Por: Jairo Núñez
La infraestructura en el departamento de Atlántida ha sido objeto de múltiples promesas por parte de las autoridades. Sin embargo, mientras el ministro de la Secretaría de Infraestructura y Transporte (SIT), Octavio Pineda, se enfoca en presentar querellas contra figuras políticas como Salvador Nasralla —en plena época electoral—, la población sigue esperando soluciones reales. La querella fue desestimada por el Ministerio Público por falta de competencia; precisamente la misma competencia que carece el ministro para cumplir con los compromisos adquiridos con la ciudadanía. La construcción del puente Saopín sigue estancada, y con ella, también el desarrollo de toda una región.
En algún momento consideré a Pineda como el mejor funcionario de este gobierno. Al inicio se mostró prudente, responsable y alejado del fanatismo político. Sin embargo, esa imagen se ha desdibujado con cada promesa incumplida y cada declaración vacía. El pueblo necesita obras, no excusas ni distracciones mediáticas. La desestimación de su querella debería servir como un llamado urgente: las verdaderas prioridades de un servidor público deben ser las acciones concretas, no las peleas políticas estériles.
Hoy La Ceiba vive un caos vial permanente. Cruzar el río Cangrejal puede tomar hasta dos horas en las horas pico. A diario ocurren accidentes por la impaciencia, el estrés y la desesperación que provoca el embotellamiento. Las calles están deterioradas, la carretera CA-13 se desmorona, y la falta de planificación mantiene a Atlántida atrapada en un ciclo de abandono que ningún discurso logra disimular.
El puente Saopín, construido en 1976 durante el gobierno de Oswaldo López Arellano y finalizado bajo la administración de Juan Alberto Melgar Castro, ha sido un símbolo de resiliencia, pero también del descuido estatal. Originalmente diseñado con una longitud de 150 metros, fue ampliado a 292 tras una tormenta que dañó sus cabezales. En noviembre de 2020, las tormentas Eta e Iota provocaron el colapso de una de sus pilastras, lo que provocó la caída de dos losas. La reparación inició en enero de 2021 y concluyó en abril del mismo año: cuatro meses bastaron para devolver la conectividad a una zona clave para el litoral atlántico.
Hoy, bajo la administración actual, han pasado más de seis meses desde que la tormenta tropical Sara causó el colapso de una sección de 30 metros del mismo puente, dejando incomunicadas a varias comunidades. ¿Y los avances? Poco o nada significativos. La paciencia de los ceibeños se agota con cada día que pasa, mientras el gobierno se enreda en promesas huecas y propuestas técnicas que rozan lo absurdo.
Uno de los ejemplos más desconcertantes y absurdos ha sido el anuncio de construir un puente de cuatro carriles en un tramo donde la carretera apenas permite dos. Ni siquiera reubicándolo 30 metros abajo como han dicho, sería viable. Para hacerlo, habría que expropiar propiedades, ampliar calles inexistentes, invertir sumas astronómicas y provocar un cuello de botella aún mayor. Técnicamente inviable, financieramente innecesario y socialmente desconectado de la realidad. Una propuesta que no resuelve nada y que más bien parece una burla para una población que ya ha perdido demasiado.
¿Qué es lo que realmente necesita La Ceiba? Un puente funcional, seguro, de dos carriles bien estructurados, con accesos ordenados y señalización adecuada. No se trata de megaproyectos fantasiosos que solo terminan engavetados o convertidos en elefantes blancos. Se trata de priorizar lo urgente, lo útil y lo justo. Y después un tercer puente a la altura del CREDIA. Y es que este puente no es solo una estructura de concreto; es la arteria principal que conecta el centro de la ciudad con su zona este, con comunidades, centros educativos, negocios y hospitales. Su ausencia funcional representa más que un retraso: significa riesgos diarios, pérdidas económicas y una calidad de vida deteriorada.
Pero esta historia aún no está escrita en piedra. Si este gobierno no tiene la voluntad ni la capacidad para saldar su deuda con Atlántida, que no le quepa duda: el próximo sí lo hará. Porque los pueblos que insisten, resisten. Y cuando un pueblo despierta, ni el olvido ni la indiferencia logran detenerlo. Hoy pedimos un puente, sí, pero lo que realmente exigimos es respeto, justicia territorial y dignidad para esta región históricamente postergada. Que el puente Saopín no se convierta en otro monumento al abandono.
La Ceiba, sus ciudadanos, sus trabajadores, sus estudiantes y sus comerciantes no pueden ni deben seguir atrapados en promesas vacías. Si no es este gobierno, será el siguiente. Si no es Octavio Pineda, será alguien más. Porque los puentes no solo conectan orillas, también conectan voluntades. Y cuando el pueblo decide avanzar, ningún gobierno sin compromiso puede detenerlo. Ministro Pineda: si no puede cumplir sus promesas, lo más honorable de un verdadero hombre es hacerse a un lado.