¿EL EQUILIBRIO?

COMO decíamos ayer, ¿cuáles son estos editoriales?, preguntaba la nieta, subrayando un párrafo de las conceptuosas palabras del filósofo del colectivo al cumpleañero y, de paso, una breve apreciación sobre su libro Kairós: “Recientemente dio una cátedra sobre la ideología liberal que hubiera servido para armar un manual de capacitación”. (Para ilustración del colectivo, se vuelven a publicar). Enmendando el olvido en el artículo anterior –asistidos por la IA– no se puede hablar del pensamiento liberal sin mencionar al austriaco-británico Karl Popper, uno de los principales filósofos de la ciencia y de la teoría política del siglo XX. En «La sociedad abierta y sus enemigos», defiende la idea de “una sociedad abierta –esencial para el progreso y la innovación– donde los individuos tienen libertad de expresión y pueden cuestionar y criticar a las autoridades sin temor a represalias”. Fundador del falsacionismo y sus teorías de la falsabilidad aboga por el razonamiento crítico, en lugar de las verdades absolutas. Ello es que “las teorías científicas y políticas deben ser constantemente puestas a prueba y susceptibles de ser refutadas”.

La propuesta, por supuesto, extendida a la política donde las ideas y políticas deben ser abiertas al escrutinio y la crítica. Argumentaba que “la democracia es el mejor sistema político ya que permite el cambio de gobierno sin violencia. Y lo esencial no es quién gobierna, sino cómo se puede limitar y hasta controlar el poder del gobierno para evitar los abusos”. “Escéptico de las revoluciones y de los cambios radicales –ya que los cambios bruscos pueden conducir a resultados impredecibles y hasta desastrosos– defendía las reformas graduales y continuas de las instituciones sociales y políticas”. Igual fue “crítico de los sistemas totalitarios que sacrifican la libertad individual en nombre de la colectividad, si bien enfatizaba en la importancia del individuo y su capacidad para razonar y tomar sus propias decisiones”. Y eso del determinismo, o sea “la teoría marxista que pretende predecir el curso de la historia de manera científica” lo refuta en “La Miseria del Historicismo”, ilustrando que la historia está influenciada por un sinfín de factores impredecibles y por lo tanto sería “inherentemente falaz cualquier intento de determinar su curso”. Y ahora que votar por los extremos en sociedades radicalmente confrontadas, de sectores diametralmente contrapuestos, pareciera estar de moda, ¿qué tanto podría decirse que el liberalismo presenta una plataforma de centro y de balance? “El liberalismo clásico defiende un equilibrio entre la libertad individual y el papel del Estado. Promueve tanto los derechos individuales como el bienestar colectivo, sin inclinarse excesivamente hacia la intervención estatal o el laissez-faire absoluto”. “El liberalismo aboga por sistemas democráticos y el respeto al estado de derecho, rechazando tanto el autoritarismo de derecha como el totalitarismo de izquierda”. “Esta posición de defensa institucional y democrática coloca al liberalismo en una postura de centro”. El liberalismo promueve “la diversidad de opiniones y el debate abierto dentro de la tolerancia, lo que contrasta con las tendencias polarizadoras que buscan imponer una única visión ideológica”.

“La apertura al diálogo y a la negociación civilizada es característica de una posición centrista”. “Favorece las reformas graduales, incrementales y evolutivas, en contraste a los cambios abruptos de impacto aventurado y fortuitamente desastroso”. “Muchos liberales –en una aproximación ecuánime de centro, en contraposición a los extremos– defienden una economía mixta que combina elementos del mercado libre con intervenciones estatales estratégicas para corregir fallos del mercado y garantizar un mínimo bienestar social”. (Entiendo –entra el Sisimite– que, si en el contexto de la polarización ganan terreno los extremos, ¿el liberalismo puede ofrecer una alternativa moderada y razonable que evita las posturas radicales? -Claro –asiente Winston– mientras que los extremos promueven políticas divisivas y excluyentes, el liberalismo se enfoca en la inclusión, el compromiso y la protección de las libertades fundamentales. Su perspectiva equilibrada y su credo democrático le da toda la oportunidad de atraer a aquellos votantes que se sienten incómodos con los extremos y que buscan –no espejismos inexistentes ni milagros que tampoco llegan– sino las soluciones pragmáticas y sostenibles). (Ya decía Confucio –entra el Sisimite– “El hombre superior permanece en el centro; no se inclina hacia ningún extremo. El equilibrio es la virtud de las virtudes”. -A mí –tercia Winston– me inspira Pablo Neruda: “Aprendí de las piedras el equilibrio: no dejarse vencer por el peso ni volar livianamente al vacío”. O bien Oscar Wilde: “Todo con moderación, incluida la moderación”. -¿Y tienen idea –vuelve el Sisimite– esos liberales de acá, (dudo que muchos sepan lo que es liberalismo), que esa doctrina sigue vigente? En palabras de Ralph Waldo Emerson, ya que «la vida es un viaje entre los extremos; solo el equilibrio permite caminar sin caer». -Algunos ignoran hasta la historia de aquellas épocas de gloria, cuando baluartes de esas ideas –a riesgo de sus propias vidas– de palabra impertérrita, conductas ejemplares, discursos encendidos enfrentaron la adversidad y el destierro, desde las trincheras cívicas y a veces armadas, contra las tiranías y las dictaduras en Honduras. «El infinito –citemos a Borges– está en el equilibrio de todas las cosas, no en su desmesura”).

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