Elvia Elizabeth Gómez García*
Sin duda una de las frases de moda es “pensar fuera de la caja”, invitándonos a salir de nuestra zona de confort y tratar de entender el mundo de los otros y no solo el propio. Esta frase aplica para todos los ámbitos de nuestra vida, tanto profesional como personal.
Imaginemos entonces que nos salimos de la caja en que vivimos e intentamos pensar como niños, ¿reto difícil verdad? Sobre todo, porque la modernidad no nos permite hacer una pausa en el día a día y poco podemos disfrutar de esos pequeños placeres. Los niños perciben el mundo de manera muy diferente y depende mucho de la forma en la cual les hablemos, en la que reaccionemos a sus emociones y en que les eduquemos en casa, el cómo ellos podrán comunicarse e interactuar con los demás.
En Mateo capítulo 18 y versículo 3, Jesús dice a sus discípulos que “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Ver el mundo desde la perspectiva de los niños es intentar ser puntuales, decir la verdad y explicar con palabras sencillas aquello que es complicado entender. Los niños están despojados de los prejuicios que la sociedad va imponiendo en la medida que crecemos.
Para un niño las cosas son en blanco o negro, hablar de puntos medios es complejo pues aún no han interiorizado los esquemas tradicionales de pensamiento. Un niño es capaz de ver lo bueno y de hacernos ver las cosas buenas de la vida, sin necesidad de contar con grandes lujos, un niño se divierte más lanzando piedras en un río, intentando pescar o corriendo en la calle con sus amigos, que con una caja llena de juguetes sofisticados que va dejando a su paso.
Como educadores, los docentes de primaria tienen un gran reto, pues se enfrentan a diversas realidades dentro del salón de clases, teniendo presente que es la educación la que tiene la responsabilidad de igualarnos a todos y poner un alto a la estratificación social, partiendo del hecho de que todos tenemos derecho a una educación digna. Pero hay otro reto implícito, que no siempre se toma en consideración, o que no es fácil sobrellevar debido a los rigurosos programas y parámetros de evaluación establecidos, este es el de no cortar sus alas.
Así como decimos popularmente que “cada cabeza es un mundo”, cada niño es diferente, y una de las grandes debilidades del sistema educativo es el de tratar de encasillar a todos en un mismo esquema, centrándose en materias específicas y dando menos “valor” a otras que, probablemente sean las que nos ayuden a sobrevivir en un mundo tan desigual.
Hay que escuchar a los niños y al hacerlo, estaremos pensando fuera de la caja. Los niños no siempre quieren competir entre ellos, necesitan aprender cosas prácticas, por eso nos encontramos a años luz del modelo de educación de países como Japón. Ya Aristóteles nos lo dijo que “educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto”.
Como padres, debemos dejar de obsesionarnos tanto por medir el triunfo de nuestros hijos numéricamente. Con esto no le estoy restando importancia al buen desempeño académico, pero debemos recordar que las inteligencias son múltiples y que no todos serán unos genios matemáticos, pero entre ellos podemos encontrar a un gran compositor, un artista, un humanista, o alguien que ve la vida con mayor practicidad.
Si queremos pensar fuera de la caja, debemos escuchar también a nuestros adolescentes y encontrar esos puntos de consenso que son tan valiosos, pues la confrontación conlleva frustraciones y rebeldía, en cambio el diálogo y la buena comunicación permite abrir esos espacios de comunicación que son tan necesarios e importantes, teniendo presente que no es saludable dialogar desde un enfoque material, sino más bien humano, enmarcado en valores tan importantes como el respeto, el esfuerzo y la solidaridad.
Pensar fuera de la caja significa buscar soluciones que no siempre serán fáciles u obvias, es retarnos a encontrar respuestas más allá de lo que todo el mundo ve, ser creativos y explorar caminos que pensamos que no van con nosotros, es mezclar un poco lo moderno con lo antiguo para encontrar ese punto de equilibrio tan necesario.
*Profesora universitaria.