El docente argentino Claudio Bertonatti viene recorriendo desde hace años la naturaleza latinoamericana, desde selvas y planicies a las pequeñas plantaciones que describe como la «ruralidad profunda», trabajando en favor de la conservación de la naturaleza y también del patrimonio cultural. Ahora se suma a la lista de personalidades distinguidas como «Líderes de la Ruralidad de las Américas” por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Bertonatti es un conservacionista apasionado, pero también un experto en museología, management ambiental y jardines botánicos históricos. Investigador del Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas de la Universidad Maimónides y asesor científico de la Fundación Azara, Claudio no le escapa a la polémica cuando se presenta la oportunidad.
Este naturalista causó un verdadero terremoto en su país en marzo de 2016 cuando declaró que «es erróneo creer que con una dieta vegana no se mata a ningún animal». Hablando con un periódico de Buenos Aires, explicó que una dieta vegetariana o vegana exige la intensificación de cultivos, «en general, de enormes superficies».
«Y para desarrollar un cultivo hay que desplazar el ambiente natural que ocupa ese territorio, ambientes o ecosistemas silvestres» donde «vive una enorme diversidad y cantidad de animales -señaló en aquella oportunidad-. Modificar o alterar ese ambiente se traduce en la muerte de miles de animales».
ECOSISTEMAS SILVESTRES
Sin dudas, la mirada de Claudio es abarcadora y, cuando se necesita, también afilada, en especial cuando se trata de acercar detalles sobre la vida en el campo y en la naturaleza.
«La mayoría de las personas a nivel mundial, más del 50 por ciento -dice ahora el investigador-, vivimos en ciudades, en poblados, alejados de los paisajes naturales, silvestres o rurales».
Esa distancia, enfatiza, «no es solamente física o geográfica: es un alejamiento también intelectual, emocional y racional que tiene muchas desventajas, porque esa urbanidad desconoce los valores de la ruralidad, desconoce las funciones que, por ejemplo, desarrollan los ecosistemas silvestres a través de la provisión de los bienes o servicios de los que dependemos todos para vivir».
Para Bertonatti, ese aislamiento lleva a que muchos de los habitantes urbanos del planeta «no nos consideremos parte de la naturaleza, o que creamos que los espacios silvestres o salvajes o rurales son una cosa y nosotros otra, como si no hubiéramos sido parte de un proceso evolutivo común a todas las demás formas de vida».
RASTREA PAISAJES

«Mi trabajo -cuenta Claudio- consiste en rastrear esos espacios, esos paisajes, y estudiarlos, tanto desde detrás del escritorio como en el terreno, para conocer mejor no solo la naturaleza y la biodiversidad sino también la cultura local».
Pero el paisaje, advierte, «no es solamente naturaleza: es naturaleza y cultura, una cultura que la urbanidad suele desconocer», desde las tradiciones y los oficios a las comidas típicas y las formas de trabajo.
Cuando concluye esos trabajos que combinan gabinete y trabajo en el terreno, Bertonatti brinda clases para «compartir lo que me enseñó la gente del campo, personas que tal vez no saben leer ni escribir bien, pero tienen un doctorado en lo que llamaría la universidad del campo, gente que a lo largo de su vida fue reuniendo conocimientos que se transmiten de generación en generación y que muchas veces no se ven, o no se valoran, en el ámbito académico».
«A veces -medita Claudio-, el hombre rural piensa que es pobre porque le escasea la materialidad, pero si se revisa todo lo que tienen se puede ver que son ricos, con una riqueza que no es tasable económicamente».
Si se le pregunta qué significan la biodiversidad, los paisajes rurales o los saberes tradicionales, el naturalista asegura que constituyen «nada más y nada menos que la identidad de los pueblos». Y esa identidad, afirma, se puede traducir en «buenas prácticas para la agricultura o la ganadería» de la mano de «comunidades locales que son las principales aliadas y protagonistas» en el frente de la conservación de los paisajes a menudo amenazados cuando «la globalización y la urbanidad impone sus criterios».
DATOS
Un campo, señala el docente argentino Claudio Bertonatti, «no rinde en todos sus metros cuadrados o hectáreas por igual, hay franjas que tienen menor rendimiento», por lo que «dejar esas franjas para que vuelva a crecer la flora silvestre» es una buena idea que genera «muchos beneficios, comenzando por el de concentrar y volver a tener a los polinizadores, sin los cuales no tenemos cultivos».
EN EL CAMPO
REALIZAN UN TRABAJO “CLAVE”
Después de recordar que hay criadores de abejas que «obtienen más beneficios alquilando panales» para promover la polinización que, produciendo miel, el docente argentino Claudio Bertonatti subraya que la baja apreciación del campo y los paisajes verdes provoca que tampoco se valoren fenómenos básicos como la producción de oxígeno y la provisión de agua potable.
En ese sentido, el museólogo y docente sostiene que el trabajo de los productores rurales «es clave no solo para generar buenas prácticas» como el cultivo de especies autóctonas o el abastecimiento primario y el conocimiento de los mercados locales, sino también «para mostrar sus ventajas».