Lorenza Durón
En Honduras, actualmente operan al menos 30 organizaciones humanitarias que prestan asistencia en salud, seguridad alimentaria, derechos humanos, educación y respuesta en emergencias, entre otros. Agrupadas en la Red Humanitaria de Honduras en colaboración con el gobierno y entidades internacionales como las Naciones Unidas, en enero lanzaron 94 proyectos* para atender las necesidades de aproximadamente 1.3 millones de hondureños vulnerables. La tormenta tropical que inunda y destruye lo más precario del país hace que reevaluemos la presencia de nuestros amigos cooperantes. En vela, preocupados, procurando recursos (comenzando con la donación de L500,000 de USAID para kits de higiene), coordinando la óptima distribución de ayudas, ojalá evitando la falta de transparencia que aprovechan los seres vacíos, y en términos oenegeístas: dejando capacidades instaladas con enfoques de triple nexo y estrategias de resiliencia.
En la fundación de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial, los grandes hombres de la generación silenciosa decidieron establecer un foro de fomento al diálogo y la cooperación para la paz. Su visión fue crucial en el tejido social y económico del siglo 20, construyendo las bases para el crecimiento que aprovecharían los que nacieron en ese entonces: los baby boomers. Ellos vieron un mundo occidental en auge, les fue asignado el dorado paradigma de prosperidad y desarrollo socioeconómico post Nuremberg: el concierto de las naciones suponía garantizar que el mundo no dé la espalda a los que sufren las atrocidades de la tiranía y la guerra. La generación de los boomers supo ganarse la vida con su trabajo, una carrera lineal y alejada de la política como sostén de sus emprendimientos económicos. Los gobiernos tenían propósitos claros, liberadores de la moralidad “opresiva impuesta por las instituciones religiosas y académicas”. Construyeron sistemas de información que proponen nuevos valores basados en la unipolar ciencia y estructura política. Fueron unos magníficos gerentes de este régimen de ingeniería social.
Criaron a la generación X:** resiliente, cínica, escéptica de la máquina insolente del consenso mundial y el fin de la historia. Cumplidos los 50, poseen claridad mental ante la farsa de la intervención política. Están hastiados por la degeneración moral y la corrupción de las instituciones. Han tolerado el catastrofismo*** que justifica gastos en foros, conferencias, viáticos, salarios de burócratas y gerentes. Estos expertos en la gestión del cambio – porque les ha tocado adaptarse a tanto – también están llenando espacios que los boomers se habían negado a ceder. Con el inexorable relevo queda el optimismo de los boomers, pero despojado de idealismo, un espíritu que ni la generación X, por su cinismo, ni los milenials, por su insoportable y perenne cargo de conciencia por la percibida injusticia social, han sabido valorar.
Si cada generación se corresponde con la subsiguiente, las organizaciones sociopolíticas están prestas a detener ese descenso entrópico devenido de la complacencia boomer y la frustración millenial que las han cooptado. Sopla un viento del cambio, la generación X (con los milenials más mayorcitos) debe retomar el espíritu propositivo con que se fundó las Naciones Unidas, sin drama, con el silencioso sentido del deber y la impronta de energía realista de la generación que comienza a ocupar los honrosos cargos. Estaríamos renovando una esperanza más significativa que la generosa y consoladora asistencia, que se agradece de corazón en tiempos de catástrofe, pero que se previene con ingeniería civil y no social.
* https://honduras.un.org/es/258699-13-millones-de-vidas-1-plan-para-su-asistencia-humanitaria presupuesto requerido de $203.2 millones
**hijos de los búmers que nacieron entre 1965 y 1980
***La extinción de los osos polares, el coral, las especies, la capa de ozono y el petróleo, así como otros males sobredimensionados: la lluvia ácida, los rusos, la covid19, la sobrepoblación, la discriminación y la “salud reproductiva”.