Abog. Octavio Pineda Espinoza (*)
La política para el que la toma en serio, es a la vez, una profesión, una aspiración, una responsabilidad y un sacrificio. Lo primero es porque la política es una ciencia, la cual modestamente he estudiado desde los griegos, en otras palabras, el político debe ser alguien formado. Una aspiración porque llama o debería llamar a nuestros más nobles pensamientos y sentimientos, no debería ser una lucha de egos entre personas mortales y pecadoras todas, pues quien entiende realmente la Biblia, lo primero que debe entender es que todos somos pecadores y que, como dice el libro sagrado, se peca por acción y por omisión.
El tercer elemento es el más difícil para nuestros políticos vernáculos, tiene que ver con la responsabilidad de las decisiones que no sólo lo afectan a él o a ella personalmente, sino con las cosas que afectan a todos los demás, a aquellos que no tienen una voz, un megáfono, una forma de decir y decidir a lo que aspiran, un camino para resolver los problemas colectivos, porque el gran error de nuestros políticos es creer que sus decisiones jamás tendrán consecuencias, bueno, pregúntenle eso a Juan Hernández o a Pepe Lobo, a la familia Zelaya y a todo aquel que se ha creído y se cree más vivo que los otros de adentro y de afuera. A los cafres políticos que se creen dueños de la verdad y del destino de los otros en busca de sus bastardos apetitos.
El verdadero político debe reconocer que hay liderazgos, dinosaurios, planteamientos con los que hay que lidiar, debe estar preparado de entrada, para entender como decía alguna vez un profesor que tuve en el INCAE en Costa Rica, cuando era aún muy joven y que me caló en el pensamiento y en el espíritu, que hay invitados de piedra a toda discusión de esa naturaleza. Implica entender de ellos, aprender de ellos, no odiarlos porque como todas las cosas humanas son pasajeros. Implica aprender de ellos, y recibir de ellos todo lo que es bueno y desechar lo malo. En el PL, uno de esos últimos dinosaurios efectivos fue Rafael Pineda Ponce; el otro es Carlos Flores. Mi padre ante un reclamo de su propio hijo expresó: “Tatus, como me decía amorosamente, las trincheras jamás se entregan, se ganan”, “cuando estés listo para agarrar esta trinchera y dispuesto a vencerme, ahí sabré que estás preparado para la lucha”.
Ha pasado mucho tiempo desde ese reclamo inexperto y juvenil mío hacía mi padre, que era mi amigo, mi norte y mi maestro; ha corrido mucha agua bajo el puente y esos consejos en vez de minimizarse, se agrandan. Los que vienen de los pueblos podrán entender mejor que yo, incluso, uno de sus consejos: “Cuando las cosas se pongan feas, y los que decían que eran tus amigos dejen de serlo, cuando las lealtades que tienen precio se ubiquen con su número, cuando hasta aquellos que uno considera cercanos tomen distancia y cuando el dolor de los errores propios te desnuden en el espejo que ves a diario. “Hágase macanudo”, porque esos que te abandonan a la primera, jamás estuvieron contigo, pero no, porque son mejores, en realidad son peores porque se traicionan a sí mismos, porque ponen enfrente el interés en vez del ideal.
Tenemos políticos vernáculos que dicen no ser políticos pero lo son, tenemos politiqueros que se enojan porque se les dice eso, pero en realidad, el más politiquero es que ya le vendió el alma al diablo por disque desquite personal y porque escupe hacia arriba, sin saber que tiene techo de vidrio, porque señala sin ver su propios errores y porque como todo megalómano, no acepta que cometió un error y entonces lo más fácil, es echarle la culpa a otros, a unos que les gusta lamer botas, y, a otros que conservan su dignidad y le dicen de frente: Te equivocaste!. Y hay el palaciego que está esperando a ver quién gana para ir a hacer pingües negocios con él y por lo tanto aspira a que no lo golpeen con la verdad.
Volviendo al título de mi artículo, hay encuestas para todos los gustos, en realidad, sólo los inteligentes las entienden y con las disculpas del caso, no son los que las hacen, que se mueven, como todo en el mundo por un interés comercial. Las encuestas, para el que no lo sabe responden a ciertas premisas y logaritmos predeterminados, son una mala fotocopia de un momento de la realidad, en eso caen los tontos, palaciegos y megalómanos.
Los principios son otra cosa; más poderosos que las encuestas que no pueden medir su impacto. Pero para tener principios debes cultivarte en ellos, debe haber un referente, debe existir una justificación filosófica basada en la realidad. Porque el irresponsable que critica todo, es aquel, que jamás ha tenido la responsabilidad de nada.
La realidad es que vamos a un proceso simple: Creemos en una democracia imperfecta como todo lo humano o en una dictadura perfecta, donde lo real, es lo que te dice el patrón oficial? Lo único que pedimos, es que lo decida el pueblo y a las encuestas y a los megalómanos que se los coma la realidad. El reloj está sonando: Tik Tok ¡
(*) Abogado y Notario. Catedrático Universitario. Político Liberal.