Washington (AFP). Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y República Dominicana recibirán a partir de este sábado al jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, abrumados por un Donald Trump empoderado que ha declarado la guerra a la migración y resucitado «los fantasmas del imperialismo».
Ya conocían el estilo del republicano por su primer mandato, del 2017 a 2021, pero, a la luz de la decena de decretos presidenciales firmados en poco más de una semana, la era 2.0 promete ser cataclísmica, con reformas por doquier.
En su primer viaje como secretario de Estado, Rubio llegará a América Latina con dos prioridades: la migración y la seguridad.
El viaje se anunció antes de las tensiones entre Estados Unidos y Colombia por el envío de migrantes en situación irregular en aviones militares y algunos de ellos con grilletes.
Trump contó que Rubio gestionó con él la respuesta: amenazas de aranceles y otras sanciones a Bogotá si no entraba por el aro.
Después de esta crisis Rubio «llega en un escenario en el que todo el mundo está muy asustado porque ya Washington mostró los dientes y ya sabemos qué es lo que pasa cuando no seguimos los dictámenes», explicó a la AFP Sandra Borda, profesora de ciencia política de la Universidad de los Andes.
Su primera parada será Panamá y el ambiente es crispado.
El magnate republicano quiere «recuperar» el control del Canal de Panamá porque cree que está bajo influencia china, para lo cual no descarta el uso de la fuerza militar.
En su plataforma Truth Social acusó esta semana al país de intentar retirar a gran velocidad «los letreros que están escritos en chino» porque «China controla el Canal de Panamá. ¡PANAMÁ NO SE SALDRÁ CON LA SUYA!», escribió.
También se espera que Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, aproveche para defender a los gobiernos conservadores.
Será el caso de El Salvador, cuyo presidente Nayib Bukele es considerado modélico por su despiadada guerra contra las pandillas y la delincuencia, a pesar de las críticas de las organizaciones de derechos humanos.
En República Dominicana, el presidente Luis Abinader ha puesto en marcha una política no muy alejada de la de Trump, con su promesa de expulsar a los haitianos en situación irregular y la construcción de un muro en la frontera con el país más pobre del continente.
En Guatemala, el presidente Bernardo Arévalo, elegido en parte por su promesa de combatir la corrupción, se apresuró a cooperar con Trump aceptando a migrantes expulsados.