CRÓNICAS DE VIAJE A EL SALVADOR, TRAYECTO Y ESTADÍA EN LA CAPITAL

Luego de concluir los trámites aduaneros en el punto fronterizo de El Amatillo, se inicia el trayecto hacia la ciudad capital de El Salvador.

Además de poder admirar el interesante paisaje geográfico, con sus conos volcánicos, el viajero puede apreciar que, a lo largo de la carretera, existen infinidad de terrenos cultivados o con algunas cabezas de ganado; verdaderos minifundios, en el que las familias campesinas se afanan diariamente en diversas actividades productivas. Productos agrícolas variados, comedores, restaurantes y talleres en los que se producen finos muebles con maderas preciosas, se suceden, hasta llegar al perímetro de la capital.

San Salvador luce limpia y poblada de árboles, en las aceras y medianas de sus calles y avenidas, que están perfectamente pavimentadas y señalizadas. Todo lo contrario de nuestra gris Tegucigalpa, cuyas áreas verdes desaparecieron, con el pretexto de su modernización.

Siguiendo mi costumbre, cuando viajo a ciudades de otros países, aprovecho mis viajes en taxi y converso con los conductores, que son un auténtico termómetro para medir el ambiente social, económico y político del país.

Todos ellos, prácticamente, se muestran agradecidos con el Presidente Nahib Bukele, por haber terminado con las maras y pandillas, que se habían apoderado del país, estableciendo un régimen de terror, poniendo en grave riesgo las vidas y pertenencias de los salvadoreños. Era tal la situación, me contaba uno de los taxistas, que no podían ingresar a muchas colonias a dejar sus pasajeros, porque, inmediatamente eran interceptados por los capos de las pandillas, quienes pistola en mano, los obligaban a retirarse del lugar.

Uno de ellos, me contaba que le tocó, incluso, servir de intermediario del jefe de una pandilla, para cobrar el “impuesto de guerra” a los propietarios de negocios de un centro comercial. Todos los sábados, recogía un promedio de trescientos dólares ($300.00), que los propietarios entregaban puntualmente. Cuando logró ganarse la confianza de los jefes de la pandilla, pudo comenzar a ingresar a la colonia a dejar sus pasajeros.

Pero, también hay reclamos. Se queja una gran mayoría de la población, de la forma en que el presidente Bukele gobierna el país, concentrando en sus manos todos los poderes, tanto el Ejecutivo, el Legislativo como e Judicial y la forma en que se reeligió. También se quejan de que en las cárceles el sistema de salud es muy precario. Hay mucha mortalidad entre los privados de libertad. Cuando alguno de ellos fallece, sus familias se vienen enterando hasta con un mes de retraso y no se les informa dónde fueron enterrados.

Quiero, no obstante, cerrar esta crónica, con un toque positivo, poniendo de relieve la amabilidad del ciudadano salvadoreño. Cuando uno solicita información sobre la ubicación de algún lugar, recibe datos muy precisos, incluso, hasta lo acompañan, si es necesario, al punto que uno anda buscando. ¡Qué bien! ¿Podríamos aprender un poco de esa saludable y admirable actitud?

Esto pude ver y escuchar, durante mi último viaje a la República de El Salvador.

Tegucigalpa, M.D.C., 11 de enero de 2025.

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