadas de yeso que volaba de las paredes cuando
el cohete cayó al suelo.
Hubo una explosión, haciendo vibrar el aire, los nervios y las células
en personas, animales y plantas: a nadie le pasó nada,
pero muchos dijeron que ese día debían irse.
Una artista se decidió por las plantas: se las lleva consigo
para mostrar con su ejemplo lo que causa la guerra.
Los ucranianos creen que las plantas tienen alma,
verbaliza la curadora al pie de la letra, esta es medicinal y este es un cactus,
esta perdio a toda su familia, si se trata de esta, echa de menos
las grandes ventanas de la escuela secundaria de arte
y este Corazón sangrante, según todas las cuentas, tiene el
corazón roto.
Erizos tardíos
Al final del verano el aire se satura de lluvia
con varios olores y de muchas incertidumbres
y para lo que teníamos un nombre claro
cambia repentinamente de color.
Entramos en septiembre con los erizos en la mente,
los acariciamos sin miedo a las espinas.
Pensamos que antes de que ellos entren en nuestro sueño en noviembre,
se les deben de caer los dientes de leche.
Es probable que los erizos del tamaño del mango, la toronja y el pimiento
sobrevivan al invierno,
los erizos del tamaño de limón o del kiwi
necesitarán nuestra ayuda:
son demasiado pequeños y huelen demasiado a frutas exóticas.
Temporada de caza
A Gary Snyder
Una vez al año, los faisanes cazan seres humanos.
Hacen cosas que atraen a la gente de manera irresistible:
luego todos eligen uno, el faisán dispara al hombre,
entonces se ve obligado a desplumarlo, llevárselo a casa y comerlo.
Así se mete un faisán dentro del hombre, vive en él,
espera y se esconde en él, pero uno no lo sabe.
Cuando muchos faisanes se adentran en muchos hombres,
de repente atacan.
Las personas que no lleven un faisán adentro se sorprenderán mucho.
Y todo cambia un poco: a esto se le llama vuelco interno.