Sr. y Sra. liberal: La Tercera República llama a la libertad

Carlos G. Cálix

En un mundo donde la libertad se convierte en un lujo, ser liberal es un acto de rebeldía. Esta afirmación, aunque provocadora, nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de ser liberal en la sociedad contemporánea. Ser liberal no es simplemente pertenecer a un partido político o seguir a un líder carismático; es un compromiso profundo con los principios de la libertad individual, la responsabilidad personal y el respeto por el orden espontáneo que rige nuestras interacciones sociales y económicas.

La historia del liberalismo está marcada por pensadores que han defendido la idea de que la libertad es el motor del progreso humano. Friedrich Hayek, uno de los más influyentes economistas y filósofos del siglo XX, afirmaba que “la libertad es un concepto que no puede ser separado de la responsabilidad”. Esta frase encapsula la esencia del liberalismo: la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar una vida plena y significativa. La libertad económica, en particular, es un pilar fundamental de esta filosofía, ya que permite a los individuos tomar decisiones sobre su propio bienestar y prosperidad.

El índice de libertad económica, que mide la capacidad de las personas para controlar sus propios recursos y participar en el mercado, es un indicador crucial del desarrollo de una sociedad. Según el informe de la Fundación Heritage, los países con altos índices de libertad económica tienden a experimentar un crecimiento más robusto, una mayor innovación y un nivel de vida más elevado. Esto se debe a que en un entorno donde se respete la propiedad privada y se fomente la competencia, los individuos son incentivados a crear, invertir y arriesgarse, lo que a su vez genera riqueza y oportunidades para todos.

Sin embargo, ser liberal va más allá de la mera defensa de la economía de mercado. Es un llamado a la acción para todos aquellos que creen en la dignidad del individuo y en su derecho a vivir su vida como mejor le parezca, siempre que no interfiera con la libertad de los demás. Carl Menger, el fundador de la escuela austriaca de economía, nos recuerda que “el valor de un bien no reside en su naturaleza, sino en la utilidad que le otorgan los individuos”. Esta idea subraya la importancia de la subjetividad en la toma de decisiones económicas y la necesidad de un marco que permita a cada persona perseguir sus propios intereses.

El liberalismo también aboga por un gobierno limitado, que protege los derechos individuales sin convertirse en un obstáculo para la libertad. Ludwig von Mises, otro gigante del pensamiento liberal, sostenía que “el socialismo es la negación de la libertad”. En este sentido, el liberalismo se opone a cualquier forma de coerción que limite la capacidad de los individuos para actuar en su propio interés. La historia ha demostrado que los regímenes que restringen la libertad económica y personal tienden a generar pobreza, opresión y descontento social.

Es fundamental que la población general comprenda que ser liberal no es una etiqueta política, sino una forma de vida. Implica un compromiso con la tolerancia, el respeto y la búsqueda del conocimiento. En un país cada vez más polarizado, donde las ideologías se enfrentan y los debates se tornan acalorados, el liberalismo nos invita a escuchar y aprender de los demás, a reconocer que la diversidad de opiniones es una riqueza y no una amenaza.

La defensa de la libertad individual también implica un reconocimiento de la responsabilidad que conlleva. La libertad no es un cheque en blanco; es un pacto social que requiere de nuestra participación activa y consciente.

En este contexto, es esencial que los jóvenes y los líderes de mañana, se apropien de los principios liberales y los lleven a la práctica. La educación juega un papel crucial en este proceso. Debemos fomentar un pensamiento crítico que desafíe las narrativas simplistas y promueva el diálogo constructivo. La libertad de expresión, la libertad de prensa y la libertad académica son derechos que deben ser defendidos con fervor, ya que son la base de una sociedad verdaderamente libre.

Por ende, ser liberal es un viaje, no un destino. Es un compromiso con la libertad, la responsabilidad y el respeto por los demás. Es un llamado a la acción para construir una sociedad donde cada individuo pueda florecer y contribuir al bienestar común. Como ciudadanos, seguimos creyendo y trabajando juntos para crear un futuro donde la libertad sea el principio rector de nuestras vidas. Así, alzamos la voz y valoramos la Primera y Segunda República Liberal, recordando que la verdadera libertad comienza en el corazón de cada uno de nosotros.

[email protected] Carlos G. Cálix es doctor en ciencias y director general de MacroDato. Posdoctorado IIESS-CONICET.

 

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