José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956)
Profesor, crítico, ensayista y poeta. Su labor poética integra una decena de libros, desde Rotonda con estatuas (1990) hasta Nadar en seco (2022), con reconocimientos como el Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, el Premio Hermanos Argensola o el Premio Espadaña, concedido a su obra literaria. Entre sus entregas en prosa están el diario Reencuentros, el libro de entrevistas Palabras adentro, y Protagonistas y secundarios, selección de artículos y reseñas. Ha preparado ediciones de Juan Ramón Jiménez, Joan Margarit, Luis García Montero y Eloy Sánchez Rosillo; también prologó libros de Luis Felipe Comendador, Herme G. Donis, Javier Sánchez Menéndez y Karmelo C. Iribarren, entre otros. Ha publicado varios volúmenes de aforismos y colabora como crítico en la revista Turia y en el suplemento digital Los Diablos azules de Infolibre.es. Sus últimas entregas son el ensayo Paso Ligero. La tradición de la brevedad (siglos XX y XXI) (2024) y el libro de microrrelatos Fuera de guion (2024).
Selección de poemas del libro Nadar en seco (Crátera / Isla Negra, 2022)
EPIFANÍA
Ordinal necesario,
la pulcritud se aplica en dar textura y forma
al poema feliz.
Es palabra con alas que despierta
el hilo en el ovillo
de los sueños.
El poema desciende luminoso,
anuda pies en la belleza
y remoza pequeños propósitos baldíos
pues no contiene lastre
y conoce remedios
contra el cerco de cualquier decepción.
Auroral, el poema
asordina la angustia
y no marchita pasos
en la tierra de nadie
del chantaje afectivo.
Sus palabras exigen
que tenga la avidez
salina de lo intenso
y disloque en el aire
toda asepsia expresiva.
Que soporte la ley
gravitatoria y se mantenga
sobre la cuerda frágil de sí mismo,
como un don disponible
que sostiene el azul
y todo empieza.
Debe saber también,
hecho gesto final,
guardar los extravíos
bajo el techo solar
de la esperanza.
AQUÍ
Nada y todo ocurre en todas partes
PHILIP LARKIN
Es aquí donde estoy,
entre grietas de un yo parapetado
en las profundidades
de sí mismo.
Habito un cuarto exiguo
donde nada hay detrás,
salvo el triste vacío
de paredes sin lustre.
Soy un plano que muestra,
maltrecho y solitario,
el retraso gastado de caminos
que ya se desvanecen.
Mi reclusión carece de secretos.
En las puertas del frío,
necesito encontrar
en cualquier prisa
el sol en casa;
un cuerpo que sostenga
el temblor de la luz.
ALCANTARILLAS
Se aposenta la noche.
El rojo escalofrío
de una rata furtiva
distancia mi linterna.
Cerca, suena un goteo
con trasiego de sístole.
La percusión empoza
el manchón aterido de los muros.
Aquí yace dormida la belleza;
su destello cansado dictamina
que ningún cielo existe.
En el hedor, la náusea,
el escorpión de los desasosiegos.
Pero nada socava
el afán de seguir.
Camino a tientas,
en el fondo de un mar a media noche.
Sé que soy mientras busco.
NADAR EN SECO
El tiempo que no tuve, nada en seco.
En él cada brazada recolecta
los acordes secretos de la profundidad.
De cuando en cuando,
rasgan la superficie huecos húmedos
de cuyo fondo emergen
estelas de luciérnagas.
Mas un sudor salobre
desdice la quietud,
impulsa cercanía
hacia el contorno exacto del trascielo.
No dejo que el cansancio me carcoma.
Sacudo el agua ausente.
En los brazos maltrechos
hay jirones de mí.
NUBE
Conoce la indigencia
el pacto con mi sed adormecida.
Al descorrer su velo la mañana
la recibo en silencio y nada pido.
Si acaso, el afán limpio de una nube
que dibuje al descuido su textura,
la silente veleta de una niñez ingrávida.
Y que la nube un día
sea brote, secreto fugitivo
en la estepa del cielo;
lluvia fértil
que asienta entre los párpados
un temblor auroral,
la claridad pujante del comienzo.
LOS CAÑOS
Como ayer, todavía
se zambulle en los caños
la frágil convicción
de dar molde a las piedras.
Despereza muy cerca
el lejano revuelo
de la casa sin nadie,
las nubes, sus azares,
el frontón, las esquilas,
el rastrojal con bozo
y los pinares…
Son auroras del viaje
que completa
el pautado cumplir de los regresos;
el escenario intacto
del niño que no sabe
que a cada cual su cielo y su repliegue.
Hoy me nombra de nuevo
la clara voz del agua
dormida en su angostura.
Sobre la sed ferrosa pongo el labio,
sorbo zumo en el borde
y es un cuenco repleto de nostalgia.
Si arracimo las gotas
y su vuelo de pájaros,
un niño en soledad
bebe conmigo.
DEFENSA DE UN PAISAJE
Las formas y las luces de los atardeceres,
el silencio y las calles que velan lo escondido,
las esquinas proclives al paso solitario,
la rueda de los sueños que esgrimimos como razón de ser,
la lumbre que moldea sin descanso
cambiantes espejismos,
la decepción mañana y la utopía de carbón mineral,
la rosa que lacera
y la gota de sangre;
la inercia de mirar el vuelo de los pájaros,
los hechos trasmutados en memoria,
las manos que no piden nada a cambio
y nunca llegan tarde.
Aquello que perdura cuando cierro los ojos:
la casa, el pan y el verso que me busca.
El tiempo que repuebla la ceniza
al negarnos tres veces.
La niebla que nos crece
en el fondo del cuerpo y nos diluye.
El tragaluz oscuro y el pacto de vivir.
DON JUAN
a vida imita al arte
OSCAR WILDE
Un día la pasión no es más que un resto,
una filosa esquirla
que la tarde enmohece.
La realidad futura se convierte
en solar insalubre;
un mercadillo antiguo
por donde trapichean los recuerdos.
Cuando no queda nada,
respirar es un modo
de esparcir la ceniza y los escombros.
El reguero biológico malvive en su estiaje;
se cansa y aborrece
la pálida sentencia.
Qué inútil el vigor de tanto sueño;
llegó a tiempo el eclipse.
Aquí la vida desconoce al arte.
INSISTENCIA
El seco desconcierto del poema
se hizo hueco en el aire
y quedó mudo.
Incapaz de hablar solo,
arrastra a cuestas
las quejas quebradizas
del vacío;
alega que las manos
agotan su apatía
en torpes maniobras caligráficas.
No hay señales del hilo
que concede equilibrio a las palabras.
Asépticas buscaron un punto de caída,
una hendidura,
igual que voces muertas,
o inertes garabatos expandidos
en la nada marmórea.
Pero busca un después
contradictorio la insistencia.
El afán se empecina en el rescoldo
con el improvisado crepitar
de un fósforo.
Y renace en el cóncavo regazo
el asomo de luz, la rama nueva.
Aquello que nos queda por decir
cuando resbala
en la escarcha indecible
la pisada convulsa del poema.
(Poemas del libro Nadar en seco, 2022)