INFINIDAD de mensajes del colectivo haciéndole las cruces a esa mentalidad mezquina de uno que otro ingrato, de ningunear todo el bien que se hizo, el valor del sinfín de gestiones emprendidas con gobiernos y pueblos amigos que, virtud del empeño perseverante, sin descanso, desplegado en la emergencia y durante la rehabilitación y reconstrucción, como de los comportamientos dignos que generaron la confianza interna y externa, posibilitando comprometer la asistencia generosa y solidaria de la comunidad internacional, de los múltiples beneficios recibidos, el desembolso de recursos prometidos, todo lo cual –protegidos por la infinita misericordia divina y la estoica actitud de un pueblo unido que rehusó doblegarse ante semejante adversidad– hizo que en apenas dos años que quedaban de la gestión presidencial, el país volviera a ponerse de pie, reestablecido, incluso renovado y mejor preparado, con horizonte despejado de inéditas oportunidades, después de ser triturado, revés y derecho, por aquel bíblico diluvio.
Muchas fueron expresiones laudatorias, que agrademos y otras, más o menos, como esta de un amigo empresario, leen varios mensajes: “La envidia es más que simplemente desear lo que otro tiene; es un anhelo egoísta y destructivo que busca menospreciar los logros y posesiones de los demás”. “Es uno de los siete pecados capitales en la religión Católica”. “También, en mi opinión, es uno de los factores por lo que no salimos adelante como país, pasamos viendo lo que hacen los demás para destruirlo, que tratando de contribuir con logros propios”. Trasladamos parte de la evaluación del Chat-GPT: “La mentalidad mezquina que lleva a algunas personas a no reconocer lo bueno o a no dar mérito a lo bien que se hace puede explicarse desde varias perspectivas psicológicas, sociales y culturales”: “Inseguridad personal: Proyección: Las personas con baja autoestima tienden a proyectar sus propias carencias e inseguridades en los demás. Reconocer lo bueno en otros podría confrontarlas con su percepción de insuficiencia personal”. “Miedo a la comparación: Admitir la virtud o el éxito de otros puede hacer que se sientan inferiores o menos valiosas”. “Cultura de confrontación o polarización: En sociedades altamente polarizadas, reconocer los logros de alguien identificado con un grupo opuesto (político, social, etc.) puede percibirse como una traición o una debilidad, lo que refuerza la mezquindad”. “Miedo al cambio: Reconocer un logro implica aceptar que las cosas pueden mejorar, lo cual puede ser incómodo para quienes están acostumbrados al pesimismo o al statu quo. La mezquindad, en este caso, sirve como barrera frente al cambio”. “Falta de gratitud o empatía: La falta de gratitud puede deberse a un entorno que no fomenta valores de reconocimiento, reciprocidad o empatía. Estas personas no han aprendido a apreciar ni valorar las contribuciones de otros”.
(A ver en cuál de todas –entra el Sisimite– si no en todas de esas categorías se ubican. Pero no solo es cosa de egoísmo. Es quizás, la manía de ver todo en negativo, bajo la suposición que todos los demás quieren que así se vea, y que les celebren su negativismo. Más creíbles serían estableciendo un equilibrio, de reconocimiento de lo bueno y de genuina crítica a lo malo. Pero el sesgo en el análisis no es análisis. -Y ¿no crees –interviene Winston– que aparte de corta memoria, aun cuando se trata de obra trascendente y excepcional, sea más bien parte de la ignorancia en que se desarrolla la política en esta sociedad liquida de las superficialidades de hoy? Es decir, si bien los grupos políticos cerriles no reconocen lo bueno que hacen los otros, más bien buscan demeritarlo, no hay criterio de identidad dentro de sí mismos, ni de autoestima de resaltar lo que sea motivo de orgullo, de las buenas gestiones del propio partido. Si un joven reta a un dirigente, digamos: “convénzame usted ¿por qué debo votar liberal? ¿Crees que para alinearlo sea suficiente decirle porque los otros son muy malos? ¿No querrá saber si en el desempeño administrativo de uno y otro instituto político hay marcadas diferencias que mostrar? Pero no hablando solo mal de los otros sino bien de lo propio. –Si por supuesto –asiente el Sisimite– pero ¿y sabrán los dirigentes actuales la historia de todo ese caudal de obras y actitudes ejemplares que se dieron en el próximo pasado, si apenas tendrán una vaga noción de las ideas liberales, de forma tal hasta de desconocer la importancia actual de las mismas; que vuelven a cobrar plena vigencia como fórmulas de sensatez, coherencia, armonía, mesura y ponderación democrática en estas sociedades radicalizadas? -Valida la pregunta –interrumpe Winston– ¿qué tipo de formación política dan las instituciones a nuevos votantes o a posibles prosélitos, si el liderazgo o quienes instruyen adolecen de conocimiento sobre el contexto histórico o regatean crédito a la herencia encomiable que dieron liderazgos anteriores? -Fijate –vuelve el Sisimite– hay más recolección, gratitud y nobleza dentro de la gente humilde, por el bien que recibieron, en los pueblos y en las aldeas, en los lugares de carencias, que si vas y preguntás te dicen “esto que usted ve aquí lo hizo tal o cual, o yo estoy agradecido porque si hubo respuesta cuando la ocupaba”. -Bueno –concluye Winston– que la posteridad haga justicia, porque de momento, en este demencial laberinto borgiano de desconsideración y de contradicciones quien sabe si vayan a encontrarla).