Mario E. Fumero
El gobierno de Honduras enfrenta un serio problema con el rubro del transporte urbano, debido a que, aunque se llama público, en realidad es manejado por grupos privados, los cuales además de dar un mal servicio, y no dar mantenimiento a sus unidades, chantajean al Estado cuando les da la gana, para obtener subvenciones a fin de no subir los precios del transporte, pero sin cumplir con las condiciones puestas por el gobierno.
Debemos reconocer que el transporte llamado público, se divide en urbano e interurbano respecto al interurbano, el mismo no está cubriendo las necesidades del país, porque muchas empresas del transporte han dejado de operar debido a la extorsión, y han cerrado sus terminales. Analizamos estas áreas para sacar conclusiones de la realidad nacional y las posibles soluciones.
Se cataloga transporte público aquel que mueve a las personas de un lugar a otro dentro de una ciudad, o a lo largo del país. En la gran mayoría de las grandes urbes del mundo, el transporte público urbano está bajo el control del Estado a través de las municipalidades. Esto facilita la movilidad de la población a los respectivos centros de trabajo, y en la época de estudio, les facilita a los estudiantes el viaje con descuento, así como a las personas de la tercera edad.
En las ciudades muy populosas, dónde el transporte público está bajo control de las alcaldías o el gobierno, los empleados, para evitar el uso de vehículos propios, pueden comprar un pase por 30 días, para movilizarse a su trabajo. Además, ofrece una gran ventaja, porque al tener el gobierno el control del transporte público es imposible la extorsión, además el desorden causado por las peleas de rutas, así como el poder garantizarles a los pasajeros un trato digno. Como este servicio de transporte no obedece a intereses creados, disminuye la inseguridad en el mismo y ofrece mucha más garantía para los que usan el mismo.
Cuando el Estado es el que tiene el control de este sistema de transporte, puede buscar conductores responsables, evitando que los mismos conduzcan en estado de ebriedad o bajo el consumo de drogas. Este sistema les ofrece a sus ciudadanos más facilidad de movilización, y menos, disminuyendo también el uso la circulación de vehículos particulares, los cuales originan atascos, contaminación y un alto consumo de combustible, saliéndole más caro a los que lo usan, que sí se adhirieron al transporte público. Sin embargo, en los países donde el Estado controla el servicio urbano, se les permite a las empresas privadas manejar los servicios interurbanos, como actualmente ocurre en Estados Unidos y Europa, aunque cabe la posibilidad de que el gobierno también tenga un sistema interurbano, ya sea de autobuses o trenes. Es un deber del Estado el reconocer su responsabilidad en facilitar a todos los ciudadanos la socialización de los servicios públicos, los cuales son la educación, salud y transporte.
Si el sistema de transporte público lo manejara el Estado, se evitarían muchos conflictos, y acabaríamos con ciertas mafias o grupos delictivos, que controlan un área tan vital para la economía del país. En Honduras nos enfrentamos a un servicio urbano pésimo, que les ofrece riesgo a los pasajeros, y es la causa de muchos dolores de cabeza para el gobierno de Honduras, y va a ser difícil, o casi imposible que el Estado pueda intervenir en este rubro para poder poner orden, porque actualmente se ha convertido en una mafia con poderes tremendo.
¿Qué ocurriría si el transporte público fuera verdaderamente público? Lo administraría el gobierno a través de las municipalidades, y se terminaría la extorsión, el mal servicio, la pelea en ruta, el control de las maras, los narcos u otras mafias que causan inseguridad ciudadana. Los estudiantes y personas de la tercera edad tendrán un descuento, principalmente en época de estudio. Cuando el servicio público es eficiente, el uso de vehículos particulares disminuye, y de esta forma descongestionaríamos una ciudad que tiene más vehículos circulando, que calles disponibles, lo cual conducir en Tegucigalpa se convierte en una agonía que le sube la presión y el estrés a cualquier conductor.