Guillermo Fiallos A.*
Lo maldad crece a pasos agigantados en una sociedad, que no tiene el cuidado de formar a sus ciudadanos en valores humanos. No es de sorprenderse, entonces, cuando la violencia se acrecienta por ciudades y pueblos; los cuales están doblegados por delincuentes, quienes de diferentes maneras esparcen el terror entre sus habitantes.
Honduras, desde hace unas décadas, se ha convertido en una tierra donde prevalece la ley del más fuerte, de quien utiliza su fuerza física o psicológica para amedrentar e imponerse ante los demás.
No me refiero sólo a la criminalidad común o la derivada de las maras y el narcotráfico; que impera por los cuatro extremos del territorio; pues esta, ya se convirtió en una nefasta costumbre o en un cáncer extremo, con el cual nos hemos acostumbrado a vivir.
Ya nadie se inmuta por los asesinatos llenos de sadismo, con los cuales nos despiertan las noticias diarias. Se matan a niños, mujeres, adolescentes, hombres y ancianos sin que nada ni nadie, pueda parar esta vorágine de acontecimientos inauditos.
Para tristeza y dolor de los hondureños, hay otro tipo de violencia que, aunque a veces, no termina con la vida de las personas; también, ensombrece el panorama nacional y la calidad de vida que todos deberíamos tener.
El bochornoso incidente que sucedió, hace unos días, en el estadio Morazán luego de terminado el encuentro deportivo entre México y Honduras; nos ha retratado a nivel internacional, como un público intolerante y con rasgos de las cavernas.
Se ha justificado el incidente en el que le hirieron la cabeza al entrenador del equipo azteca, afirmando con videos que este señor hizo señas obscenas a los aficionados. Aunque no se puede negar este hecho, el mismo no es argumento para que estos comenzaran arrojar basura y artículos punzantes a la cancha…; y no fue sólo un fanático el que hizo esto, sino, decenas de los mismos. Por desgracia, una pieza afilada fue a dar en la humanidad del técnico en mención. Las imágenes de este señor sangrando en medio de toda la lluvia de objetos lanzados, se transmitieron en directo.
Para Honduras, constituye una vergüenza que algunos de sus aficionados se hayan exhibido de manera tan baja, pendenciera y salvaje. Aparte de todo el desprestigio que por otros factores se califica al país; ahora, vienen estos selváticos a contribuir a distorsionar más la imagen de la nación.
Luego, a las pocas horas de este penoso incidente, se produce otro. Esta vez, no fue en el tapete verde de un estadio, sino, en la cancha de los políticos.
Una joven perteneciente a un partido político, fue agredida con un cono para estacionamiento, por un miembro de un grupo indómito que no ha aprendido a vivir en democracia. Los hechos se dieron en el contexto de la presentación de las planillas de candidatos para las elecciones de marzo, 2025.
La candidata a diputada, emanaba sangre de su rostro y lucía desconcertada por ese tipo de violencia, que ya no es nueva dentro del ámbito político. Hace unos meses atrás sucedió aquel incidente lamentable en el que, en las afueras del Congreso Nacional, las turbas hirieron la cabeza a un diputado.
¡No es posible que se continúe con esta espiral de intolerancia, odio y daño! Desde hace un tiempo atrás, la clase política y sus desjuiciados seguidores, ha demostrado su falta de diálogo y ausencia de civilización, para poder convivir con quienes piensan diferente.
Estos casos de violencia ocurridos en el deporte y la política, vienen a reflejar la descomposición en la que se encuentra la sociedad hondureña. Se ha perdido el respecto y el concepto de humanidad hacia los demás.
El pénsum educativo de primaria, secundaria y superior, debería tener como eje transversal, la enseñanza obligatoria de valores y el adiestramiento sobre cómo vivir armoniosamente en comunidad. Quizá, por esta falta de esta instrucción, hemos retrocedido siglos en nuestro comportamiento.
Además, ciertas figuras públicas hondureñas dan muestras todos los días, de su falta de cultura, respeto y convivencia ciudadana.
¿Hasta cuánto más bajo seguiremos destruyéndonos?
*Mercadólogo, Periodista, Abogado, Pedagogo, Teólogo y Escritor