Octavio Pineda Espinoza (*)
Los hondureños estamos convocados a una cita con la historia el 9 de marzo, en realidad nos enfrentamos a una decisión trascendental para el presente y el futuro del país, una decisión que puede cambiar nuestras vidas y las de nuestros hijos para siempre.
A pesar que el ciudadano hondureño está cansado de la clase política y de sus rencillas personales, sus errores recurrentes y su incapacidad para encontrar y construir consensos que le sirvan a la nación en vez que a sus intereses particulares, en fin, que le haya fallado garrafalmente y que nos haya llevado a radicalizar nuestra sociedad, la democracia es el mejor camino desarrollado por el ser humano para dirimir sus diferencias de todo tipo y es por eso, que yo soy un ferviente creyente en la idea que, es mejor una democracia imperfecta que una dictadura perfecta.
La crisis de liderazgos sólidos en los partidos políticos y en la sociedad hondureña en general es evidente, por eso ha sido tan fácil que los aspirantes a dictadorzuelos mezclados con el narcotráfico internacional hayan podido doblegar tan fácilmente a la institucionalidad del país para satisfacer sus bastardos apetitos. Se perdieron aquellas figuras paradigmáticas que representaban a los gremios, las organizaciones sindicales, al magisterio, la empresa privada, las Fuerzas Armadas, las iglesias incluso que, a pesar de sus intereses y objetivos, así como sus luchas, tenían muy claro una cosa, solo se puede lograr cualquier meta nacional si se lucha juntos y nos unimos en la búsqueda de esa sociedad del bienestar que proteja nuestras libertades públicas.
Por eso este 9 de marzo que se aproxima es tan relevante, porque no sólo están en juego las cabezas de quienes ostentan los cargos de elección popular o la aspiración de quienes queremos sustituirlos, está en juego nuestro sistema de vida, nuestra democracia aún imperfecta como es, nuestras más caras libertades fundamentales y los derechos garantizados en la Constitución de la República del 82, la mayor data en nuestro recorrido histórico desde 1824 y nuestra forma de gobierno y de Estado.
Al ir a las elecciones internas y primarias de los partidos políticos nuestros compatriotas no solo deberán buscar renovar las directivas de los mismos, muchas de ellas anquilosadas en el tiempo, otras permeadas por la corrupción y los grupúsculos que los han querido convertir en clubes privados y no, en las instituciones de derecho público que por definición legal deben ser para permitir la participación política abierta de los hondureños y ser los canales para la transformación nacional.
También seleccionaremos a nuestros representantes a cargos de elección popular: En el nivel Presidencial, en el nivel parlamentario con los diputados y en el nivel municipal. Por lo tanto, el votante debe analizar detenidamente a cada candidato presidencial, su formación, su capacidad profesional, su inteligencia emocional, su dosis de humildad y respeto a quien le otorga la responsabilidad de dirigir los destinos de la nación, es decir, al pueblo mismo. Igualmente analizar sus propuestas y la forma en que van a cumplir esa promesa electoral definida en su Plan de Gobierno y el equipo de personas con los que pretende hacerlo. Debe tomar decisiones informadas y pensadas, no dejarse llevar por la publicidad, la propaganda, el marketing, las canciones y la parafernalia electorera que es muy engañosa, sutil y poco profunda.
Es toral mejorar la calidad del Congreso Nacional sumido en la peor realidad de su existencia, mal conducido por neófitos y soberbios que no han entendido el papel tan importante en la democracia que juega el Poder Legislativo. Debemos pasar de las payasadas, los gritos, los insultos y descalificaciones al análisis y al debate serio de las propuestas de Ley presentadas por los mismos diputados o los autorizados a usar la iniciativa de Ley. Debemos pasar del inmovilismo a la acción legislativa efectiva manejando con capacidad y con inteligencia la construcción de consensos entre las bancadas que lo componen. Debemos asegurarnos que el CN no sea una oficina de trámite del Ejecutivo, sino que sea un ente cercano a las necesidades y aspiraciones de los diferentes sectores sociales que reclaman su actuación eficiente y que cumpla su misión de control sobre los otros poderes.
Por eso al postularme como candidato a diputado en esta oportunidad lo he hecho con profunda convicción ciudadana, con formación en derecho parlamentario, adquirido en la Academia nacional y extranjera, con el conocimiento y la experiencia adquirido en la vida, con la firmeza de las convicciones formadas en el seno de mi hogar con mis padres y hermanos, no lo hago ni por vanidad, ni por ambición, ni porque crea que lo merezca, lo hago porque creo que puedo aportar humildemente lo que me ha dado la formación académica, la instrucción personal, la lectura y mi roce cotidiano con nuestros ciudadanos, al perfeccionamiento del órgano legislativo para que cumpla su misión constitucional que ha sido distorsionada y pervertida.
Mi llamado es pues para que los correligionarios y compatriotas participen activamente con su voto en las elecciones internas, particularmente las del Partido Liberal donde se decidirá quién será el Presidente o Presidenta de Honduras después de 20 años afuera del poder, quiénes serán los nuevos representantes del pueblo en el CN y quiénes sus alcaldes y corporaciones municipales. Una votación masiva puede derrotar al fraude y a quienes se quieren robar la voluntad popular y asegurar que “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparezca jamás.
(*) Abogado y Notario. Catedrático Universitario. Aspirante a diputado por el PLH.