“MUY contenta –mensaje de la amiga periodista– de formar parte del colectivo de Winston y el Sisimite”. “Justo ayer prácticamente terminé su libro (tenía otros en la fila)”. “Y la última frase de Neruda en el editorial de hoy es mi favorita”. “Saludos a la nena de los cuentos”. “Qué bonito ver en estos tiempos un niño que crea historias”. La amiga doctora: “Gracias por compartir su bonito editorial; grandes pensamientos resumidos en unas pocas frases”. La abogada amiga: “Awwww, precioso; me encantó todo, pero esas frases de cierre de los escritores”. Alusivo a la conversación de cierre: (-A propósito –vuelve el Sisimite– de la gratitud, otros autores en ocasión de tributos recibidos: “No hay mejor recompensa para un escritor que el afecto de sus lectores”. (Mario Vargas Llosa). -O bien –interviene Winston– “La verdadera gratitud no es la que se dice, sino la que se siente en el corazón”. (Octavio Paz). -“El elogio –cita el Sisimite– que más agradezco no es el que halaga, sino el que entiende”. (Miguel de Unamuno). -Cerremos con estas palabras –propone Winston– “Escribí para que otros soñaran, y ahora descubro que he soñado con ustedes”. (Pablo Neruda)).
“Presidente –mensaje de la jurista amiga– sus sueños por una Honduras más justa, más instruida, más empática, se sienten en cada escrito suyo; el que no logre entender su profundo amor por estas tierras, está como el que no toma vino…”. “Me encantaron las palabras del rector, realmente, yo también me siento agradecida por ese tintineo matutino que me avisa haber recibido el editorial del día”. Alusivo a esta otra conversación: (-¿Entonces, –pregunta la mamá, sobre la pérdida del buen hábito de la lectura– hay gente que no viene a nada a este mundo? -Sí, –responde la nena de los cuentos– y si vino al mundo y no tomó vino, a nada vino. -A nada vino, ja, ja, ja, a nada vino –ríen ambas– muy bien”). La abogada exfuncionaria amiga: “Yo también soy de las afortunadas que recibe muy temprano una dosis de reflexiones y conocimientos”. “Tengo tanto que aprender y resulta que así de gratis me llega de su parte”. “Muchas gracias por compartir su experiencia y conocimientos”.
(¿Cómo no apreciar –entra el Sisimite– palabras amables del colectivo al libro Kairós, como a lo que a diario transmitimos en los editoriales? Más aún en esta sociedad tóxica de ahora, empachada de groserías que los majaderos se destinan unos a otros. -Lo que trae a la memoria –ilustra Winston– la ironía de la poetisa, cuentista y humorista estadounidense, Dorothy Parker, en un convivio de escritores de ácidas rivalidades: “Recibir un elogio en este ambiente es como encontrar una rosa en un basurero: uno se pregunta si es un milagro o una trampa. En cualquier caso, ¡la guardaré antes de que alguien la pisotee!”. -¿Y qué decís –interrumpe el Sisimite– de la carta de Franz Kafka al amigo que intentaba convencerlo no interrumpir sus publicaciones?: “Cuando alguien alaba mis escritos, sospecho que no los ha leído… o que los ha leído demasiado bien. En ambos casos, prefiero no preguntar”. -Bueno, sin comentario –responde Winston– ¿y no ves cierta semejanza a lo de hoy con la ocurrencia de la periodista y escritora mexicana Elena Garro?: “En un mundo donde hasta los árboles murmuran críticas, un elogio es como un relámpago: brilla un segundo y luego todos preguntan si fue real o alucinación”. Pues, cierro –regresa el Sisimite– parafraseado a Carlos Fuentes, con estas palabras al colectivo: “Un testimonio de afecto no es un monumento, sino un diálogo. Gracias por permitirme seguir conversando con ustedes a través de las páginas y el tiempo”. O como diría –finaliza Winston– Ernest Hemingway: “Nada se escribe en soledad. Cada palabra tiene la sombra de quienes la han leído con atención. A ustedes, mi gratitud”).