Mario E. Fumero
Este juego de palabras, evidencian el arma democrática más poderosa que tenemos en nuestras manos como es el voto, con el cual poder sacar, el plano político, a todos aquellos candidatos que, habiendo ejercido una función de elección popular, en cualquier nivel de la política, sea botados fuera de su posición, porque no cumplieron lo prometido o porque han actuado de forma incorrecta.
Como podrán ver las dos palabras “voto” y “boto” parecen iguales, pero son diferentes. El término “” con “V” minúscula se refiere al derecho de elegir o decidir, mientras que boto con “B” mayúscula significa tirar, desechar, eliminar algo que no sirve.
Si analizamos muy bien las planillas electorales, siempre hay aspirantes a puestos políticos nuevos, y entre ellos, algunos que son viejos en política. Como somos seres pensantes, podemos evaluar a las personas que ya han estado en política. Podemos juzgar su conducta, dentro del ejercicio de sus funciones, y cuestionar su proceder, porque no cumplieron lo que prometieron, y también podemos juzgar su accionar en su estilo de vida y porque no favorecieron al pueblo. Muchas veces estos candidatos obedecen a intereses económicos que los patrocinan, y que tristemente controlan la política vernácula, comprando conciencias para beneficio propio.
Es fácil descubrir y conocer a las personas siempre y cuando tengamos la capacidad de examinar sus vidas siguiendo el parámetro dado por Jesucristo cuando dijo que “por sus frutos los conoceremos” Por lo tanto, por medio del voto tenemos la capacidad de elegir a los mejores hombres y mujeres que aspiran a puestos públicos, y poder sacar del medio a todos aquellos que no han tenido una conducta ejemplar, en este, debemos votar para botar. Por medio del voto tenemos el arma más poderosa de la democracia para sacar del medio a los gobernantes (presidentes, diputados, alcaldes etc.) que no actúan coherentemente.
Alguien afirmó cierta vez que, si no sabemos usar el voto para sacar del medio a los corruptos, nosotros somos culpables del gobierno que tenemos, o de los políticos que elegimos. Tristemente la mayoría de los votantes dentro de los sistemas democráticos se dejan llevar por la propaganda y la imagen del político que durante el periodo electoral se vuelve un benefactor, y tiende a prometer mucho, para después no cumplir nada. No sólo debemos examinar sus palabras, sino también sus hechos, y para poder ejercer un sufragio correcto, debemos discernir el voto sabiendo que en todos los partidos hay gente buenas y malas, porque como dice el refrán, “hay de todo en la viña del Señor” incluso en las iglesias, pero Dios nos ha dado la capacidad de juzgar para actuar, y nuestras decisiones se deben expresar a través del sufragio, para elegir a personas capaces que puedan conducir al país hacia la prosperidad, y si fallamos nos conducirán a la miseria.
Uno de los elementos que tenemos que considerar a la hora de juzgar a los candidatos, es si usa el discurso político sólo para desacreditar, al contrario. El peligro más grande que tenemos que analizar en todos los que aspiran a un puesto político es su forma de referirse, al contrario, y un elemento muy importante es si se exalta mucho a sí mismo, desacreditando a otros. Esto evidencia una tendencia egocéntrica que lo puede llevar a actuaciones incorrectas, porque el mejor aliado de un político para hacer corrupto es tener un ego exaltado, donde no respeta a los demás, considerándose el mejor de todos, algo que en sí ya lo debe descalificar, pues los grandes dictadores de la historia eran personas que padecían de megalomanía.
El discurso político debe ser coherente, no señalando los defectos de los demás, ni escudarse en el descrédito de otros, para exaltar su propia capacidad. Una virtud que debemos buscar en los políticos es la humildad y sencillez, así como la coherencia entre lo que dice y lo que hace. Usemos bien el voto, con inteligencia y discernimiento, y entonces, tendremos hombres y mujeres capaces que nos lleven a un futuro mejor.