“DISFRUTÉ mucho –mensaje del amigo académico– la lectura de sus editoriales”: y envía la portada de un libro de Francis Fukuyama, “El Liberalismo y sus Desencantos -Cómo Defender y Salvaguardar Nuestras Democracias Liberales”. En efecto, en aquellos escritos mencionamos varios autores y, como sucede al dar nombres, siempre se cae en omisiones inadmisibles. Si hablamos de liberales no libertarios, es decir, aquellos que “defienden el liberalismo como sistema político y económico sin caer en el anarcocapitalismo o el Estado mínimo radical del libertarismo”, revisemos –asistidos por la IA– otros autores contemporáneos influyentes. Entre ellos Francis Fukuyama, quien sostiene que “la democracia liberal es la mejor forma de gobierno y que, a pesar de los desafíos, sigue siendo el sistema más estable y próspero”. En su obra más reciente “defiende el liberalismo clásico frente a sus críticos tanto desde la izquierda (progresismo identitario) como desde la derecha (populismo autoritario)”. “Critica el libertarismo extremo y el neoliberalismo sin control, defendiendo la necesidad de un Estado fuerte pero limitado, que garantice derechos individuales, pero también estabilidad social”.
Fareed Zakaria: “El futuro de la libertad (2003), Diez lecciones para un mundo post-pandemia”. Una defensa del liberalismo constitucionalista, donde el Estado de Derecho y la división de poderes sean esenciales para la estabilidad política”. Señala que “la democracia por sí sola no garantiza la libertad; sin instituciones sólidas, puede degenerar en populismo o en autoritarismo electoral, mientras que el capitalismo regulado es clave para el desarrollo, evitando tanto el estatismo excesivo como la desregulación irresponsable”. Steven Pinker, “En defensa de la Ilustración”, argumenta que los valores ilustrados (razón, ciencia, derechos humanos) han mejorado el mundo y aboga por un Estado garante de la educación, salud y seguridad sin caer en autoritarismo”. El historiador británico Timothy Garton Ash, “Los hechos son subversivos, La libertad y sus enemigos”, defiende la democracia liberal frente a amenazas como el populismo, el nacionalismo extremo y la erosión del Estado de Derecho, enfatizando en la libertad de expresión y de prensa como pilares fundamentales del liberalismo”. Concluye que “el liberalismo debe reformarse, pero no ser abandonado, ya que es el sistema que mejor garantiza el progreso humano”. La historiadora y periodista norteamericana Anne Applebaum, en “El ocaso de la democracia, Hambruna roja”, critica los autoritarismos y los populismos, proponiendo un liberalismo basado en la defensa de la verdad, el pluralismo y las instituciones democráticas”. Advierte sobre los peligros del nacionalismo extremo y la manipulación mediática en el debilitamiento de las democracias liberales”.
En “¡Basta de historias! El arte de reinventarse”, Andrés Oppenheimer enfatiza que reformas liberales en educación e innovación son perentorias para modernizar América Latina”. Arguye que “la democracia representativa es el camino frente al caudillismo y el socialismo del siglo XXI”. (El centro –entra el Sisimite– la democracia liberal como antídoto a las amenazas autoritarias de izquierda y derecha. -El equilibrio –insiste Winston– apostar por la libertad individual, pero con responsabilidad social, al reconocer que el Estado es necesario, pero debe ser limitado y eficiente. -Y mientras el populismo –interrumpe el Sisimite– y el nacionalismo o tribalismo, pareciese tomar impulso entre votantes decepcionados, dada la exclusión, la pobreza, las carencias, las desigualdades, más necesario un liberalismo reformulado como respuesta a los desafíos del presente siglo. -El equilibrio –concluye Winston– “Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”. En palabras de Antoine de Saint-Exupéry en El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos, pero el equilibrio es el lenguaje que el corazón entiende sin verlo”).