“ESTE fin de semana –mensaje del amigo de SPS– gocé varios de los capítulos de placentera lectura de Kairós”. “Technocigalpa” ¡genial! Pues ya ocupaba tiempo para cosas agradables como leer al lado del mar Caribe versus carga de horas extras sin paga, de echarse al lomo ciertas responsabilidades de las internas del PLH”. “También, camino al destino Caribe, hay sus eloteras en la estrecha calle del litoral. ¡Pobre mi amado pueblo!”. “Pues, lo de la montaña rusa, a ver en qué termina… pero acá mejor pongámonos las pilas a construir oferta exportable que no sean personas… y mejoremos el «Friend Shoring», con U.S.A.”. Alusivo al cierre: (¿Y vos te has montado –pregunta el Sisimite– en la montaña rusa? -Ni en esa –responde Winston– ni en la rueda de Chicago para no marearme. En lo que he andado es en los carros chocones. Ah, y comiendo elotes a la orilla de la carretera que va a Valle de Ángeles. -¿Y eso de los elotes –vuelve el Sisimite– qué tiene que ver con esos juegos de los parques de diversiones? -Nada –responde Winston– solo que aquí no hay nada que hacer los fines de semana, porque no hay teatro, no hay zoológico, ya no llega el circo, ni hay diversiones, más que agarrar a Valle de Ángeles, y pararse a comer elotes en las “pupuseras”).
A raíz de ese comentario se revolvieron las teatreras. “Sí hay teatro –mensaje de la leída amiga– es muy bueno; por ejemplo, Memorias y Bambú hacen un trabajo tesonero… pero a veces salen con unas tonteras de ingeniería social, como el teatro de las oprimidas”. “Ya lo vamos a invitar a La Plazuela pero que se deje crecer el pelo y le ponemos un tatuaje”. Todo este alegato empezó con esta conversación de cierre: (¿Te sabías el cuento –entra el Sisimite–¿Por qué el extraterrestre dibujó un círculo de cosecha? -¡Porque se perdió y quería pedir direcciones en el GPS! -Lo que me contaron –interviene Winston– es que un campesino vio un círculo de cosecha en su campo y corrió a poner este letrero: “Entrada: Lempiras 100. Fotos con el alien: Lempiras 200. (Queda prohibido decir que es falso)”. ¿Y cuánta gente llegó –pegunta el Sisimite– a ver la aparición? -Lleno –responde Winston– si aquí no hay nada que hacer los fines de semana. Ya no hay teatro, no hay función de nada, los circos de antes ya no llegan, no hay zoológico que atraiga; el gentío agarra a Valle de Ángeles a comer elotes a la orilla de la carretera, así que el agroglifo, aparte del bochinche por las urnas que no llegaban, fue la sensación). Otro comentario de la jurista amiga: “Teatro sí hay, pero no lo promocionan”. “En Casa de Teatro Memorias hace poco terminó la temporada de “El pájaro azul” lo sé porque una buena amiga y su hija actuaban en ella”. “Hace poco hubo función de ballet “Carmen” en el Teatro Nacional y para abril está programada la segunda temporada de “Blanca Olmedo” en el Teatro Manuel Bonilla”. “Y en los cines de Plaza Miraflores han habilitado una sala como teatro, y de vez en vez hacen obras con pinceladas catrachas”.
(¿Y sabés –pregunta el Sisimite– de dónde sacan eso de “montaña rusa” y “rueda de Chicago”? -Vos preguntás lo que ya sabés, -comenta Winston- por la sabiduría de tus años, no como el mentirosito aquel, de la demencia senil, que pasa alucinando teorías de conspiración de las inquinas que le entumecen el alma. «Las Montañas Rusas» del francés «Les Montagnes Russes». “Su origen se remonta a las “colinas artificiales de hielo” construidas en Rusia en el siglo XVII, donde la gente se deslizaba en trineos sobre estructuras de madera cubiertas de nieve”. “Estas atracciones llegaron a Francia en el siglo XVIII, donde se adaptaron con rieles y carros”. En inglés es “coaster”. -La Rueda de Chicago –vuelve el Sisimite–toma el nombre de la “Ferris Wheel” creada por “George Ferris, para la Exposición Mundial de Chicago de 1893”. El término usado en España y América Latina es “Noria”, del árabe “nā‘ūra”, «rueda de agua», por “su similitud con las norias de riego tradicionales”. A ver ¿qué asociás con los mareos de la montaña rusa y de la rueda de Chicago? -A los blasfemos intrigantes que giran y giran, suben y bajan, –ironiza Winston– con sus alucinaciones, hasta terminar mareados y mareando a otros con lo que inventan. ¿A qué horas nos bajan de esta babosada? -¿Y ya te convenciste –regresa el Sisimite– que sí hay teatro? -Por supuesto –se ríe Winston– si aquí todo es teatro).