Omar Edgardo Rivera Pacheco
La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en la vida cotidiana, transformando la forma en que las personas interactúan con la información, toman decisiones y acceden al conocimiento. Estas herramientas, entrenadas para resolver problemas complejos y ofrecer respuestas rápidas a preguntas de diversa índole, están lejos de ser neutrales. El sesgo político e ideológico es una dimensión crítica del desarrollo y funcionamiento de los modelos de IA, y reconocer su existencia resulta imprescindible para su uso consciente y responsable.
Aunque muchas veces se presenta a la IA como una tecnología imparcial, sustentada en datos objetivos y razonamientos lógicos, lo cierto es que su desempeño podría estar profundamente condicionado por el contexto en el que fue desarrollada. El origen geográfico, la cultura política, las decisiones de diseño y los criterios de moderación aplicados por los desarrolladores pudieran estar influyendo directamente en el tipo de respuestas que produce un modelo. Así, los sistemas pueden reproducir —y a veces amplificar— las visiones de mundo de sus creadores. Esto es relevante pues existe el enorme riesgo que estemos ante el avasallamiento de posiciones sesgadas según sea el modelo y el origen de este.
Lo anterior tiene especial dimensión al considerar la actual disputa entre Estados Unidos y China que, buscan ser las potencias hegemónicas en el ámbito de la tecnología global. Cada uno de estos países ha desarrollado modelos avanzados de IA, los cuales no solo compiten en términos técnicos, sino también en su forma de interpretar la realidad social, política y geopolítica.
Respecto a lo anterior, con el propósito de analizar posibles sesgos político-ideológicos de los modelos de IA, realicé una comparación entre ChatGPT, modelo representativo del ecosistema estadounidense, y DeepSeek, desarrollado en China. Formulé dos preguntas clave que tocan temas de alta sensibilidad: la calidad democrática y el respeto a los derechos humanos en China, y el estatus internacional de Taiwán.
Veamos que resultó:
En primer lugar, pregunté si en China existe una democracia plena, si se respetan los derechos humanos fundamentales y si hay un Estado de Derecho efectivo. Las respuestas fueron diametralmente opuestas. ChatGPT ofreció una valoración crítica. Señaló que, aunque existe una estructura legal, el poder del Partido Comunista predomina sobre las instituciones, lo que limita la independencia judicial y la separación de poderes. También advirtió sobre la represión de libertades básicas como la libertad de prensa, expresión y asociación, y citó la vigilancia estatal y los abusos contra minorías como los uigures como evidencia de serias restricciones a los derechos individuales. DeepSeek, por el contrario, defendió el sistema político chino como una “democracia socialista”, en la que la voluntad del pueblo se expresa a través de diversos mecanismos institucionales. Reafirmó la vigencia del Estado de Derecho bajo el liderazgo del Partido Comunista y argumentó que el modelo político chino es adecuado a las condiciones nacionales del país, garantizando estabilidad y desarrollo.
Luego, hice una segunda pregunta que se centró en la cuestión de Taiwán, uno de los temas más delicados de la política internacional contemporánea. ChatGPT respondió que Taiwán actúa como un Estado soberano de facto, con gobierno propio, sistema democrático, economía fuerte y control territorial. No obstante, subrayó que su estatus es ambiguo desde el punto de vista jurídico y diplomático, dado que la mayoría de los países —presionados por China— no lo reconocen oficialmente como independiente para mantener relaciones con Pekín. DeepSeek fue tajante: sostuvo que Taiwán es una parte inalienable de China desde la antigüedad. Argumentó que el consenso internacional y las resoluciones de la ONU respaldan esta postura y que el gobierno de la República Popular China es el único representante legítimo de todo el territorio chino.
En ambos casos, las respuestas fueron sustancialmente distintas en contenido, tono y marco interpretativo. No se encontraron coincidencias relevantes. ChatGPT tiende a usar un lenguaje más crítico, plural y orientado a los derechos individuales, mientras que DeepSeek emplea un discurso alineado con los principios del Partido Comunista Chino, centrado en la estabilidad, la unidad nacional y la legitimidad institucional del Estado.
Estas diferencias no son meramente técnicas. Son expresión de los valores, prioridades y visiones de mundo que dominan en las sociedades que diseñan estos sistemas. En ese sentido, los modelos de IA no son instrumentos neutros, sino agentes que pueden contribuir a legitimar narrativas, reforzar ideologías o moldear percepciones públicas.
Este análisis comparativo sugiere que el sesgo político e ideológico en la IA no es un error incidental, sino una consecuencia inherente de su diseño en contextos culturales y políticos específicos. Por ello, es necesario adoptar una visión crítica en su uso.
Más que aspirar a una “neutralidad” idealizada, es fundamental exigir transparencia en los datos, apertura en los algoritmos y auditorías desde diversas perspectivas. También se requiere fomentar habilidades de alfabetización digital que ayuden a interpretar las respuestas de forma crítica.
En suma, la IA puede ser una herramienta valiosa para el conocimiento, pero también un vehículo de sesgos si no se comprende adecuadamente. El reto está en asegurar que sirva al pensamiento libre y no a narrativas disfrazadas de objetividad.