Elvia Elizabeth Gómez García
Hemos finalizado o estamos por finalizar un nuevo año escolar, niños cansados de madrugar se quejan de tener que levantarse temprano y a regañadientes se preparan para asistir a sus últimos exámenes y celebrar, si es que pueden, el fin del año escolar, siempre y cuando no hayan dejado algunas materias para las “olimpiadas” como les llamamos popularmente.
La gran pregunta es: y ahora, ¿qué hacer? Para aquellos que a duras penas pueden asistir a clases por su realidad económica, aquellos a los que podemos observar con sus informes escolares, sentados en las calles de las grandes ciudades cuidando la venta de frutas, de golosinas y haciendo tareas mientras sus padres limpian parabrisas en los semáforos u ofrecen algún producto, sus vacaciones se traducen en colaborar con el ingreso familiar.
Del otro lado de la moneda, aquellos que tienen condiciones económicas holgadas, buscan en la oferta de actividades extracurriculares dirigida a sus hijos la opción que mejor se acomode a sus necesidades, en estos tiempos en que los niños pasan inmersos en sus consolas de videojuego, o en los teléfonos de sus padres o cuidadores, buscando juegos, navegando por la web para ver a los famosos influencer o youtuber y reírse de sus ocurrencias, encontrándose con programas en los cuales se presenta una vida completamente alejada de la realidad, donde todo es fácil, todo se puede desperdiciar y donde la vida misma es una comedia.
Como padres, es nuestro deber inculcar en nuestros hijos valores importantes como la disciplina y el cuidado de sí mismos. Si los dejamos pasar horas inmersos en los aparatos móviles o los videojuegos, no estamos permitiéndoles potenciar habilidades y destrezas que muy probablemente posean y esto debe ser aplicable para todos los niños hondureños.
Acá es donde se vuelve fundamental contar con una red de apoyo, que puede provenir tanto de entes gubernamentales como no gubernamentales, en la cual se potencien actividades como la pintura, el baile, las artes marciales y los deportes. Educar la mente y educar el cuerpo deben ir de la mano en una sociedad en la que cada vez son más
los niños que padecen enfermedades que antes ni siquiera imaginamos como la diabetes infantil o el sobrepeso. Unido a ello, el pasar horas y horas frente a una pantalla, los sumerge en un mundo inexistente, que los induce al consumo, a la competencia que no siempre es sana y la adicción, que a la larga se convierte en un problema de salud mental.
Considerando que, lamentablemente les ha tocado crecer en una época en la cual están prácticamente encarcelados en sus propias casas por el temor a la violencia que vivimos, debemos encontrar y fomentar esas alternativas, que puedan estar al alcance de todos y no solo de aquellos que puedan pagarlo.
Los tiempos han cambiado, las dinámicas y los intereses también lo han hecho, y lamentablemente no se han inclinado a aspectos positivos, que contribuyan a mejorar las condiciones de país y de la sociedad misma. Los padres nos enfrentamos al reto de proteger a nuestros hijos pues ya no existe la confianza de dejarlos al cuidado de un tercero que no forme parte de la familia. Es por ello por lo que, encontrar alternativas saludables que permitan tener la confianza y seguridad de que estarán en un ambiente seguro y protegido, se vuelve una prioridad.
Este periodo de vacaciones escolares, que debería ser una época para compartir en familia ha perdido ese significado. En una carrera vertiginosa y unos empleos absorbentes, en donde las mismas ciudades han crecido a un ritmo acelerado y desordenado, pasamos hasta cuatro horas en vehículos o autobuses para poder desplazarnos a nuestros trabajos y hogares para estar con nuestros hijos.
El tiempo no se detiene, las manecillas siguen andando y peleamos con él para hacerlo rendir, para aprovechar cada bocanada de descanso que nos permite, en un mundo globalizado que vive 24/7, que no toma pausa porque la tecnología así lo permite, y que por ello genera cada día, nuevos peligros y un ocio negativo.
Que estas vacaciones nos ayuden a inculcarles nuevas experiencias positivas y constructivas, en un mundo donde las niñeras electrónicas se han vuelto la constante y en donde los youtubers son el ideal de vida de una sociedad que aboga por lo instantáneo.