Josué R. Álvarez
Escritor y docente
Cuatro historias componen « Perro adentro» (mimalapalabra, 2021) de Raúl López Lemus. En estos cuentos el afecto (en el sentido más amplio que pueda entenderse) se torna en unas formas extrañaso por lo menos poco usuales, a veces por la naturaleza de los personajes, a veces por las circunstancias; la rareza está expresada en decisiones, aspectos, rutinas, delirios, rabias, apegos y en acciones que van cambiando constantemente el rumbo de los acontecimientos. La narración nunca cae.
La psique de los personajes, freudianos a mi parecer, se despliega, o quizá
debería decir se desnuda en la acción pura y dura. No es necesario mencionar
los delirios cuando se los está viendo. En cada una de las historias se ex playa un travieso y acertado juego narrativo, en el que los narradores funcionan como un primer filtro de la
historia: « Para escarnio de nosotros los narradores, que deseábamos llegar de
inmediato al desenlace. N os quedamos expectantes y helados, maldiciéndolos» (pág. 31), se lee en « P erro adentro» , después de que Silvia se muerda la legua por decisión del escritor (distinto del narrador y casi un personaje) para que no dé su opinión ante la petición de su madre de que deje a Dionisio.
Mientras que en ©Una tuerca sueltaª se afirma ©Luego voltea (la mujer)
hacia el narrador y le presenta el rostro con el que quiere verse retratada:
blando y dolorido, un mechón lo parte por la mitad y lo embellece; lo demás
en la mujer está como diluido» (pág. 7 1). En este fragmento incluso el personaje parece tener conciencia del escritor y de los narradores, por lo tanto de la historia como ficción.
Cada uno de los relatos tiene una estructura que lo diferencia del resto, pero también es posible identificar que en los cuatro se está jugando a lo mismo. Hay en ©Perro adentroª un ecosistema cuyos confines están, a mi juicio, claros. Ese ecosistema se logra gracias a la consistencia narrativa, el juego con las voces, con el tiempo, pero sobre todo por el constante uso de recursos que enriquecen los relatos. Por ejemplo, hay un momento en el que se establece un muy bien logrado paralelismo entre Dionisio y Silvia: « Y a
no responden a un patrón definido, si uno de ellos amanece colérico, el otro
muestra una actitud pasiva; si Silvia se levanta aprehensiva, es el turno de
Dionisio para ponerse conversador» (pág. 31). De verdad, es necesario leer a
esa pareja por lo menos una vez en la vida.
Son, mayoritariamente, personajes que han perdido o tal vez nunca han tenido el control. Podrían llamarse, en ese sentido, trágicos. Tienen un universo que de alguna manera designa su destino. Podría hablarse del amor como tema, pero no de una manera convencional, como se suele hablar de él (plana, pura, aséptica), como si no conviviera ni
se « infectara» de las rarezas y las debilidades que nos gobiernan. Digamos,
un amor abrazado por las tinieblas, que da tumbos y delira, sin más remedio. A pesar de que todos los cuentos son suficientes, no les sobra ni les falta, sí es posible imaginar « Muerte en espiral» como una historia de cien páginas, su estructura capitular brinda puntos de vista que reestrenan con una belleza insospechada lo ya contado. Esta, a pesar de lo parejo de las historias, desde mi punto de vista es la mejor conseguida de las cuatro.
« Perro adentro» es una colección de cuentos sólidos, innovadores y memorables. Sobre todo memorables.