“HACE días que no entraba en KAIRÓS; –mensaje de la vieja amiga– siendo un libro de cabecera tiene la bondad de dejarse abrir sin saber con qué nos sale”. “Hoy, elegías”. “De cada uno recordé momentos y estoy con voz cortada”. “Otros días risas y sonrisas”. “Es, sin duda, un productor de sentimientos y enseñanzas”. “Pero así, poco a poco, hoy con el café con pan de la tarde, es siempre una gran compañía”. La lectora amiga de los DD. HH.: “He puesto un “sticker” de los suyos en mi estado”. “El mensaje que nos deja es inspirador y vale la pena que tomemos conciencia y leamos. Cómo me gustaría que los patentara así todos los que ven nuestro estado, que la verdad son muchos, se inspiren a leer y culturizarse medianamente. Pero es importante que sepan de dónde proviene tan buen mensaje y tanta originalidad. Usted es un educador nato tal como lo fue –a propósito, ya que hoy es su día– Don Juan Bosco”.
Una amiga periodista: “Sí, yo adoro a los gatos”. “Aún en la actualidad, en Escocia en las licorerías mantienen gatos para que controlen a las plagas”. “En la edad media las mujeres que llamaban brujas, eran esas que sabían de medicina natural y de la importancia de la limpieza por eso también tenían gatos para controlar las ratas”. Alusivo a la conversación de cierre: (¿Leíste –entra el Sisimite– eso de los gatos vinculados a la hechicería? -Esas supersticiones satanizándolos –responde Winston– en defensa de los gatos (no hay tales pleitos de chuchos y gatos), nacen en la edad media. “El mito de los gatos y la hechicería tiene mucho que ver con las antiguas cerveceras medievales y la persecución de mujeres en un contexto donde se les quería excluir de ciertos trabajos”. “Lo irónico es que elementos como los calderos, los sombreros puntiagudos y los gatos, que eran parte de su vida cotidiana, terminaron convertidos en símbolos de la brujería”). La historia que cuenta la IA más o menos es la siguiente: “En la Europa medieval, muchas mujeres se dedicaban a la producción de cerveza artesanal en casa”. “Para identificarse en los mercados, solían llevar sombreros altos y puntiagudos, lo que más tarde se convertiría en un símbolo clásico de las brujas”. “Las cerveceras tenían gatos en sus hogares y lugares de trabajo para proteger sus granos e insumos de ratas y ratones”. “Los gatos, asociados a lo misterioso y lo sobrenatural, con el tiempo fueron considerados compañeros de brujas o incluso sus espíritus familiares”. “Para preparar la cerveza, las mujeres utilizaban grandes calderos donde fermentaban los ingredientes”. “Con el auge de las supersticiones sobre brujería, estos calderos fueron reinterpretados como herramientas para hacer pociones mágicas”. “Las cerveceras mantenían sus áreas de trabajo limpias barriendo con escobas”. “Con el tiempo, la imagen de la escoba se asoció con la brujería y los supuestos vuelos mágicos”.
(Y sabías –entra el Sisimite– ¿que “cuando la producción de cerveza se convirtió en una industria lucrativa, los hombres comenzaron a desplazar a las mujeres del oficio y para desacreditarlas, se les empezó a acusar de brujería, lo que desató persecuciones”? -Eso explica –interviene Winston– cómo la malicia de los lanas que se quedaron con el negocio de las cerveceras manosearon la imagen de la mujer con su sombrero alto, su caldero, su escoba y su gato negro hasta convertirlas en el estereotipo de la bruja. -Pero todo mal –vuelve el Sisimite– trae consecuencias. “Durante la caza de brujas en Europa, se creía que las brujas podían transformarse en gatos o que los gatos eran demonios disfrazados”. “Esto llevó a la matanza masiva de gatos, lo que paradójicamente contribuyó a la proliferación de ratas y la propagación de enfermedades”. “La Peste Negra azotó Europa entre 1347 y 1351. Murieron entre 75 y 200 millones de personas. En Europa perdiendo aproximadamente entre el 30 y el 50% de su población”. -Pero no hay mal que por bien no venga –filosofa Winston– “el colapso demográfico tuvo consecuencias profundas en la economía, la sociedad y la cultura medieval, acelerando el fin del feudalismo y dando paso a cambios estructurales en el mundo occidental”. -Pero te cuento –tercia el Sisimite– que en aquellos años se conocía como la “Gran Mortandad” (Magna Mortalitas) o “Peste Grande” y fue hasta en el siglo XVIII que los historiadores la denominaron peste negra (“black death”), por sus síntomas de manchas oscuras resultado de “la necrosis de los tejidos debido a la infección por la bacteria Yersinia pestis, transmitida por pulgas de ratas”. -Es de imaginar –concluye Winston– también debió de haber sido por el terror y la desesperanza que causó. La moraleja es que hay que querer y cuidar tanto a los gatos como a los chuchos).