Gustavo Adolfo Milla Bermúdez*
Las relaciones entre los países de este continente deben ser objeto de una revisión, por los obstáculos políticos y económicos que frenan el desarrollo integral de nuestras naciones.
La propaganda que ha desplegado el socialismo del siglo XXI junto al comunismo internacional se muestra deliberadamente llena de atracciones. Porque Rusia aparece en regímenes determinados para ayudar y proteger los intereses que le son más favorables y no desaprovecha la ocasión para criticar definitivamente con la tradición del Estado capitalista. Hay naciones en este continente que han roto definitivamente con la tradición del Estado liberal. Y se orientan a regímenes socialistas como Venezuela, Nicaragua, Cuba y la Honduras con su mal llamado “social demócrata”.
No dejan de significarse algunos de los aspectos del espíritu democrático de las instituciones del vecino país que guardan una estrecha relación con su propio modo de ser. En la sede de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Isla de Manhattan, se libra una constante batalla ideológica y solo en ese organismo podemos pensar para una paz y armonía perdurables.
En este mundo extraño e inseguro, en el que nadie sabe si mañana estará vivo, en el que antiguos Estados desaparecen como la bruma de la mañana, no es fácil, para quienes en su juventud se acostumbraron a la solidez antigua, cree que lo que actualmente experimentan es la realidad, y no una pesadilla pasajera. Muy poco queda de instituciones y costumbres que en mi infancia padecían indestructibles como el granito.
Nunca como estos tiempos difíciles se piense en el Estado al servicio integral de la sociedad, principalmente en sus partes más débiles, que por su número deberían ser las fuertes. Para esto sería necesario que se reconociera, que el momento histórico nos exige una política económica de grandes masas, con obras sociales de magnitud extraordinaria. Grandes números para grandes sufrimientos colectivos. La política gubernamental no ha podido comprender, hasta hoy – por sus limitadas disponibilidades económicas, y una mala distribución del ingreso nacional, la totalidad y extensión de los problemas nacionales. En el orden internacional, ser amigo de una nación es comprenderla y no escombrar las rutas de su destino con intereses egoístas o tratar de sacar provechos indebidos de sus fluctuaciones políticas y económicas.
Un nuevo despertar para la humanidad, en esta hora de renovación de los supremos valores, el mundo social exige los grandes sacrificios de los pueblos. Un mundo diferente despierta sobre la superficie de la Tierra, después de siglos de dormir en el subsuelo de las nacionalidades. Lo que ayer parecía una utopía colectiva en materia social y política, puede ser hoy, un principio científico que necesariamente debe discutirse.
No se trata de discutir o determinar qué significa realmente un término, sino más bien de describir un fenómeno determinado en forma tan general como lo permitan los datos disponibles y buscar, luego, el término del lenguaje común que mejor pueda servir como signo útil para designar este fenómeno.
Nuestra sociedad está anquilosada con sus privilegios e intereses egoístas, y por sus vicios incontenibles. Los pueblos jóvenes son los que más deben luchar y renovarse, con toda su intensidad, en un mundo turbulento y convulsionado por intereses mezquinos, que son una grave amenaza para las libertades del hombre – que se nos presentan cada día en su extensión y cada día más lejanas de nuestro mundo de relación, y para las libertades colectivas, que a nacer irregularmente se están transformando en nuevas formas de opresión humana.
Es en estos términos como ha quedado planteado en el campo de la ciencia política, el dilema hoy se ha agudizado como nunca. Corresponde a la humanidad entera dar respuesta a la pregunta más grave que atañe a su destino: ¿Se salvará el Estado en este mundo desorientado o con el desaparecerá este planeta, que es un milagro del cosmos? O ¿por el contrario, como es lo deseable. Las nuevas instituciones políticas y económicas que están exigiendo imperiosamente los tiempos que corren. Quizás esto nos obligue a reflexionar de Goethe cuando se le preguntó: ¿Cuál es el mejor Gobierno? Y contestó: Aquel que nos enseña a gobernarnos por nosotros mismos.
¡No debemos sentir temor del mañana que impetuosamente llama a nuestras puertas!
*Lic. Economía Política.
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