Voces en hilo, la poesía de Michelle Pérez-Lobo

Michelle Pérez-Lobo (Ciudad de México, 1990) estudió Literatura Iberoamericana en la Universidad del Claustro de Sor Juana y la maestría en Lexicografía Hispánica en la Escuela de Lexicografía Hispánica de la RAE. Fue becaria del Programa Jóvenes Creadores 2019-2020 del Fonca en poesía, y recibió mención honorífica en la segunda residencia de escritura Casa Octavia-Dharma Books 2022. En 2018 publicó, con Aquelarre Editoras, la plaquette Lo que perdimos y otros poemas, e inauguró, en el marco del festival de poesía DiVerso, la exposición de libros intervenidos un texto es un lienzo es un texto. Ha publicado poemas, experimentos visuales y ensayos en diversos medios impresos y digitales mexicanos, y ha impartido cursos sobre poesía expandida e intermedialidad en diplomados de escritura. Fue una de las editoras de la revista independiente La Peste, y actualmente se desempeña como directora en Ediciones Era. Su más reciente libro de poesía es Fantasma y monumento, publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León en septiembre de 2024.

Selección de poemas de Fantasma y monumento

Los poemas de Fantasma y monumento (UANL, 2024) están poblados de seres humanos y animales anónimos, secundarios; de resplandores de luciérnagas (las imágenes-insecto de Georges Didi-Huberman), vidas que compiten con las luces enceguecedoras de la urbe, siempre en riesgo de desaparecer detrás de los personajes de brillo imponente que acaparan la Historia. Cada poema funge como una instantánea que deja constancia de un ser particular, y al hacerlo opone resistencia (o impone memoria) ante el vertiginoso presente que homologa y acalla la historia de los no poderosos, de los fantasmas que transitan en nuestras ciudades día a día.

A la vez, entretejida entre estos retratos, nace una voz que se cuestiona la viabilidad y pertinencia de lo que está diciendo sobre estos seres, la complejidad y las trampas de abarcar vidas ajenas a través de la poesía y mediante una conciencia parcial, la del yo detrás de la pluma, necesariamente atravesada por una clase, lengua, raza distintas.
Fantasma y monumento es, pues, una obra de resistencias, que se propone contra la homogeneización, y a la vez un libro que pone a debate los alcances del lenguaje poético mientras expone las contradicciones del sujeto que tiene el privilegio de observar y escribir sobre otros.

Pares
Unos zapatos de niño.
Tenis viejos, botines,
calzado masculino que cuelga
de los cables.
Los postes se han vuelto tendederos eléctricos,
la compañía de luz reporta fallas
en el servicio.

Las teorías:
punto de encuentro ilícito,
trofeo de una pelea, acto intimidatorio,
castigo para quien pierde
un partido de futbol.
Pero también:
homenaje a un muerto
(colgó los tenis),
juego de adolescentes, travesura,
retorcida declaración de amor.

Quizá:
naturalezas muertas citadinas.
Las botas roídas de Van Gogh
a la vista del mundo.
Intervención artística
del espacio público, ejercicio
de reapropiación.
Ventilar la intimidad.

Nota:
En una imagen de la masacre del 68
los zapatos que atestiguan
la ausencia de sus dueños
son en su mayoría
tacones de mujer.

SER EL MARGEN Y EL CENTRO.
Como cuando una glosa
se convierte en verso, o una nota al pie
se vuelve tesis;
cuando una gota de tinta
mancha la página
y se transforma en vórtice.
El origen siempre es secundario.
Pero es su naturaleza liminar, de balancearse
en el umbral que divide lo fútil
de lo trascendente
lo que los hace únicos:
representantes de dos universos,
seres duales, con potencia para ser fantasma
y monumento.

Sísifa
Con una caja de dulces a cuestas,
su silueta torcida
irrumpe en la monotonía de la noche.
Su espalda
es un árbol caído, el trueno mismo
que causó la grieta;
los párpados enraizados en la calle
mientras se acerca al edificio.
Aun si los oficinistas desvelados
le compraran todos los cigarros,
las paletas,
nadie podría aminorar su carga.

SIEMPRE VA A FALTAR ALGUIEN.
Hacer un retrato implica una elección:
los rasgos de una persona que prevalecen
sobre los de otra. Una palabra que se prefiere
a su sinónimo. La pincelada de un solo color.
Perpetuidad y anonimato.
Cuando aparece una figura, otra se esfuma.
Aunque en las facciones de un individuo
habiten sus antepasados, un árbol entero
arraigado en su rostro, toda una vida,
al enmarcarlo sólo a él, al volverlo personaje,
quienes le rodean ya no existen.
Porque el sujeto es siempre uno. Porque la mirada,
la lengua, son insuficientes ante la multiplicidad.
Ellas también están condenadas a elegir.

La fábula de los patos
La historia comienza en un lago.
Era temprano. Los árboles se sacudían
para librarse de los pájaros.
Después de media hora corriendo
disminuimos la velocidad para respirar.
En la última vuelta, me detuve:
algo flotaba en el agua.
Un pato adulto, con las plumas enlodadas
y el cuello hecho nudo.
Aún no estaba hinchado,
la muerte acababa de ocurrir.
Ante el cadáver me sentí triste:
me dolió que un animal
ya no fuera parte del mundo,
que pereciera un ave
tan pronto abrió el día.
Él intuyó que me enredaba
en estos pensamientos sombríos
y me animó a seguir caminando.
Porque así es la vida, dijo.
Seguro nadie le hizo daño.
Estas cosas pasan.
Y seguimos.
El choque entre el sudor y el aire
provocaba frío y calor a la vez.
Entonces vi una cría
que flotaba errática. En zigzag
porque al parecer aún no sabía
nadar en línea recta.
La que seguramente era su madre
iba detrás y graznaba.
Este descubrimiento me alegró:
la ternura encontraba el modo de renacer.
Pero no podía estar tranquila.
El joven, en su ingenuidad virtuosa,
nadaba directo hacia el cuerpo.

Ésta es la historia de dos patos.
De la cría que tropezó con un cadáver
un martes de viento penetrante.

TENGO UN LIBRO EN LA PUNTA DE LA LENGUA,
ansioso por lanzarse al vacío.
Me asedia desde hace años, días y noches
de rumores sin carne, verbos
a punto de caducar, a la espera
en el umbral de mis manos;
lejos de la ambición o el capricho
resulta una necesidad impaciente,
una avidez
por alumbrar esa tipografía de vigor inaudito,
fuente de palabras deseosas de huir
en cuanto se abre una herida
o la boca.
Insisto en esta sensación entre
desesperada y emotiva de crear,
impulso inagotable
alojado en mis venas,
porque la urdimbre del texto
textus, texere,
ese conjunto de tejidos musculares,
verbales, conectivos, adjetivales,
sustantivos, epiteliales,
nerviosos; esos hilos
que se enredan para que algo
se comunique en la tensión;
ese nudo que habita en mí,
aferrado a mis entrañas,
se niega a soltarse.
Confieso que vivo con un silencio enorme
atrapado entre los labios
y las piernas.

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