Rodolfo Dumas
Uno de los nombramientos más interesantes del presidente electo Donald Trump es el de Elon Musk y Vivek Ramaswamy para liderar el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE, por sus siglas en inglés). El objetivo es claro: desmontar la maraña burocrática, reducir regulaciones excesivas y optimizar el gasto público. Aunque esta propuesta no está exenta de polémica, es una iniciativa que, al analizarla desde nuestra realidad, podría ser pertinente para Honduras.
La burocracia hondureña, con sus trámites interminables y redundantes, representa un desafío estructural para el desarrollo económico y el clima de negocios. Desde permisos ambientales que tardan años en resolverse hasta procesos administrativos que disuaden a inversionistas extranjeros, el aparato gubernamental se ha convertido en una barrera que frena tanto la competitividad como el emprendimiento. La desmedida discrecionalidad de la que gozan algunos funcionarios también es campo fértil para la corrupción.
El modelo del DOGE, según lo planteado, apunta a reducir costos mediante la reestructuración de agencias gubernamentales para eliminar dependencias redundantes, la digitalización de procesos que automatice servicios y simplifique trámites, la renegociación de contratos públicos para evitar sobrecostos en áreas como infraestructura y tecnología, y la optimización del gasto energético en edificios gubernamentales. Honduras podría adoptar esta filosofía, no para imponer recortes indiscriminados, sino para diseñar un gobierno que facilite en lugar de obstaculizar las inversiones. La digitalización y la transparencia, combinadas con una revisión integral del gasto público, permitirían redirigir recursos hacia áreas estratégicas, incluyendo infraestructura productiva.
Imaginemos, por ejemplo, una Secretaría de Desarrollo Económico que, en lugar de duplicar esfuerzos con otras entidades, centralice la emisión de permisos de operación, logrando que emprendedores y empresas reciban respuestas en días en lugar de meses. O una Secretaría de Energía que funcione bajo un modelo de eficiencia, eliminando sobregiros y centralizando el monitoreo del gasto eléctrico. Estas no son ideas utópicas, sino soluciones aplicadas en países que han priorizado la modernización del Estado.
La implementación de una oficina similar en nuestro país requeriría un análisis sobre las duplicidades existentes en las instituciones gubernamentales, sobre todo cuando existen algunas que podrían cerrarse hoy y ni cuenta nos daríamos. La digitalización, la transparencia y la simplificación de procesos son herramientas al alcance de Honduras, pero que aún no se aprovechan plenamente. ¿Por qué tanta resistencia a crear un portal único que contenga la información de usuarios y que permita el acceso a todas las instituciones del Estado? Esto no solo es viable, sino que ya está siendo implementado en otros países exitosamente.
Además, el enfoque en eficiencia no solo impactaría al sector privado. Un gobierno más ágil y menos costoso permitiría redirigir recursos hacia áreas críticas como la educación, la seguridad y la salud, pilares indispensables para un desarrollo sostenible. El beneficio para el ciudadano sería incalculable, especialmente si se eliminan una cantidad de requisitos absurdos e innecesarios que obligan al interesado a incurrir en gastos injustificados pero recurrentes.
Sin embargo, replicar un modelo como el DOGE exige voluntad política y compromiso con el cambio. ¿Estarían nuestras autoridades dispuestas a ceder espacios de poder a favor de un Estado más funcional? ¿Abandonar el clientelismo político a favor de mayor agilidad administrativa? La resistencia al cambio será inevitable, pero el costo de no actuar es aún mayor: más pobreza, más desigualdad y menos oportunidades para nuestros ciudadanos.
En un contexto global donde los países compiten intensamente por atraer inversiones impulsadas por el nearshoring, Honduras debe atreverse a mirar hacia ejemplos audaces y replantear sus paradigmas tradicionales. La idea de un “Departamento de Eficiencia Gubernamental” puede parecer idealista, pero precisamente ese tipo de idealismo pragmático es lo que necesitamos para romper el círculo vicioso de la inercia burocrática.
Mientras Trump y su administración buscan revolucionar la administración pública en Estados Unidos, Honduras debe enfocar el debate en cómo construir un gobierno más eficiente, menos costoso y verdaderamente alineado con las necesidades de su gente. La inspiración puede provenir de modelos que surgen más allá de nuestras fronteras, pero lo esencial es convertir las ideas en acciones concretas.
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