German Edgardo Leitzelar Hernández*
Débil o no, incompleta o no, la democracia es la mejor forma que podemos aspirar para tener un desarrollo, lamentablemente, los mismísimos actores que han ayudado a descarrillarla, ahora pretenden destruirla plenamente, porque no funciona, que ironía.
Es urgente establecer una democracia efectiva y que de verdad venga a combatir las desigualdades sociales. Identificar, reconocer y accionar ante las injusticias de manera real, es importante reflexionar sobre estas desigualdades y la necesidad de una conciencia social activa. Ya basta de que los que nos dirigen sustenten frases como “Honduras no es un país, es un paisaje”, encontrar el país que garantice acceso a salud, educación de calidad y empleo digno junto a espacios públicos inclusivos y seguros, no se caminando errantemente hasta que aparezca, la construcción de un Estado de bienestar requiere ciudadanos comprometidos que trabajen juntos para transformar su realidad, convirtiendo nuestra realidad en una verdad social plena.
Gobiernos autoritarios surgen de contextos de crisis, donde la debilidad ciudadana y el colapso institucional son el terreno fértil para la concentración de poder. A lo largo de la historia, regímenes así se han mostrado con patrones comunes que explican su consolidación y las dificultades que luego existen para revertir esa verdad en donde ya no se sabe cuál es la medicina y cuál es la enfermedad. Sin embargo, todo es posible mediante estrategias integrales que fortalezcan la democracia y el bienestar colectivo.
La fragilidad en la que ellos mismos han dejado las instituciones democráticas, el vacío de poder genuino que se llena con demagogia y la inestabilidad son el acceso de líderes autoritarios que prometen orden y progreso, disfrazados de libertadores, consolidándose luego bajo controles y represión. Este autoritarismo controla el discurso público a punta de propaganda, explota a los supuestos enemigos externos o internos para justificar cada acto represivo, apelando a ideales de justicia social o defensa nacional, adormeciendo a las personas, mientras van restringiendo información independiente, donde sólo el discurso oficial exista.
Represión, espionaje ciudadano, control de recursos económicos y otras son las herramientas principales, complementadas con psicología de conformismo, miedo a lo desconocido y desarrollando lealtad emocional para establecer una sumisión plena de la población. Sistemas educativos rediseñados no para educar y formar sino para adoctrinar desde la infancia, imponiendo tradiciones jerárquicas que facilitan la aceptación de liderazgos autoritarios, construyendo mitos y figuras heroicas que inspiran obediencia y consolidan su legitimidad.
Discursos de supuesto aislamiento geopolítico, sanciones o bloqueos, imponen narrativas que sustentan la lucha contra un enemigo invisible e inexistente pero creíble. Élites internas o externas van sosteniendo intereses estratégicos que perpetúan estos sistemas. Por todo ello, empoderarnos como ciudadanía es fundamental, fortaleciendo el pensamiento crítico, garantizando acceso a medios de comunicación independientes, fomentando una cultura donde el bien común sea lo primero, y junto a los derechos individuales generemos bienestar colectivo, el cual lamentablemente hemos perdido.
Sin líderes honestos y transparentes que reciban el apoyo de las comunidades o sin establecer estándares éticos claros, sin rendición de cuentas real, y sobre todo con un verdadero respaldo a quienes actúen con integridad inspirando confianza en el proceso de cambio, nada cambiará. Movilizaciones organizadas y pacíficas podrían presionar para que se den reformas reales, fortaleciendo organizaciones locales como contrapesos al poder centralizado y abusivo que siempre hemos tenido, fortaleciendo la defensa de nuestros derechos con verdaderas herramientas tanto legales como sociales.
Construir instituciones independientes y transparentes es la esencia del cambio, garantizar imparcialidad en lo judicial, distribuir el poder, garantizar libertades fundamentales y adecentar la oferta política son pasos necesarios, la cooperación con organismos internacionales y rescatar el papel del diálogo con comunidades de la diáspora, que también alimentaría ese cambio, exigiendo coherencia a gobiernos extranjeros en su trato con regímenes autoritarios que refuercen compromisos globales. Ciclos de renovación política, programas educativos verdaderos inspirando valores democráticos como respeto, empatía y solidaridad.
El autoritarismo es un proceso alimentado por factores históricos, culturales y sociales y una vez instaurado el daño será igual o mayor, evitar sólo se da rescatando la verdadera dignidad y bienestar social. Construir gobiernos éticos y democráticos requiere esfuerzo, persistencia y visión estratégica, sin la sociedad e instituciones transparentes no podremos escapar de la opresión que se asoma.
“NO PERMITAMOS MAS QUE LA DESTRUCCION DE NUESTRA PATRIA CONTINUE”
*Abogado laboralista independiente.
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