Carlos G. Cálix
La economía hondureña mantiene su senda de estancamiento. Si bien es cierto que algunos indicadores han tenido un comportamiento ligeramente mejor del esperado, la percepción de la ciudadanía respecto a la economía dista mucho del reporte de las instituciones del gobierno, especialmente por la inflación real, el aumento de la deuda pública y la transmisión de la política monetaria con la presión artificial sobre los precios vía gasto público.
Junto a dicho estancamiento, la inflación no cede. Aunque el dato de agosto publicado por el Banco Central de Honduras deja la tasa interanual de inflación general de bienes y servicios en el 4,99%, nadie puede ocultar que los precios siguen creciendo, específicamente en los alimentos.
La inflación está haciendo mucho daño y en el gobierno lo saben. Ahora bien, como siempre sucede, les importa poco o nada. Indudablemente, los más pobres y la clase media son los más afectados, porque son los que destinan más porcentaje de sus ingresos al consumo, prácticamente el 100%, soportando un mayor porcentaje de incremento de impuestos sobre sus ingresos brutos derivado de la inflación.
Adicionalmente, la inflación subyacente empobrece mucho a dichas personas y menoscaba el consumo del conjunto de la población, así como la capacidad de ahorro, esencial para poder canalizarla hacia la inversión. Por tanto, sigue existiendo cierta probabilidad de que podamos adentrarnos en un escenario de estanflación, aunque se mantiene un “crecimiento” algo superior por mero efecto estadístico.
Para combatir la elevada inflación real, el BCH está promoviendo la subida de los tipos de interés, aunque oficialmente no lo quieran reconocer, provocando un impacto más negativo que el esperado, y que, realmente, debería aplicarse con una reducción de la cantidad de dinero, aunque hay indicios de hacer todo lo contrario.
De hecho, con la intensidad actual de la subida en las tasas de interés, las familias han de destinar un porcentaje muy superior de sus ingresos al pago de las hipotecas variables y las empresas tendrá dificultades de financiación. En el sector público, aunque la deuda valdrá menos, el costo de sus intereses supondrá un esfuerzo superior en el corto plazo, incrementando el endeudamiento. Esto será inevitable al termino de este año y durante el próximo. Lo que demostrará una vez más, la incapacidad gubernamental para manejar eficientemente la economía hondureña.
Hasta hace unos meses (julio 2024), el comportamiento relativamente positivo de actividades económicas en Honduras era lideradas por la intermediación financiera (+14.1%), seguida por electricidad y agua (9.1%), construcción (8.3%) y comercio (5.7%). Sin embargo, la industria manufacturera y sector agrícola desaceleraron su actividad en – 1.7% y -1.3% respectivamente. Un aspecto que se incrementará en diciembre de 2024 luego del paso de la tormenta tropical Sara. Sin dejar de lado que, seguimos apostándole erradamente a rubros que no generan mayor impacto. De hecho, usando datos para el periodo 1963-2023, los resultados evidencian una contribución negativa del sector primario al crecimiento económico hondureño.
Además de esto, tampoco se debe olvidar que, la caída en la demanda de crédito desde agosto de 2023 podría estar vinculada a un entorno de incertidumbre económica y política, así como expectativas negativas por parte de los sectores productivos. Este comportamiento sugiere que los productores están reduciendo sus inversiones, limitando la expansión de proyectos y frenando la adquisición de bienes de capital, tal como lo ha reportado el Consejo Hondureño de la Empresa Privada en su boletín económico de septiembre de 2024. Sin dejar de lado la terrible crisis de empleo.
En síntesis, el mapa político de Honduras registra una extensión territorial de 112,492 km², el mapa económico refleja una terrible crisis que sólo puede ser superada si comenzamos a colocar gente idónea en el Banco Central, en el Ministerio de Finanzas, en el Colegio de Economistas de Honduras e incluso en las universidades, dado que, la economía académica está siendo aún más corrompida por la política de la izquierda dura.
En tal sentido, mi llamado para superar la crisis coincide con el de William L. Anderson del Instituto Mises, quien considera que se debe contrarrestar la economía keynesiana y sus consecuencias, junto con el ascenso de economistas progresistas como Paul Krugman y Thomas Piketty, que han causado un daño incalculable. Autores que le dicen a la gente que el poder bruto del Estado es la clave del éxito de la economía, haciendo que los políticos pongan ansiosamente en práctica esas teorías.
Por tal motivo, ocupamos un grupo talentoso de economistas, administradores y políticos que logren la prosperidad basados en el poder del mercado. Por ello, por la promoción de la economía austriaca en Honduras y por los múltiples caminos hacia la libertad, nos vemos el futuro cercano.
[email protected] Carlos G. Cálix es doctor en ciencias y director general de MacroDato. Posdoctorado IIESS-CONICET.