Klára Goldstein: todo esto debe ser registrado

Klára Goldstein (1988) estudió Filología Checa y Literatura en la Universidad Palacký de Olomouc, donde luego continuó sus estudios de doctorado, aún inconclusos. Como historiadora literaria, se ocupa principalmente de la poesía checa de entreguerras y de la personalidad y obra de Pablo Neruda y su recepción en el contexto de la cultura checa y checoslovaca. En 2019 publicó una monografía sobre Pablo Neruda. Sus libros de poesía publicados hasta la fecha son Milíře (2016), Kenotaf (2018), Falkenfrau (2021), que fue nomimado al premio literario Magnesia Litera, Deště Maierniggu (2022) y Birán (2025). En 2015 recibió el premio literario František Halas para los poetas jóvenes menores de treinta. Tambén trabaja como traductora y editora y colabora con varias revistas literarias. Hasta el momento, sus poemas han sido traducidos al polaco, inglés, español, gallego, alemán, esloveno o griego. En 2024 fue publicada una antología de sus poemas en español en Madrid, en 2025 preparó como traductora y editora una antología bilingue checo-española de poesía checa contemporánea El vuelo lejano a lo lejos.

mi menor

Pero todo esto debe ser registrado.
La mente se ramifica en lugares más altos,
parecida a la copa impenetrable de un plátano.
Alcanza las ventanas de lo probable.
Toca la pintura negra desconchada
de las barandillas de los balcones,
que han sido tocadas por decenas de manos
desde marzo del año noventa y ocho.
Alguien rayó las iniciales allí ese verano,
antes de que las naciones se movieran adelante.
Antes de que los desdichados medio ciegos
se abrieran paso a tiros a través de la línea defensiva.
Alguien estaba cultivando helechos allí.
Alguien miraba hacia la calle
mientras la furiosa corriente de Soča arrastraba
los cuerpos azulados hacia el olvido.

La mente tiene un tronco liso y brillante,
parecida al ancho impresionante de un plátano.
Penetra la tierra con una profundidad de siglos.
Está dejando caer sobre nosotros extrañas frutas alienígenas,
que recogen los niños ventosos cuyos antepasados
fueron decapitados con las espadas de Jan Sobieski.
Está dejando caer sobre nosotros
la memoria de casas de piedra,
el relincho de los establos del príncipe Eugenio.

Y todo esto debe ser registrado,
antes de que corras esos pocos metros lluviosos
hasta el Café Landtmann
y te sientes en una silla centenaria.

Alguien miraba hacia la calle.
Ahora soy yo la que mira.

/ / /

Redondas y calientes al tacto – ciudades festivas.
Cruzas la calle y todavía puedes escuchar las vías
chirriando detrás de ti.

Por las ramas desnudas desciende el cielo
de ese color antinatural,
una tinte apto para grandes salas.

La nieve quiere intervenir en la trama.
Coge el último tranvía de la noche,
se tira bajo los pies, al silencio,
y en algún lugar del norte a la cara del caído en el istmo de Carelia,
espesa e inaudible como la oscuridad ciega.

Redondas y calientes al tacto – ciudades festivas
con una columna vertebral girada en el taller de violinero.
Ciudades balbuceando en el discurso directo del vino,
estiradas desde el estreno hasta el reflejo matutino en la ventana.
Tanta madera, tanta piedra,
tanta calidez en la confluencia de voces.
Ciudades donde hicimos el amor –
olvidadas como una camisa debajo de una almohada.

Puedes escucharlas sollozar
un momento después de la ventisca
en la línea de bajo del viento.

///
El azul de Prusia de la lluvia
vuelve a defenderse ante sí mismo.
Las flores mojadas golpean el cristal desde el exterior.
La tormenta está cavando en la tierra.
Arando el óxido de las bayonetas de los campos cerca de Wagram,
silencio muerto en las profundidades.
Y luego ataca docenas de tejados.
Por pura impotencia.
Sin una dirección clara.

Como si los ancestros se sentaran alrededor de la mesa,
ellos, quienes luego escribieron en las crónicas
sobre esa terrible capitulación.
Es como si te estuvieran preguntando sobre el tacto
de frío metal que vuela,
sobre un refugio seguro o la Gran Fuga.

No dejas de aplastarme la mano hasta la madrugada.
La respiración es profunda.

Puedes oler el cálamo.
La lengua de una criatura alada.

///
sotto voce

Suave como una consonante palatal
roza en el mismo sitio
la lengua de tu maestro.

Con esa fragilidad
que pertenece al arpa
y a las hojas ineducadas de los tilos.

Quebrar una pregunta ahí
donde se junta con otra.
Penetrar en la oscuridad disonante
de manera tan cristalina.

Por el olor húmedo de marzo
se apresura la voz.

///

El día empieza
como el tercer movimiento de la Tercera de Brahms.
Esa multiplicación febril de números
tan sagrados
que tenemos que entrar al centro del círculo
sin palabras y sin mirar atrás.

Entonces bajamos
justo estas escaleras.
Solo que el camino está bloqueado.
Ni la mirada hacia abajo ofrece una explicación.

De repente mezclas el café tan bruscamente
que no tiene sentido contar ese sueño otra vez.
Más bien cogerte de la muñeca,
interrumpir el movimiento,
dejar que dudes
para que sea como entonces.

/ / /

El hielo del recuerdo nos desgarró por dentro,
hasta que nuestros interiores han irrumpido el uno en el otro,
empapado en el silencio de ese momento invernal
más allá de la frontera de la boca.

En un paisaje tan blanco que duelen los ojos
solo un grito depredador voló hacia abajo.
Halcones a la caza.
La suavidad del plumaje.

Lo que sabemos el uno del otro
la muerte tenía que repetirlo
tal vez tantas veces que ya no tiene fuerzas.
Tal vez tantas veces que hemos pasado por el tamiz
para siempre.

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