1935: semillas peruanas para Honduras

Jorge Raffo*

Rubén Barrientos llevaba un poco más de dieciséis años como cónsul del Perú en Tegucigalpa y con mucho entusiasmo comunicó a Arturo Aguilar, jefe del servicio consular peruano en Lima, que el diario “El Cronista” de Honduras había publicado, en julio de 1934, dos artículos sobre la bandera peruana del prestigioso escritor Enrique López Albújar, iniciador de la corriente indigenista en la tierra de los incas (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Caja 8-29-B,año 1934,of.30 jul1934). Julio es, además, para los peruanos, el “Mes de la Patria” porque el 28 de julio de 1821 habían jurado su independencia política de España. Es por ello que la acción periodística de “El Cronista” fue tomada como un gesto de homenaje a la nación peruana.

Barrientos veía en estas publicaciones culturales señales de una mejoría económica que se reflejaba en el arte y la literatura bilaterales, es por eso que en 1935 se enfocó en promover los lazos económicos en un área que, a su juicio, Honduras y el Perú podían desarrollar producciones complementarias: la agricultura. La oportunidad se presentó en febrero de 1935 cuando el diputado Álvaro Suazo le solicitó una arroba de semilla de alfalfa arbórea de la zona cercana a la ciudad de Trujillo (ubicada a 561 kilómetros al norte de Lima) para su examen, evaluación y posible importación a Honduras (MRE, Caja 8-29-A, año 1935, of.8feb1935). Barrientos no solo solicita a Lima el envío de esa semilla sino de otros frutos también (sandia, aguacate y maíz morado). Suazo, representante de La Ceiba donde la Standard Fruit and Steamship Company tenía importantes extensiones de terreno, quería brindar a los agricultores locales de su circuito electoral otras opciones que no fuesen la producción de bananos e, indirectamente, deseaba desvincularlos de una sumisión laboral que había terminado por dominar sus vidas.

¿Las cifras del comercio bilateral justificaban la visión de Barrientos? En los primeros días de junio de 1935 (MRE, Caja 8-29-A, año 1935, of.20jun1935) el periódico “Diario Comercial” de San Pedro Sula publicó las cifras del comercio hondureño-peruano de 1933 y 1934 que muestran un ritmo ascendente. Mientras que, en 1933, las exportaciones peruanas fueron de 22,9 millones de soles equivalentes a USD$ 1,5 millones de dólares (valores del año 1930), es decir, L.3 millones de lempiras de la época; las importaciones peruanas procedentes de Honduras fueron 9,1 millones de soles equivalente a USD$ 600 mil dólares o L.1,2 millones de lempiras.

Para 1934, las exportaciones hondureñas al Perú crecieron dos tercios, es decir, ascendieron a 15,1 millones de soles equivalente a USD$ 1 millón de dólares o L.2 millones de lempiras de ese momento. Ese mismo año, el Perú realizó ventas por 28 millones de soles o USD$ 1,8 millones de dólares (L.3,6 millones de lempiras).

Con esta expansión, no es de extrañar que el cónsul Barrientos pidiese, en octubre de 1935, el envío de pepitas de algodón por solicitud de La Ceiba, departamento de la Atlántida (MRE, Caja 8-29-A, año 1935, of.19oct1935) para que el gobierno hondureño haga la evaluación del aceite que se extrae de esa semilla, así como para efectuar estudios de aclimatación. Por feliz coincidencia, el mismo día en que se transmitía esta segunda petición, llegó por valija diplomática un embarque del Ministerio de Fomento del Perú proporcionando la arroba de semillas de alfalfa arbórea (una variedad que no crecía en Honduras). El cónsul Barrientos dividió la entrega en tres momentos; el 20 de julio envió un tercio de las semillas al Ministerio de Fomento de Honduras; el 21 entregó el segundo tercio al diputado Álvaro Suazo y, finalmente, el último tercio lo hizo llegar al presidente general Carías. El informe de Barrientos no señala la fecha de esa última gestión y sí se entrevistó con el presidente de la República sobre el particular. Sin embargo, Barrientos señala después que el examen analítico de la alfalfa arbórea fue hecho por la Escuela Nacional de Agricultura lo que permite inferir que el Ejecutivo hondureño estaba al corriente de la colaboración peruana.

Para reforzar la cooperación peruana, Lima instruyó previamente al señor Salvador Cavero, Encargado de Negocios del Perú ante El Salvador, Nicaragua y Honduras, que visitase el país. El 26 de junio de 1935, Cavero arribó a Toncontín siendo recibido por el cónsul Barrientos y los ciudadanos peruanos Enrique de la Flor, Carlos del Valle y Manuel Armosa quienes lo acompañaron al despacho del canciller hondureño y del presidente de la República ese mismo día para manifestar la permanente vocación de apoyo del Perú y explicar que con ello se buscaba contribuir a la seguridad alimentaria regional (MRE, Caja 8-29-A, año 1935, of.25jul1935).

Es así como llegaron a Honduras las semillas peruanas de alfalfa arbórea y de algodón.

*Embajador del Perú para África y Medio Oriente.

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