Lucem et Sensu: El coraje de ser libres

Julio Raudales*

Thomas Jefferson, el ilustre redactor de la declaración de independencia de los Estados Unidos, puso en el proemio de ese histórico documento, una frase que la posteridad ha inmortalizado:

“Sostenemos… que todos los hombres son creados iguales, que su creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables y que entre estos derechos se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad…»

Tal parece que la libertad, junto con la vida y la búsqueda de la felicidad, son el epítome del derecho natural, es decir, lo que una sociedad abierta considera el elemento básico de la existencia humana.

¿Pero qué es la libertad? Muchos, en diversas partes se hacen esta pregunta y hay siempre distintas respuestas.

Algunos dicen que la libertad es la capacidad de decidir qué hacer, dónde ir, con quién hablar o contactarse y, al final, hacer con el cuerpo, el alma y el espíritu, lo que cada uno crea conveniente. Es una definición intensa, pero buena.

Otros sostienen que la libertad se da cuando se tiene suficientes medios materiales para hacer lo que quiere y no depender absolutamente de nadie. La solvencia material para buscar la felicidad por medios propios.

También hay quienes sostienen que la máxima expresión de libertad es desprenderse del mundo material por completo y entregarse a la vida espiritual.

Pero hay también, quienes piensan que la máxima expresión posible de libertad humana es tener la capacidad de pensar por nosotros mismos.

Si bien, todos tenemos la facultad de pensar, lamentablemente muy pocos tienen el coraje de hacerlo. ¿Por qué?, primero, porque pensar es un acto extraordinariamente solitario. Nadie nos acompaña en ese proceso. Se pueden compartir emociones, dolores y también nuestras alegrías, pero el proceso de pensar es siempre individual.

Estamos solos cuando pensamos. Podemos nutrirnos de lo que otras personas nos dicen, pero no podemos estar en los pensamientos de otros. Cuando pensamos estamos solos frente al mundo, enfrentados con nosotros mismos. Pensar requiere por lo tanto de un arrojo que no es sencillo de encontrar.

Cuando seguimos una moda, no estamos pensando, estamos plegándonos a algo que es corriente y que todo el mundo está haciendo o diciendo.

Cuando acatamos los dictámenes de una autoridad tampoco estamos pensando. Y cuando nos ajustamos a algún tipo de doctrina y seguimos al pie de la letra lo que esta nos dice que debemos hacer, tampoco estamos pensando.

Nadie entendió mejor lo que significa para nosotros los seres humanos el desafío de pensar, que el filósofo alemán del siglo XVIII Emanuel Kant.

Kant sostenía que la gran mayoría de los seres humanos vivimos en una permanente situación de oscuridad. ¿Por qué? Porque no nos ilustramos.

Y qué dice Kant sobre la ilustración: La ilustración es la liberación del ser humano de su culpable incapacidad para servirse de su inteligencia sin la guía de otro, es decir, para servirse de su propia razón.

Por qué la gente no hace esto que decía Kant hace tres siglos y que es válido en los tiempos que corren: La pereza y la cobardía son los culpables de que una gran parte de los seres humanos continúen en su estado acomodaticio.

Pensar requiere coraje y esfuerzo. Pensar es un viaje con resultados completamente imprevistos. No sabemos lo que vamos a encontrar al final de ese recorrido. Por eso pensar libremente genera tanto miedo. Es más fácil asumir la tutela de un tercero. Cuando pensamos no tenemos las respuestas dadas.

Debemos tener coraje para pensar, porque ese acto nos humaniza, nos libera y nos lleva por un camino muy distinto del que siguen los demás.

El gran problema es justamente ese: vivir apoltronados y no tener el coraje de servirnos de nuestra propia razón nos hace esclavos del sistema en que vivimos, no nos permite liberarnos y por tanto nos impide tener una vida plena. Contra eso es que el ser humano debe rebelarse si es que desea ser libre.

En estos días en que la tiranía de las redes sociales, el facilismo y la banalización de los valores nos hostigan, vale la pena hacer un esfuerzo por liberarnos y queda claro que la mejor forma de hacerlo es pensando.

*Rector de la Universidad José Cecilio del Valle.

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