Puntos y comas de un boicot electoral

Ante todo, aclaro que en lo personal soy un liberal de ideas políticas, un convencido demócrata, que defiendo la libertad individual, la igualdad ante la ley, la separación de poderes y la tolerancia en el marco del Estado de Derecho. Trabajo en forma independiente, no creo en religiones, sino en la espiritualidad. Creo en un Ser Superior dador de vida, y en mí mismo, el resto me hace los mandados, principalmente si son politiqueros y vividores del Estado. Así mismo, soy un convencido que el partido en el gobierno no podrá ganar las elecciones de noviembre, a menos que se consume un fraude. De hecho, para triunfar, seguro echarán mano de todos los recursos que la maquinaria estatal les permita.

El asunto es intentar quedarse en el poder por todos los medios posibles. Así, las elecciones internas del 9 de marzo se consideran como una calistenia, una especie de laboratorio para el gran encuentro en las urnas en noviembre próximo, donde se juegan su permanencia y poder seguir saboreando así, las mieles del poder. Trascendental hecho que entraña múltiples privilegios y suculentas canonjías que terminan por consolidar la fortuna de unos, mientras saca a muchos otros de la vil pobreza y el anonimato, convirtiéndolos por arte de magia en la nueva clase pudiente.

En el bochorno vivido el domingo 9, de entrada, hay que decir que el CNE es un organismo colegiado y sus miembros son corresponsables por acción u omisión de tal desaguisado. Y lo mismo cabe decir de las FF.AA. que no cumplieron con los deberes que les manda la Constitución de la República, entorno a la custodia, traslado y vigilancia del material electoral a los centros de votación. Por supuesto, alguien poderoso e interesado en boicotear el proceso electoral les ordenó actuar de la manera en que lo hicieron.

Le tocaría al Ministerio Público investigar los extremos del caso, pero eso sería como aquél dicho del confesionario que dice “no se oye padre”, o, expresado de otra forma, es como pedirle peras al olmo. Está claro que, para los comicios generales, habría que tener nuevos consejeros en el CNE, y otra persona encargada al frente del instituto militar, comprometidos con la democracia y con Honduras, antes que obedecer mandatos partidistas reñidos con la voluntad popular.

Pero claro, el fastidio es que todos estos actores obedecen a intereses de partido y pasan por la designación del Congreso Nacional, que es un ente politizado, y entonces estaríamos en el mismo juego antidemocrático. Al final de cuentas, queda a los partidos de oposición ver la manera de cómo hacerles frente a tan serias amenazas que se asemejan a la Hidra de la mitología griega.

J.J. Pérez López.

Barrio El Manchén.

Tegucigalpa, M.D.C.

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