German Edgardo Leitzelar Hernández
Se felicita al padre presente, reconociendo su cercanía o su simple condición de progenitor, siendo habitual juzgarlos, cuestionando si son realmente buenos padres o si solo lo son en términos biológicos. Fecha que para muchos pasa desapercibida, sea por prejuicios, opiniones divididas o simplemente porque no se le otorga el valor que merece.
Si cambiamos perspectivas y felicitamos a nuestros hijos por la oportunidad de contar con un padre, regresaremos a ese instante en el que ese pedacito de vida llegó a nuestros brazos, derritiéndonos el alma, robándonos el sueño y transformando por completo nuestra existencia. Desde ese momento, nuestra vida giró en torno a ellos: cambiamos pañales, protegimos su piel, nos preocupamos por su temperatura, preparamos sus alimentos, los consolamos y encontramos espacio para todas sus necesidades. Cada desvelo, cada sacrificio, cada pequeño acto estuvo impregnado de amor y paciencia.
Actualmente, la figura paterna se desvaloriza. Incluso la icónica imagen materna ha sido golpeada por ideas que buscan redefinir su importancia. En un mundo donde los valores parecen deconstruirse cada día, reivindicar la paternidad importa, reconocer a los que, a pesar de los ataques sociales y las críticas desde sus propios círculos, continúan desempeñando su papel con entrega y amor. Felicitemos a esos padres sacrificados y abnegados, aquellos que sienten orgullo cuando ven a sus hijos caminar o hablar como ellos, pero mejor.
Celebremos padres cuya presencia, paradójicamente, se percibe en su ausencia, a aquellos que aprendieron a ser guardianes incansables de sus hijos, aquellos llamados «papi», «papito», «papá», amigo, consejero, proveedor, chofer y, eventualmente, «el viejo pasado de moda». Celebremos a los que esa dualidad de ver a sus hijos crecer, guardados en un corazón donde siguen siendo bebés. Acumulando recuerdos en canciones infantiles, películas animadas y juegos, incluso cuando sus hijos ya los dejaron atrás.
Recordemos también a aquellos padres que, aunque sean rudos y estrictos, llevan en el alma la angustia de esperar a sus hijos cada noche, conscientes de los peligros que acechan, pero respetando su derecho a vivir y descubrir el mundo. A los padres que ya no están, y a los hijos que han tenido el privilegio de contar con ellos, aunque sea en la memoria.
A nuestros hijos, les pedimos, que cuando se den cuenta de nuestros errores, también sepan perdonarnos, pues cada acto nació de amor profundo y deseos de hacerlo bien, aunque a veces la vida le de otra ruta. No importa si hubo regalos o no; el verdadero obsequio llegó el día en que nos convertimos en padres, y ese regalo nos acompaña hasta el último día de nuestras vidas.
La paternidad suele ser invisibilizada frente a la maternidad, y aunque muchos padres han contribuido a esta realidad con su desinterés, es fundamental para el debido crecimiento de nuestra sociedad, reconocer que ambos roles son esenciales y complementarios. Ser padre es un tipo de amor que moldea vidas, que enseña, que protege, fortalece y no debería ser minimizado. No privemos a los niños del derecho de tener un padre presente y comprometido. Aunque algunos padres decidan apartarse, hagamos lo posible por cambiar esa realidad, fomentando la importancia de su papel. La diversidad de personalidades en hombres y mujeres determina que existen muchos tipos de madres y de padres, en lugar de criticar, debemos trabajar para fortalecer esos lazos y dar ejemplos de integridad y amor incondicional a nuestros hijos.
El Día del Padre pasó, homenajeemos a hombres tienen en sus ojos el cansancio de noches en vela, caminando con el peso de su responsabilidad, que han acompañado a sus hijos a la escuela compartiendo enseñanzas, celebrando triunfos y consolado derrotas. Que aprendieron a entender desde el fútbol hasta las toallas sanitarias y permanecieron despiertos hasta que sus hijos se durmieron tranquilos.
Reconozcamos el amor en cada cambio de pañales y el conocer de memoria la ruta al pediatra, piñatas, tareas y cuentos antes de dormir, que no buscan suplantar madres, pero sí ser orgullos padres, con la P y la M fusionadas en un mismo corazón. Hombres que sufrieron corazón roto sin expresarlo, llorando en silencio, que conocieron traiciones y pérdidas, sin dejar de amar, que prepararon mochilas y desayunos, que jugaron con sus hijos después de un agotador día de trabajo, que dominaron oficina y cocina, que cosieron botones pues es fácil, pero saben que reparar un corazón roto es una tarea titánica. A los que, con cada sacrificio, cosecharon amor genuino, construyendo legados de valores.
Papá no es un olvidado día del calendario. Es tarea de todos los días, compromiso que trasciende reconocimientos. Valoremos a los padres que saben que la recompensa no es un aplauso, sino las sonrisas, cada «te quiero, papá», cada huella que dejó en sus hijos. Ser padre es un privilegio, una elección diaria de amor, entrega y fortaleza. Y eso, sin duda, merece ser celebrado.
“CELEBREMOS A LOS PADRES, ESE PRIMER HEROE Y AMOR SILENCIOSO DE SUS HIJOS CON IMPACTO QUE SE SIENTE CADA DÍA DE LA VIDA”
Abogado laboralista independiente
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