Juan Alberto Lara Bueso*
Siempre nos duele cuando nuestra selección nacional de fútbol pierde y que en el desconsuelo de las derrotas especialmente con la mexicana, abrigamos algunas esperanzas de empatar o ganar, conociendo que son mejores y superiores. Pero a pesar de esas diferencias, los mexicanos respetan nuestro futbol y por ello sacan la garra azteca cuando compiten con Honduras.
La reciente derrota de 4 a 0 con México nos ha entristecido a pesar de nuestra victoria de 2 a 0 en el estadio Morazán de San Pedro Sula; en los dos partidos ambas selecciones quedaron empatadas en 2 puntos, con la diferencia de goles a favor de los mexicanos que les permitió seguir en la lucha en la Liga de Naciones. Nuestro hermano mayor con una población de las mayores del mundo, cuenta con extraordinarios estadios como el emblemático estadio Santa Úrsula conocido como el Azteca y una Liga Nacional con equipos profesionales de primera división. Y en el contexto de estas dimensiones, nuestra selección de fútbol ha empatado y ganado en sus propios estadios y ello nos debe llenar de satisfacción, sin llegar a las algarabías.
Muy lamentables los hechos de agresiones de aficionados sucedidos tanto en el estadio Morazán contra el entrenador de México, como en el estadio de Toluca en perjuicio del asistente técnico de Honduras, por lo que ambas selecciones deben ser sancionadas. Pero estos incidentes no deben ensombrecer el buen fútbol ni afectar las relaciones de ambas naciones hermanas.
Dicho lo anterior y aparte del campo futbolístico, México ha sido y es un hermano bondadoso con los hondureños. Nuestra relación se remonta y comienza con la anexión de Centroamérica al imperio mexicano de Agustín Iturbide de 1822 a 1823. En este periodo nuestro prócer José Cecilio del Valle ocupó la cartera de Relaciones Exteriores. Y en la tragedia del huracán Mitch, México fue de los primeros que nos auxilió con brigadas de rescate y rehabilitación de las zonas afectadas, gesto noble que los hondureños valoramos y no olvidamos.
México ha sido un destino preferido de hondureños. Muchos viajan para realizar estudios, otros por turismo o comercio, y otros tantos que son recibidos como asilados sin importar sus ideologías. En tierra azteca han sobresalido muchos compatriotas en la literatura, las artes, el canto, el periodismo, el fútbol y en muchas otras disciplinas. Rafael Heliodoro Valle, ʼnuestro Heliodoro” como lo consideran muchos en México, es la figura más prominente de intelectuales en esta larga lista, que incluye a Martín Paz, Alfonso Guillen Zelaya, Clementina Suarez y Rafael Paz Paredes. Y al político José Ángel Zúñiga Huete que se exilió en la República mexicana hasta su fallecimiento.
En las artes, figuran el escultor Mario Zamora y el pintor Miguel Ángel Ruiz Matute. En la música, está la familia Laboriel, Horacio Cadalso y Moisés Canelo; y las jóvenes Nohelia Sosa y Cesia Sáenz que sobresalieron en la Academia de México. Y en el fútbol, han jugado con buen suceso Carlos Pavón, Raúl Martínez, Juan Flores, Carlos Costly y Anthony Lozano.
También la cooperación cultural y educativa mexicana merece el mejor reconocimiento. En Honduras compañías mexicanas construyen obras importantes de infraestructura y otras man-tienen filiales bancarias y comerciales.
El país azteca, además de su receptividad de asilados, ha permitido el tránsito por su territorio de migrantes hondureños y en tantos casos les han concedido el status de refugiados y regularizado sus condiciones de residentes legales. Las poblaciones mexicanas auxilian a nuestros migrantes y en variadas circunstancias los han sido acogidos para laborar en diversos oficios.
No considero oportuno hacer referencia a los diversos gobiernos para no contagiar y confundir con opiniones o posiciones políticas-ideológicas; pero en términos generales, con algunos impases, han sido receptivos en todos los tiempos y campos con Honduras.
Nuestros agradecimientos y admiración a México y a sus habitantes por su generosidad con el pueblo hondureño.
*Embajador en condición de retiro.