German Edgardo Leitzelar Hernández
Los términos “izquierda” y “derecha” como ideologías políticas nacen en la Revolución Francesa. En las sesiones de la Asamblea Nacional, organizados físicamente en el recinto, los que eran conservadores o monárquicos se ubicaron a la derecha del presidente y los reformistas o radicales, quienes en aquel momento abogaban por cambios profundos en las estructuras políticas y sociales, se ubicaron a su izquierda. Breve o extensa, historia e ideologías han dado forma al desarrollo humano y aunque se vean como opuestas, al analizarlas objetivamente se aprecian premisas comunes y universales. Ambas buscan el bienestar de las personas, progreso económico y estabilidad social. Sin embargo, variados conflictos surgen de interpretaciones sesgadas, implementaciones desvirtuadas e instrumentalización de estas ideas para fines particulares.
En ideologías de derecha la libertad individual sobresale. Margaret Thatcher afirmaba que «la sociedad no existe, solo existen los individuos y las familias». Este pensamiento destaca el papel del esfuerzo individual en el progreso y desarrollo. En contraste, el socialismo, representado por Karl Marx, promueve solidaridad y responsabilidad colectiva que garantice el bienestar común, aboga por solidaridad y responsabilidad colectiva, garantizando que nadie quede atrás en la búsqueda del bienestar común. Fusionar estas ideas revela que tanto libertad como responsabilidad son esenciales para tener sociedades equilibradas. Libertad sin responsabilidad es egoísmo, y responsabilidad sin libertad asfixia innovación e iniciativa personal.
Las derechas defienden orden, estabilidad y respeto por las instituciones. Edmund Burke, pensador conservador, decía que el cambio debía ser gradual y basado en el respeto por las tradiciones. En contraste, socialistas como Salvador Allende destacaron la justicia social como base para construir sociedades más equitativas. Ambas perspectivas buscan crear espacio para prosperar. Pero, cuando se interpretan mal, el autoritarismo o caos aparecen. La clave es equilibrar orden y justicia social, necesidades de toda sociedad.
Ambas vertientes dan importancia a la educación. John Stuart Mill, un liberal clásico, creía que una sólida educación era base para el ejercicio de la libertad. Por su parte, Paulo Freire, un educador socialista, promovía a la educación como la herramienta para la emancipación. Ambos coincidían en que el conocimiento empodera y transforma sociedades. La desviación ocurre cuando la educación se usa para adoctrinar en lugar de fomentar el pensamiento crítico y la diversidad de perspectivas.
En términos económicos, la derecha defiende al libre mercado como un motor de innovación y crecimiento. Ronald Reagan impulsaba políticas para fortalecer la iniciativa privada. En el otro extremo, Fidel Castro priorizaba que los beneficios económicos llegaran a todos los ciudadanos. Estas visiones no son excluyentes, sino complementarias. Un sistema económico saludable debe combinar competencia justa y protección a los más vulnerables. La polarización impide ver que estos enfoques pueden coexistir. Cuando estas ideas fracasan es por las malas interpretaciones y falta de visión al implementarlas. Ideologías convertidas en dogmas no se adaptan a la realidad de las personas.
Libre mercado sin regulación degenera en «capitalismo salvaje», profundizando desigualdades, mientras que énfasis excesivo en igualdad conduce a sistemas opresivos que asfixian la libertad individual y termina siendo “no capitalismo” pero igual de salvaje, en ambos casos el problema es la falta de balance, no sus principios. Estas ideas no son excluyentes, son complementarias, así un sistema económico saludable debe incluir elementos de ambos enfoques, promoviendo competencia justa y protección a los más vulnerables. Ignorar que estas perspectivas pueden coexistir, polariza y confronta de manera estéril.
Como ejemplos de liderazgos que integraron estas visiones tenemos a Nelson Mandela quien demostró que la lucha por la justicia social respetando las libertades individuales existe. Su liderazgo curó divisiones, demostrando que unidad y diversidad son fortalezas y al Papa Francisco quien promueve «capitalismo con rostro humano» y la necesidad de economías al servicio del bien común, demostrando que las ideas no son enemigas al abordarlas con apertura y voluntad conciliatoria.
La humanidad no requiere divisiones ideológicas, necesita comprender estos valores compartidos, fusionar perspectivas, y construir sociedades libres, justas y responsables. El desafío no es elegir una u otra, sino rescatar lo mejor de ambas como lo hace la socialdemocracia.
“LA IDEOLOGIA DEBE UNIR Y SERVIR A LAS PERSONAS, NO DESTRUIR”
Abogado laboralista independiente
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