Civismo frente al planchazo

Carlos López Contreras*

Algunas consideraciones se han hecho sobre los lamentables hechos del 9 de marzo, 2025, oportunidad en que miles de ciudadanos, acostumbrados a la efectividad e imparcialidad de las Fuerzas Armadas, esperaban desde las 6:00 a.m. expresar en su domicilio electoral el poder soberano de su voto para ir configurando, en las primarias, las personas que pasarían a participar en las elecciones generales del mes de noviembre 2025.

Para sorpresa del pueblo, ocurrió lo insólito: las urnas y demás material electoral no arribó a la mayoría de los centros de votación en Tegucigalpa y San Pedro Sula. Algo que no había ocurrido bajo el mando de varios jefes del Estado Mayor Conjunto en el pasado, que actuaron no sólo con eficacia y diligencia en su misión de distribuir las maletas electorales, sino que sin comprometer el honor de la institución con ningún partido político. A pesar de esa imagen de honestidad proyectada al pueblo hondureño, hubo quienes los acusaran indebidamente de “golpistas”.

En las campanas de las iglesias sonaron las 7:00, las 8:00, las 10:00, y hasta las 12:00 m. y las maletas electorales no aparecían por ninguna parte.

Los dirigentes políticos y los medios de comunicación que cubrían las elecciones hicieron las denuncias, pero cayeron en oídos sordos.

Las diversas autoridades intervinientes en el proceso electoral se inculpaban recíprocamente de la afrenta inferida al pueblo soberano.

Mientras tanto, en Tegucigalpa y San Pedro Sula, los electores observaban con indignación cómo circulaban transportes privados con maletas electorales sin custodios, o se hallaban parados en algún sitio esperando instrucciones sobre qué hacer con las urnas, algunas ya desbordantes de votos marcados en favor de una candidata.

¿Qué pasó con los medios de transporte del Ejército?

Algunos observadores extranjeros consideraron que ya no existen o que no reciben mantenimiento y, en consecuencia, no son confiables para la misión encomendada.

La pregunta que asalta es, si no hay transporte confiable del Ejército, ¿Cómo podría cumplir su misión de trasladar sus fuerzas a defender la soberanía territorial o marítima o mantener el orden público?

En otro sentido, se afirma que hay un misterio con relación a los custodios, cuando efectivamente acompañaban a los transportes: ¿Eran realmente militares o simplemente uniformados, es decir civiles con uniforme del Ejército?

Piénsese que, en la forma en que está manejado el país, además del Ejército existe una estructura paramilitar a la que llaman los colectivos.

La llegada del material electoral se produjo en muchos lugares hasta las 6, 7, 8 o 9 de la noche.

Y los responsables de esa afrenta al soberano no esperaban encontrar a personas con capacidad limitada, a adultos mayores de la tercera y cuarta edad, con frecuencia en sillas de ruedas, indignados pero listos para ejercer el sufragio.

En definitiva, pudo más el civismo de los electores que el planchazo del gobierno.

Que tomen debida nota, porque un pueblo indignado se levanta contra sus opresores.

El país ha sufrido inmensamente en su imagen, al percibírsele como un Estado fallido incapaz de celebrar unas elecciones primarias, ordenada y puntualmente.

Dios salve a Honduras

*Ex Canciller de la República.

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