CONTINUAMOS con el salterio de escritos respecto al rezago educativo en Honduras que lo coloca varios años atrás de otros países más actualizados, y de los obsoletos currículos académicos que, en buena medida, tranca a los jóvenes graduados obtener oportunidades en el mercado laboral. Sacan títulos, cuelgan los cartones como adorno en las paredes de sus dormitorios, para satisfacción de sus padres orgullosos, y salen al mundo de la ingrata realidad como ánima en pena en busca de un trabajo acorde con la rama, la ciencia, el arte, que estudiaron, que no encuentran por ningún lado. Solo lamentar la triste suerte que les depara a ellos y, como consecuencia de la desidia de tomar acciones, al país, si lo que hemos dicho sobre esta calamidad nacional –como en tantas otras ocasiones– entra por un oído y sale por el otro (si es que leen).
Solo consignar, que como parte de las transformaciones estructurales, durante aquel bíblico diluvio, el Foro de Convergencia, FONAC, integrado por la mayor diversidad de sectores de la vida nacional, discutió –con la activa participación de los gremios magisteriales y docentes de la educación superior– y aprobó un Plan Integral de Educación, consignando todo cuanto debía hacerse, revisarse, modificarse, actualizarse en el sistema educativo, para colocar al país en superiores niveles competitivos. Veamos, entonces –obviando el insumo personal para que no quieran adjudicar esto como necedad nuestra– cuál sea la valoración sobre el particular que da la IA del Chat-GPT: “La baja calidad de la docencia y la falta de actualización de muchos docentes en Honduras, que contribuyen al rezago educativo y a la obsolescencia de los currículos académicos”: “Los programas de actualización profesional para maestros son limitados, tanto en frecuencia como en calidad”. “En muchos casos, estos programas no están alineados con las demandas del mercado laboral ni con las nuevas tecnologías educativas”. “Los docentes en zonas rurales tienen menos acceso a oportunidades de formación, agravando las desigualdades educativas”. “Los currículos en Honduras no han sido reformados de manera integral para incluir competencias modernas como alfabetización digital, pensamiento crítico y habilidades socioemocionales”. “Los programas educativos no responden adecuadamente a los cambios globales en economía, tecnología y cultura, dejando a los estudiantes con conocimientos poco aplicables en la vida real”. “La influencia política en las decisiones educativas y la falta de continuidad en las políticas públicas”. “La crisis sanitaria –de la pandemia– exacerbó las desigualdades educativas, ya que muchos docentes carecían de capacitación o acceso a plataformas digitales”. (Aparte que infinidad de estudiantes no contaban con acceso tecnológico al Internet, ni hubo mayor esfuerzo por dotarlos de señal inalámbrica. No recibieron los cursos y se perdieron meses enteros de clase).
“No existen mecanismos efectivos y consistentes para evaluar la calidad de la enseñanza ni para ofrecer retroalimentación constructiva a los docentes”. “La falta de estadísticas fiables sobre el sistema educativo dificulta la planificación de reformas basadas en evidencia”. “Honduras no participa activamente en suficientes programas internacionales de educación, lo que limita el aprendizaje de buenas prácticas de otros países”. “Aunque participa en algunas iniciativas, los resultados no siempre se utilizan para realizar reformas educativas efectivas”. (¿Y eso –tercia el Sisimite– que si dedicaron tanto tiempo, talento, y recursos a elaborar un plan educativo integral como parte de la reconversión durante el bíblico diluvio, y este fue discutido, consensuado y aprobado, no necesariamente a instigación del gobierno ya que el FONAC era una instancia nacional de convergencia coordinada en forma autónoma y con relativa independencia, –con ley propia– aquello no tuvo continuidad? – La desgracia de siempre –reflexiona Winston– nulo seguimiento de administraciones siguientes, imputable al feo resabio de desechar lo bueno que se deja, por empeño de ningunear lo anterior, con el fin de hacer cosas propias que puedan acreditar como suyas, para que en resumidas cuentas no acaben haciendo nada de nada).