Omar Edgardo Rivera Pacheco
La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en un componente central del desarrollo económico, social y tecnológico. En América Latina, su avance representa tanto una promesa como un reto. El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA), elaborado por el Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile (CENIA) en conjunto con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y otros socios estratégicos, ofrece una radiografía completa del estado actual de la IA en 19 países de la región. A través de este instrumento, no solo se identifican los avances de algunos países pioneros, sino también las profundas brechas que frenan el desarrollo de otros, como es el caso de Honduras.
El ILIA estructura su análisis en tres dimensiones fundamentales: factores habilitantes, investigación, desarrollo y adopción (I+D+A), y gobernanza. Estas categorías permiten evaluar, desde una perspectiva integral, las condiciones tecnológicas, institucionales y humanas que dan soporte al ecosistema de IA en cada país. Los factores habilitantes, por ejemplo, consideran la infraestructura tecnológica, la disponibilidad de datos y el nivel de formación del talento humano. La dimensión de I+D+A examina la producción científica, la innovación tecnológica y la incorporación de IA en diversos sectores. Finalmente, la gobernanza aborda el marco regulatorio, las políticas públicas y la capacidad institucional para dirigir un desarrollo ético y responsable de la IA.
Los resultados del ILIA 2024 son claros y, en muchos casos, preocupantes. Chile lidera el ranking regional con un puntaje de 73.07, seguido por Brasil (69.30) y Uruguay (64.98). Estos países no solo cuentan con infraestructura sólida, sino también con estrategias nacionales activas, inversión en investigación y una institucionalidad comprometida con la IA. En el otro extremo del espectro, países como Honduras, El Salvador y Guatemala presentan los puntajes más bajos, situándose en la categoría de “exploradores”. Esta clasificación refleja su bajo nivel de madurez en todos los aspectos evaluados, desde la conectividad y el acceso a dispositivos hasta la ausencia de políticas públicas integrales en materia de IA.
Honduras, en particular, ocupa la última posición en el índice, con apenas 23.73 puntos. Esta cifra revela un estado alarmante de rezago digital, con problemas estructurales graves. Según el informe que sustenta el ILIA 2024, el país presenta carencias significativas en infraestructura tecnológica, una baja penetración de servicios de banda ancha, y acceso limitado a dispositivos inteligentes. Además, la formación en competencias digitales y científicas es insuficiente, y no existe una estrategia nacional clara para promover el desarrollo y la adopción de IA. Las universidades no lideran proyectos de investigación en esta área, y el sector privado muestra escaso interés o capacidad para invertir en soluciones basadas en IA.
Este panorama representa una doble amenaza. Por un lado, Honduras corre el riesgo de quedar excluida de las dinámicas de innovación y crecimiento que ya comienzan a definir la economía del futuro. Por otro, se profundizan las desigualdades estructurales, ya que la falta de acceso a herramientas tecnológicas limita las oportunidades laborales, educativas y de desarrollo personal de la mayoría de su población. En una región donde el talento humano joven abunda, esta desconexión representa una pérdida inaceptable de potencial.
A todo lo anterior se suma la ausencia, tanto en el debate público como en las propuestas de la clase política y en la agenda gubernamental, de una reflexión seria sobre la necesidad de formular e implementar una Estrategia Nacional de IA para Honduras, cuyo objetivo sea impulsar el desarrollo responsable, inclusivo y sostenible de esta tecnología como motor de avance científico, productividad y bienestar social en el país. Esta estrategia debe estar acompañada de una gobernanza transparente, que involucre a múltiples actores, incluyendo a la sociedad civil y el sector académico.
Pero no todo está perdido. El ILIA también ofrece una hoja de ruta para transformar esta realidad. La solución no pasa únicamente por copiar modelos externos, sino por adaptar estrategias que respondan al contexto local. Honduras necesita, con urgencia, invertir en conectividad, especialmente en zonas rurales, y garantizar el acceso asequible a dispositivos y servicios digitales. Debe, además, reformar sus sistemas educativos para incorporar desde la primaria el pensamiento computacional, las habilidades digitales básicas y la alfabetización en IA. En paralelo, es fundamental fomentar la investigación aplicada en las universidades y construir alianzas con el sector privado y organismos internacionales que faciliten la transferencia tecnológica y la financiación de proyectos.
En definitiva, la IA no es un lujo ni una moda. Es una necesidad. América Latina aún está a tiempo de aprovechar esta herramienta para reducir desigualdades, mejorar la productividad y construir sociedades más justas e inclusivas. Pero ello requiere decisión política, inversión estratégica y visión de futuro. Honduras no puede seguir rezagada. Incorporarse al tren de la IA no es una opción, sino una urgencia nacional. De lo contrario, la brecha que hoy parece tecnológica, pronto será irremediablemente social.