Los primeros migrantes hondureños deportados este viernes desde Estados Unidos por la Administración de Donald Trump, más de 300, llegaron a su país entre la tristeza, la impotencia y la frustración por regresar a su país sin nada.
Algunos de los migrantes, que eran esperados en el Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales, de la Lima, departamento de Cortés, en el norte de Honduras, relataron escuetamente, algunos llorando, la pesadilla en que se convirtió su «sueño americano».
«Es muy duro, me fui porque aquí no conseguía trabajo», dijo una migrante de 22 años, quien ahora espera que el Gobierno de su país, que preside Xiomara Castro, le brinda un empleo.
Otro deportado, dijo que ni siquiera conoció Estados Unidos, porque esta semana, cruzando el río, fue capturado y lo deportaron, mientras un compatriota suyo, de unos 50 años, que fue compañero de vuelo en uno de los dos aviones militares estadounidenses que llegaron hoy, dijo que él estuvo cinco años en el país del norte y algo pudo hacer por su familia en Honduras. Además, dijo que sería «loco», si regresara a Estados Unidos.
Los más de 300 migrantes deportados llegaron en dos aviones militares y dos civiles de vuelos chárter.
En el segundo avión militar, que llegó a La Lima cayendo la tarde, venían muchas mujeres y niños.
Otros jóvenes retornados llegaron a su país con sentimientos encontrados, la alegría de reunirse con la familia que dejaron hace unos pocos años y la tristeza por los hijos que dejaron en Estados Unidos, nacidos en ese país.
Los migrantes fueron recibidos por una misión oficial del Gobierno encabezada por el canciller hondureño, Eduardo Enrique Reina, como parte de un programa de emergencia «Hermano, hermana, vuelve a casa», mediante el cual se otorgará a cada migrante deportado un bono para alimentos y 1.100 dólares, para que pueden emprender alguna actividad que les genere ingreso económico.
Con los deportados hoy, solamente de Estados Unidos, superan los 2.000 en el primer mes de 2025, según registros oficiales, a los que se suman alrededor de 1.000 devueltos por México y Guatemala.
Los dos aviones militares con migrantes deportados se estacionaron al final de la pista del aeropuerto, frente a la Base Aérea Armando Escalón, y el Centro de Atención al Migrante Retornado, donde eran esperados por la comitiva encabezada por Reina, quien dijo a los periodistas que su país le ha pedido a Estados Unidos que el retorno sea «seguro y digno».
Autobuses amarillos esperaban a los migrantes para llevarlos a sus comunidades de origen, como parte del apoyo gubernamental.
Las duras medidas migratorias que está ejecutando la Administración Trump suponen para muchos hondureños olvidarse por algún tiempo de regresar a Estados Unidos y a la vez una preocupación, porque Honduras no les garantiza un empleo, ni seguridad ciudadana.
Para algunas analistas, los 1.100 dólares que pueda darle el Gobierno a cada migrante deportado no es suficiente para emprender un buen negocio, además, el desempleo en el país es tan alto, que los miles de retornados que son esperados, difícilmente podrán conseguir un trabajo.
La falta de oportunidades de trabajo, los bajos salarios y la inseguridad figuran entre las principales causas por las que miles de hondureños, no de ahora, abandonan su país cada año, no solo a Estados Unidos, también a Europa, principalmente a España.
Honduras es un país con diez millones de habitantes, de los que alrededor del 63 % son pobres, según fuentes oficiales, que además calculan que en el exterior viven 1,8 millones de hondureños, en su mayoría en Estados Unidos.
Los migrantes hondureños en el exterior representan para su país la mejor fuente de divisas, por las remesas familiares que envían cada año, las que en 2024 rozaron los 10.000 millones de dólares, que representan entre el 25 y 30 % del Producto Interno Bruto (PIB).
En 2024 los migrantes hondureños deportados sumaron alrededor de 37.500, cifra menor en un 30,1 % en comparación con los de 2023, según fuentes oficiales. EFE