El título alusivo al artículo es como todos saben un juego de manos en el que existen tres elementos: la piedra, que vence a la tijera rompiéndola, la tijera, que vence al papel cortándolo, y el papel, que vence a la piedra envolviéndola, dando lugar a un círculo o ciclo cerrado, que caracteriza al juego. Se utiliza con mucha frecuencia para decidir quién de dos personas hará algo, tal y como se hace a veces usando una moneda, o para dirimir algún asunto. A manera de metáfora, en Honduras estamos viviendo una peligrosa zozobra política preguntándonos si en noviembre se practicarán o no las elecciones programadas.
El motivo principal para crear esta incertidumbre radica en varias razones de peso. En primer lugar, la crispación social que se vive con dos fuerzas irreconciliables situadas en las antípodas: por un lado, los amantes de la libertad y la democracia que deseamos acudir masivamente a las urnas, buscando dar con nuestro voto, un cambio sustancial en el ejercicio del poder político, y por otro, están todos aquellos que pregonan los principios más radicales del socialismo del siglo XXI, y que tienen en los regímenes dictatoriales de Cuba, Venezuela y Nicaragua, sus modelos incondicionales a seguir.
En segundo lugar, la crisis generada a partir de los bochornosos sucesos de las pasadas elecciones internas, despiertan una gran inquietud en el conglomerado social que advierte un boicot en estos procesos electorales, donde se intenta a toda costa desviar la atención de la trama principal para proteger a los verdaderos responsables de este delito electoral, lo cual debería ser una tarea inmediata de investigación por parte del Ministerio Público, un ente del Estado que todos esperaríamos que fuese imparcial y no a la orden de nadie.
El trastorno creado el pasado domingo 9 de marzo, pudo salvarse en gran medida, gracias al estoicismo y compromiso democrático que demostraron miles de hondureños que iban y volvían hasta 3 y 4 veces, o bien aquellos otros que se las vieron con sacrificio para permanecer en los centros de votación donde las maletas electorales “extraviadas” comenzaron a llegar después de las 7 pm. Y muchísimos, por supuesto, terminaron ejerciendo el sufragio pasada las 12 de la medianoche. Y no digamos aquellos otros hondureños que acudieron a votar hasta el siguiente domingo 16 en dos centros de votación que habían quedado originalmente en el limbo.
Con ello quedó demostrado la vocación pacifista y democrática del pueblo hondureño que reclama para noviembre elecciones libres y transparentes, donde gane en buena lid el partido y candidato que en forma limpia obtenga el favor de las grandes mayorías. No queremos mandracadas, ni mucho menos que se nos coarte nuestro sagrado derecho de elegir y ser electos, dando al traste con la convocatoria a dichos comicios.
J.J. Pérez López.
Barrio El Manchén.
Tegucigalpa, M.D.C.