Elsa Ramírez*
En el capítulo 1 Tesalonicenses 5:18 BRV (1960) «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.» Entresacamos este versículo para referirnos al Día de Acción de Gracias, “celebración más comúnmente asociada con el origen de este día en los EE.UU., evento que ocurrió en 1621…” Históricamente “Los peregrinos habían llegado a América en el Mayflower en 1620, huyendo de la persecución religiosa en Inglaterra. Su primer invierno fue extremadamente difícil, con muchos muertos debido al hambre y a las enfermedades. En 1621, los Wampanoag, liderados por el jefe Masaseis, ayudaron a los colonos enseñándoles técnicas agrícolas y proporcionando alimentos.”
“Fue en 1777 durante la Revolución Americana que el Congreso Continental proclamó un Día de Acción de Gracias para celebrar la victoria en la Batalla de Saratoga. En 1789 George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, proclamó un día de «Acción de Gracias y oración» el 26 de noviembre, como un día de celebración por la creación de la nueva nación, aunque no se estableció una fecha fija para la festividad.”
Estados Unidos considerada como la nación más poderosa del mundo, en ámbitos del quehacer humano, desde hace alrededor de quinientos años se viene celebrando el cuarto jueves del mes de noviembre de cada año el Día de Acción de Gracias. Hay que remontarse, exactamente cinco siglos atrás, para conocer el origen de esta gran efeméride que hoy día se ha universalizado, de tal forma que hasta en el más humilde de los países lo celebra con gran alegría.
Hablar de este gran acontecimiento en los Estados Unidos de Norte América, es hablar de júbilo, de compartimiento, de abnegación, altruismo, filantropía, en pocas palabras solidaridad humana, porque en esa fecha tan grande, el corazón de los norteamericanos se desborda de alegría contagiosa que comparten de casa en casa los legítimamente llamados gringos y los que por adopción han llegado hasta esas tierras consideradas como las tierras de la esperanza.
La historia cuenta a grandes rasgos, que el episodio comenzó con unos desvalidos campesinos que casi fallecieron por falta de alimento, pero que encontraron el refugio idóneo para saciar su hambre y sed para retornar a la paz habitual, la concordia y la cordialidad que deben caracterizar a los seres humanos, porque manos amigas y generosas les prodigaron el pan que nutre la carne y el agua para saciar su sed.
A partir de entonces y como un mensaje para la humanidad, en atención al milagro que ese gesto produjo, los beneficiados se arrodillaron, elevaron sus manos al cielo y dieron gracias al Divino Hacedor del Universo por tan noble acción, de quienes no conocían ni sus nombres. Eso es solidaridad.
Bendito sea el día en que surgió tan destacado acontecimiento, porque a partir de entonces los seres humanos aprendimos la mejor lección de nuestra vida, que no es más que la de compartir lo que tenemos con los que nada tienen y dar gracias a Dios en todo momento.
Eso ante los ojos del Creador es, definitivamente una bendición, y por eso esa nación tan poderosa, económica, política y socialmente, considerada a estas alturas del tercer milenio y el siglo XXI, sigue siendo la campeona en democracia y con un poder absoluto, poder que sólo puede emanar desde las alturas, porque los Estados Unidos, bien que mal, han sabido acoger en su seno desde su fundación a todas las razas del globo y de esta manera se ha formado la gran sociedad cosmopolita que hoy día rige los destinos del mundo en el más alto concepto del vocablo.
Compartir alimentos es el reflejo más claro de la solidaridad que los estadounidenses siempre han tenido para sus semejantes, y eso la hace cada día más grande y poderosa, por lo que hoy elevamos nuevamente una plegaria en Acción de Gracias.
*Licenciada en Comunicación Social y Pública.