Diputado y la necesidad de una democracia productiva

Dennis A. Castro Bobadilla*

La figura del diputado es pilar en los sistemas democráticos, concebida para garantizar una representación efectiva de la ciudadanía y para legislar, fiscalizar y gestionar en beneficio del bien común. Según las normas constitucionales, los diputados deben dedicarse a la creación, reforma o derogación de leyes, la fiscalización de los actos del Ejecutivo, la aprobación del presupuesto nacional y la resolución de problemáticas sociales a través de su trabajo parlamentario. Estas tareas son cruciales para el desarrollo y bienestar de la nación, pero también exigen preparación académica con una base jurídica, integridad y compromiso ático.

En la práctica, sin embargo, muchas legislaturas han degenerado en espacios ineficientes y corruptos. En lugar de ser motores de una democracia productiva, se convierten en refugios de intereses personales o partidistas. Muchos diputados actúan como sanguijuelas eternas del erario, ocupando sus cargos más por lealtades políticas, nepotismo o alianzas cuestionables que por méritos reales. Son pocas las iniciativas legislativas que verdaderamente responden a las necesidades sociales, mientras abundan los casos de inacción, ausentismo o complicidad en actos de corrupción.

La perpetuación de estos problemas amenaza los cimientos de la democracia, especialmente en contextos donde el narcotráfico, el lavado de dinero y las maras tienen influencia en los procesos electorales. En estas situaciones, los parlamentos se convierten en plataformas transversales de la población para proteger intereses ilícitos, dejando de lado su rol como agentes de cambio social. La falta de filtros adecuados para garantizar la idoneidad y honestidad de los candidatos permite que personajes sin preparación ática ni compromiso asuman un poder que no utilizan en favor de la sociedad.

Frente a esta crisis, es imperativo fortalecer los mecanismos que promuevan una democracia productiva y no un sistema que favorezca a quienes se aprovechan del presupuesto público sin aportar valor real. Para lograrlo, los partidos políticos deben asumir su responsabilidad en la selección de candidatos a diputados, priorizando perfiles que cumplan con criterios estrictos de idoneidad, preparación académica, experiencia relevante y ática comprobada. Algunas medidas necesarias incluyen:

1. Evaluaciones académicas y técnicas, que aseguren el conocimiento mínimo para legislar y fiscalizar con eficacia. 2. Pruebas de integridad y antecedentes, realizadas por instituciones independientes para evitar la infiltración de intereses delictivos, hay hoy ejemplos de delincuentes condenados y algunos con sentencias firmes en diferentes crímenes, y así son diputados.
3. Renovación periódica y límites a la reelección, para impedir que el Congreso se convierta en una carrera vitalicia para personas que sólo buscan lucrarse del erario. Sólo es de fijarse, hay quienes tienen 2 y 3 plazas en diferentes instituciones, de día y de noche: ¿qué han presentado en crear, reformar o derogar leyes? Además, es fundamental construir una visión parlamentaria enfocada en resultados tangibles para la ciudadanía. Una democracia productiva socialmente exige que los diputados trabajen en proyectos de ley que fomenten la inclusión, el desarrollo económico y la mejora de la calidad de vida, dejando de lado el oportunismo y los intereses particulares. Los congresos no deben ser centros de privilegios, sino espacios donde las decisiones se tomen en función del bienestar colectivo.

Para recuperar la decencia parlamentaria y reconstruir la confianza ciudadana, es necesario romper con el modelo actual de representación ineficaz y corrupta. Solo a través de una combinación de transparencia, meritocracia y compromiso social será posible consolidar una democracia donde los diputados sean agentes de cambio y no sanguijuelas eternas que dilapidan los recursos públicos. Una nación solo puede avanzar si quienes legislan lo hacen con visión ática y dedicación a la justicia social. Hoy día sólo hay que recorrer planillas, y nos encontraremos esas sanguijuelas, tele habladores sin ninguna visión parlamentaria, chuteadores que al fin y al cabo ninguno pasado o actual ha demostrado siquiera un ápice de noción de conocer que se hace en su aspiración. De continuar lo mismo, seremos una nación eternamente subdesarrollada. Ya le dimos la oportunidad a los caquistócratas nacionales, y vean el país que tenemos. Ud. Decide, si continuamos igual, o empezamos un cambio profundo y no simple maquillaje de lo que ya vivimos.

*Prof., Dr. y Abg.

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