José Rolando Sarmiento Rosales
No teniendo duda en Honduras de la separación y la independencia de los Poderes del Estado en una democracia, y los Estados Unidos de América son precisamente eso, donde la Corte Suprema de Justicia y los tribunales federales y estatales toman decisiones apegadas a la Constitución, sus enmiendas y las leyes vigentes, e igual el Poder Legislativo representado por la Cámara de Representantes y el Senado en Washington, e igual los Gobernadores y los Legisladores de cada estado de la Unión Americana, no admitiéndose interferencias del Poder Ejecutivo o de la poderosa clase multimillonaria, a tal extremo que hemos visto un presidente como Richard Nixon renunciar por el escándalo de Water Gate, cuestionado por espionaje político, o famosos ejecutivos e inversionistas como el tenebroso señor Madox, llevados a la cárcel por manejos corruptos de sus negocios, o decisiones legislativas parando acciones discutibles de presidente o altos funcionarios de sus gabinetes.
Hoy las acciones aventuradas y apresuradas del inicio de gobierno del señor Trump, desde el Despacho Oval de la Casa Blanca, y acciones abusivas del magnate surafricano Elton Musk, metiendo la mano en asuntos reservados como la Casa del Tesoro, o instituciones de prestigio mundial beneficiosas para el prestigio estadounidense, como USAID, apoyando planes de desarrollo en muchos países del mundo beneficiando a sus pueblos, o planes de perfeccionamiento de sus sistemas educativos, salud, agricultura, justicia, abastecimientos de agua y fortalecimiento democrático, entre ellos en nuestra Honduras, donde muchas poblaciones urbanas y rurales han logrado obras vitales para bienestar de sus habitantes, e inclusive paralizando desembolsos millonarios para obras, servicios y planes de modernización de la administración pública, tales como la recaudación de contribuciones, agilización de trámites engorrosos que perjudican nuevas inversiones y los controles contra la corrupción y enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos.
Las fricciones internas de medidas como los aranceles y otras de orden económico financiero que han llevado a la caída de la Bolsa de Valores, o a la semiparalización de actividades de la construcción y las cosechas agrícolas, que han provocado al encarecimiento de la vida de millones de norteamericanos, se comienzan a sentir con decisiones de la Corte Suprema de Justicia, de juzgados estatales, y hasta de legisladores republicanos y demócratas preocupados por los efectos negativos a la economía de sus representados y votantes. El presidente Donald Trump dejó claro en su discurso ante una sesión conjunta del Congreso que no habrá tregua en su ritmo implacable, sus intentos de maximizar el Poder Ejecutivo y su sacudida del país y del mundo. Sin embargo, cada acción política genera una reacción contraria. Y están apareciendo los primeros signos de fricción que podrían frenar el inicio conmocionante de la administración del presidente.
Es poco probable que detenga las agresivas jugadas de poder de Trump, pero demuestra que ni siquiera él es inmune a la gravedad política. Hay pocos indicios de que se enfrente a una oposición inminente y significativa por parte de los demócratas del Congreso, cuyos actos de protesta desanimados y poco convincentes durante su discurso en horario de máxima audiencia no hicieron sino poner de manifiesto su impotencia. Pero las complicaciones del debilitamiento de la economía parecen pesar ahora en el comportamiento de Trump. El impacto en los estadounidenses de a pie del intento de Elon Musk de destrozar el gobierno federal ha llevado a los legisladores del Partido Republicano a exigirle un papel. La Suprema Corte de Justicia acaba de emitir un fallo que podría frustrar el intento de la administración de cerrar la ayuda exterior. Y más sentencias judiciales que frenan los acaparamientos de poder de Trump significan que es probable que los próximos meses se vean más obstaculizados que sus primeras seis semanas en el cargo.
Por ejemplo, un Trump impenitente hizo un gran negocio imponiendo aranceles generales del 25% a Canadá y México. Sin embargo, un día después, había eximido a la industria automovilística durante un mes. Suspendió todos los aranceles del hemisferio occidental hasta abril. Las medidas contra China se mantienen sin cambios. Pero no es la primera vez en su segundo mandato que el presidente blande la vara arancelaria y luego da un paso atrás: tanto México como Canadá llevan semanas en la montaña rusa de Trump. Los asesores del presidente a menudo lo presentan como el mayor negociador de la historia, pero no está claro qué obtuvo exactamente por esta concesión en una política que había enmarcado como casi existencial para la prosperidad y la seguridad nacional de Estados Unidos solo dos días antes.
Su decisión de ceder, sin embargo, se produjo tras las graves pérdidas en el mercado bursátil –un barómetro que Trump utiliza para juzgar su propia actuación–, la creciente preocupación entre los legisladores republicanos por las probables subidas de precios al consumo que podría causar la nueva política y los datos cada vez más sombríos sobre la caída de la confianza económica de los consumidores.