A través de la historia muchos personajes han pregonado la honestidad como una de las grandes virtudes. Se dice que en la antigua Grecia, el gran filosofo Diógenes andaba con una linterna buscando un hombre honesto entre la población. En Honduras, la honestidad no se estila. El decir común propugna que el que “no roba en un puesto público, es baboso al no aprovechar la oportunidad para lucrarse”. Si de buscar honestidad entre nuestros gobernantes y servidores públicos se trata, no habría suficientes linternas para alumbrarnos entre tanta oscuridad y falta de honestidad.
La falta de honestidad y el egoísmo nos empujan a pensar solo en el bien personal sin considerar el bien común. Al respecto, dos grandes filósofos ingleses del siglo 17, Thomas Hobbes y John Locke, iniciaron una discusión acerca de la naturaleza del humano desde dos puntos de vista. Hobbes pregonaba que los humanos son inherentemente egoístas y centralizados en el “yo” y Locke pregona que el humano es inherentemente bueno y ungido del bien por gracia divina.
Desde mis observaciones empíricas de la sociedad hondureña me inclino más por los pensamientos de Hobbes. El egoísmo empuja a las personas hacia la deshonestidad y cuando dicha deshonestidad no encuentra castigo o impedimento, continúa su avance dañando a la colectividad sin que el hechor tenga temor a las consecuencias. Esto se manifiesta en el comportamiento de los servidores públicos, empresarios y ciudadanos comunes y corrientes. La honestidad no figura como prioridad. La espiral de deshonestidad nos ha capturado y vamos cada vez más descendiendo al caos de corrupción que nos pone en la palestra mundial como un Estado fallido. Esto resulta en quebranto económico y moral de la sociedad entera.
En lugar de andar como Diógenes con una linterna debemos promover y celebrar la probidad, honestidad y entereza entre los individuos. Recordemos que la honestidad nace en cada uno de nosotros. Si no somos honestos con nosotros mismos, qué podemos esperar de los demás. Seamos honestos y promulguemos dicha virtud a los cuatro vientos. Quizá así, lograremos rescatar a nuestro país de las garras de la corrupción y la deshonestidad.
En este año de elecciones, ojalá escojamos personas honestas. Al analizar los candidatos que pugnan por el poder, hagamos la pregunta si dicho candidato es honesto y capaz para juntos, pueblo y gobierno, llevar a este país hacia un mejor futuro.
Rafael Calderón
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