¿EN CAMPAÑA?

YA que alborotos, palabras y amenazas sobran en el ambiente como insumo para encender la mecha detonadora de la frágil democracia que aún tenemos, mal haríamos en agregar leña a lo que más bien ocupa de sosiego. Así que iniciamos la semana con lectura que nada tiene que ver con la tensa agitación que se respira. “Un poema –mensaje del poeta– de Wisława Szymborska en el Día Mundial de la Poesía: “A algunos les gusta la poesía: A algunos,/ es decir, no a todos./ Ni siquiera a los más, sino a los menos./ Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,/ y a los mismos poetas,/ serán dos de cada mil personas./ Les gusta, como también les gusta la sopa de fideos,/ como les gustan los cumplidos y el color azul,/ como les gusta la vieja bufanda,/ como les gusta salirse con la suya,/ como les gusta acariciar al perro./ La poesía,/ pero qué es la poesía./ Más de una insegura respuesta/ se ha dado a esta pregunta./ Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro/ como a un oportuno pasamanos”.

“Me animó el editorial –mensaje del amigo de SPS– a querer compartir historias con los amigos del colectivo. Hermosos momentos de mi juventud y niñez; se me vinieron a la mente similares experiencias de viajes de familia. A El Mochito, Santa Bárbara, buscando muebles de madera de artesanos que sí sabían del tema. El viaje en paila Mazda cabina sencilla primeros modelos, llegando empolvado de pies a cabeza, pero recompensa a medio camino parar y tirarse a una poza de agua templada a sacudir el polvo (tragando polvo, pero sin llegar a escupir ladrillos), otros a Copán Ruinas. Viajar hasta ese rincón tan místico, en Jeep Land Cruiser, con un chimbo de gasolina de 55 galones adentro del vehículo en asientos duros laterales, pues eran contadas las gasolineras. Cada hora tocaba abrir el chimbo para que escaparan los gases. Sin montaña rusa, solo cuestas y curvas, ya se imagina la mareada. Pero en cada viaje descubría lo bello de mi país y lo he llegado a conocer casi casi todo. Alcitrones en Siguatepeque a orilla de calle, viajando a principios de los 70 con barras de jabón por si una piedra filuda partía el tanque de gasolina del Ford Falcon. ¿Cuál aire acondicionado? Y si existían era adaptados de donde Scheib, llegaban hechos un «bloque de hielo”; vidros frontales se quebraban y se cambiaban por mica de plástico que se rayaba y no ayudaba a ver bien”. La doctora amiga: “En los tiempos de antes, previo a la existencia del celular, en los pueblos se reunía la gente al atardecer para ponerse al día con todo lo ocurrido en el día, otra forma de socializar quizás más sana que los chats”. Otro lector amigo: “Qué bonita enseñanza deja la anécdota del niño que participó con un burro en la carrera de cintas, que ganó su premio de consolación por su persistencia. Lo que debe servir para valorar la virtud de la perseverancia”.

Alusivo a la conversación de cierre: (A una feria a la que fui –relata Winston– en uno de los pueblos de acá, un niño quiso participar en la carrera de cintas, pero no tenía caballo, así que llegó montado en un burro. Cuando le tocó su turno, el burro trotó hasta donde estaba el tendido y se detuvo debajo de las cintas, negándose a moverse. El niño, que montaba chuña, le daba maceta con una varita de junco y lo espoleaba con los tobillos. Pero no hubo forma que el burrito se moviera ni para atrás ni para adelante. El auditorio estalló en carcajadas. No sin antes decidir, por aclamación, darle un premio por “el participante más persistente”. Y no fue solo premio de consolación, ya que cuando acabó la feria vimos al chigüín alejarse en su burrito con una muchacha montada al anca). (Yo estuve –entra el Sisimite– en el Festival de la Primavera, Cuzco, Perú. “Una mujer participó en una carrera de sacos usando un vestido tradicional muy ajustado. Al primer salto, el vestido se descosió en la espalda, revelando un estampado de alpacas bailando que llevaba en su ropa interior. El público la ovacionó por su ‘diseño innovador’». -Otro pueblo al que me llevaron –cuenta Winston– un caballo decidió ignorar la pista y pasearse entre el público. El jinete, no pudo controlar al caballo resabido, y no le quedó de otras que saludar a los espectadores como si fuera parte del espectáculo. La multitud aplaudió entre risas, y el caballo fue bautizado como «el político” en campaña).

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