La oportunidad de Mulino de reparar la traición a Taiwán

Por Emmanuel Rincón*

La relación entre Estados Unidos y Panamá ha sido históricamente compleja, marcada por intereses estratégicos centrados en el Canal de Panamá, una de las arterias más vitales del comercio global. Sin embargo, en las últimas décadas, el descuido estadounidense hacia América Latina y particularmente hacia este aliado clave ha permitido que actores como China se posicionen de manera alarmante en la región.

Un episodio particularmente revelador ocurrió en 2017, cuando el gobierno panameño de Juan Carlos Varela rompió relaciones diplomáticas con Taiwán para alinearse con Pekín, un movimiento que no solo pilló desprevenido a Washington, sino que también marcó un punto de inflexión en la influencia china sobre el istmo y su canal.

Durante gran parte de los años previos a 2017, Estados Unidos mostró una notable falta de atención hacia Panamá, un aliado histórico que administra una de las infraestructuras más estratégicas del hemisferio y el mundo entero.

Entre 2011 y 2021, hubo períodos prolongados en los que Washington no mantuvo un embajador acreditado en Panamá, dejando una representación diplomática de menor nivel que dificultó la coordinación efectiva en temas sensibles. Esta falta de presencia constante envió un mensaje de desinterés, debilitando la capacidad de EE. UU. para influir en las decisiones panameñas en un momento crucial.

En este contexto de vacío diplomático, el presidente Juan Carlos Varela tomó una decisión que cambiaría el rumbo del país: en junio de 2017, Panamá anunció el cese de relaciones diplomáticas con Taiwán y el establecimiento de lazos formales con China. Este movimiento no fue solo una maniobra geopolítica; también tuvo motivaciones personales y financieras para Varela y su círculo cercano, según distintos reportes.

Múltiples denuncias indican que Varela y funcionarios asociados habrían obtenido beneficios económicos significativos al acercarse a Pekín, una práctica que ha sido señalada como parte de un patrón de corrupción que marcó su administración.

China aprovechó la oportunidad para expandir su influencia en el país centroamericano, firmando acuerdos bilaterales que incluyeron proyectos de infraestructura y una creciente presencia económica en el país.

En el 2025, cuando Donald Trump vuelve al poder, anuncia que entre sus planes de política exterior se encuentra recuperar el Canal de Panamá, debido a que la vía interoceánica, según él, ahora es manejada por China; sin embargo, todo esto se pudo haber evitado de tener una presencia estadounidense firme en los países de la región, defendiendo sus intereses y cortando la influencia del Partido Comunista de China.

El comprometido Canal de Panamá

Es importante aclarar que el Canal de Panamá sigue bajo la autoridad de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), una entidad autónoma encargada de su operación y gestión. Sin embargo, la influencia china en la región no debe subestimarse.

Empresas chinas, como Hutchison Ports, han obtenido concesiones para operar puertos estratégicos en ambos extremos del canal, como Balboa y Cristóbal. Aunque estas operaciones no equivalen a un control directo del canal, sí otorgan a Pekín una capacidad significativa para influir en el tráfico marítimo global y, potencialmente, para restringir o condicionar el acceso en situaciones de conflicto.

La presencia china cerca del canal tiene implicaciones profundas no solo para la soberanía panameña, sino también para la seguridad nacional de Estados Unidos. El canal es una ruta clave para el comercio estadounidense, así como para el movimiento de buques militares entre el Atlántico y el Pacífico. La posibilidad de que China pueda ejercer presión sobre estas operaciones representa un riesgo estratégico que Washington no puede ignorar.

Uno de los episodios más alarmantes ocurrió cuando Varela ofreció terrenos al Partido Comunista Chino para construir una embajada en una ubicación estratégica cerca de la entrada del canal. Este plan solo fue detenido tras una visita relámpago del entonces secretario de Estado Mike Pompeo en 2018, quien presionó al gobierno panameño para que reconsiderara la decisión.

Aunque Varela retrocedió en este punto, el incidente dejó claro hasta qué punto estaba dispuesto a comprometer los intereses nacionales para favorecer a Pekín.

El difícil papel de Mulino

El presidente José Raúl Mulino, quien asumió el cargo en julio de 2024, heredó un panorama complejo. Las decisiones de Varela y, en menor medida, las políticas inconsistentes de su predecesor Laurentino Cortizo, han colocado a Panamá en una posición vulnerable. La reputación del país se ha visto manchada por acusaciones de corrupción relacionadas con estos acuerdos con China, y la estabilidad estratégica del istmo está en juego.

Mulino ha tomado algunas medidas iniciales positivas, como ordenar auditorías a los operadores portuarios chinos para identificar posibles irregularidades que permitan rescindir contratos. Sin embargo, estas acciones deben ir acompañadas de una estrategia más amplia para reducir la dependencia de China y fortalecer los lazos con socios confiables como Estados Unidos y, potencialmente, Taiwán.

En ese sentido, para contrarrestar la influencia china en Panamá sería importante explorar la posibilidad de retomar las relaciones diplomáticas y económicas con Taiwán. Antes de 2017, Taiwán había sido un socio confiable para Panamá durante décadas, colaborando en proyectos de desarrollo, educación y tecnología. La ruptura abrupta de estos lazos no solo privó a Panamá de un aliado democrático, sino que también permitió que China llenara el vacío con promesas económicas que han resultado más beneficiosas para Pekín que para los panameños.

Retomar relaciones con Taiwán enviaría una señal clara de que Panamá está comprometido con diversificar sus alianzas y reducir su dependencia de China. Taiwán tiene experiencia en áreas como tecnología avanzada, agricultura sostenible y cooperación educativa, sectores donde Panamá podría beneficiarse enormemente.

Panamá sigue siendo uno de los pocos aliados confiables de EE. UU. en la región, y este momento representa una oportunidad para que ambos países trabajen juntos.

Con Mulino a la cabeza, un presidente proamericano, y Donald Trump poniendo más énfasis en nuestro continente, designando al cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, están dadas todas las condiciones para darse políticas de acercamiento entre ambas naciones y trabajar en conjunto para favorecer los intereses de ambas naciones.

* Emmanuel Rincón es escritor, abogado y consultor político. Ha publicado seis novelas y dos libros de ensayo en contra de ideologías totalitarias y regímenes colectivistas, uno de ellos titulado: “La reinvención ideológica de América Latina”, y el más reciente “El hombre jugando a ser Dios”.

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