¿LA PRIMERA RESACA?

“QUÉ pieza más sentida la de hoy –mensaje del amigo fundador del colectivo– “La Puerta”, querido Presidente”. “Recuerdo, como si fuera ayer, la historia del valiente damnificado que en su tribulación por haber perdido todo encuentra la puerta de su casa en aquel lodazal y aceptando la voluntad de Dios envía al mundo un mensaje de fe y de la voluntad inquebrantable del hondureño de no dejarse vencer y luchar hasta el final en la adversidad”. “Winston es un maestro y sabe cuándo es el momento de guardar silencio y cuándo poner la cereza al pastel con la última palabra”. Alusivo al cierre: (-Ya, ya –suspira el Sisimite– no más palabras, estamos igual a los políticos que no sabemos cuándo parar de hablar. -Es un pleito –ironiza Winston– por quién tiene la última palabra. Y como yo la tengo, mejor volvamos a leer ese hermoso cuento de “La Puerta”, que lo dice todo).

“Siguiendo con la historia –mensaje del lector amigo– también junto con mi abuelo acostumbraban ir a bañarse al río, no como paseo más bien porque en Choloma en los años treinta, el servicio de agua potable no existía. Las carreras de cinta eran muy populares en Choloma, también. Sobre todo, en las ferias y festejos. Mi padre siempre participaba en ellas, y fue así como en una ocasión se cayó y se golpeó la cabeza, generándole secuelas ulteriormente. Al llegar los años sesenta, mi abuelo decidió regresar a sus orígenes, llevándose a toda la familia. Pero, como todos habían nacido en Honduras, no se «hallaron allá». Además, no hablaban el idioma y lo poco que sabían no les servía, que era lo que habían aprendido de sus papás. Mi papá se regresó al año, y comenzó a trabajar por su cuenta en la compra y venta de café. Ya tenía 33 años, luego se casó. Al año se enfermó, sufrió un derrame cerebral, se recuperó, y trabajó hasta su muerte a los 62 años y 8 meses. A pesar de todo logró mucho en poco tiempo y con honradez. Yo nunca le podré igualar. Pero el motivo, la razón por la que le he escrito todo esto es porque la historia de mi abuelo y mi padre y bueno, toda mi familia, ha sido de lucha constante y muchas veces dolorosa y es esa fuerza la que me impele y que me sirve de ejemplo para avanzar en este país al que he decidido venirme. Puede ser qué de manera tardía, pero entiendo que cualquier cosa que haga aquí por insignificante que sea tendrá valor. Pintar un cuadro, escribir un cuento, comprar una propiedad, ayudar y entender al prójimo, abrazar mis nietos, caminar, correr, viajar, reír e incluso sufrir. Y tendrán valor, porque sé que, como humanos somos perecederos y lo que hagamos ahora no tendremos otra oportunidad para hacerlo; y eso es lo grande, lo que verdaderamente trascenderá”. Un columnista del diario: “Muy bonito relato Cuyamel camino a Omoa, donde desemboca la cuenca hidrográfica binacional del río Motagua que arrastra unas 5 mil toneladas de desechos sólidos en su mayoría plásticos que provienen de la ciudad de Guatemala y están contaminando el mar Caribe año con año”.  “Por eso ya la gente no está visitando esas playas y eso ya tiene pelos y es aquí que toca parar esa monumental contaminación”. “Yo soy de San Nicolás, Santa Bárbara y esos términos que usted usa hacen recordar esas tradiciones en los pueblos, donde decimos, un plato con frijoles recién cocidos, un poco de mantequilla rala, tortillas gruesecitas y un «tuco» de queso, más una rodaja de aguacate y cabal”.

(¿Sabías –entra el Sisimite– que “La Puerta”, fue el relato utilizado como epílogo del otro libro: “Los Idus de Marzo”? –Sí –responde Winston–además de Kairós también leí ese otro. Y este es otro fragmento de lo que explica el autor: “El anecdotario recopilado en este libro es lo que logramos arrebatarle a la reciente historia política de Honduras cuando, creyendo haber llegado a la orilla, la primera resaca de las olas nos condujo mar adentro. Pudimos recoger, en el reflujo, varios trozos del cuento, no todos por supuesto, que atrás quedaron flotando. Aunque fue poco –pensamos– lo recuperable. Hasta que caímos en cuenta que igual debió́ parecer durante azotó aquella endemoniada tormenta. La misma sensación debieron sentir, muchos compatriotas que atribulados lo perdieron todo, víctimas de la ingrata molida al territorio nacional, descargada por la furia de aquel diluvio bestial. Que se ensañó con nosotros para no dejar pedazo de la geografía intacto).

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