El futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto a prueba la lealtad de los senadores republicanos al proponer para su gabinete a figuras controvertidas como el antivacunas Robert F. Kennedy Jr. para Secretario de Salud y el congresista Matt Gaetz como fiscal general.
Trump ha colocado a sus senadores en una posición incómoda: de ellos depende confirmar a sus nominados para que asuman el cargo, pero si se niegan, el expresidente podría arremeter contra ellos y movilizar a la base del partido en su contra, costándoles incluso sus escaños, como ya hizo antes.
El magnate valora la lealtad por encima de todo y, en este segundo mandato, no quiere repetir los problemas que enfrentó en el primero (2017-2021), cuando dedicó enormes esfuerzos a lograr que sus nominados fueran aprobados en el Senado.
Esta vez Trump considera que cuenta con un mandato especial del pueblo estadounidense para sacar adelante su agenda: además de garantizar una mayoría republicana en ambas cámaras del Congreso, no solo ganó el voto del Colegio Electoral, sino también el popular, algo que no logró en 2016.
“Siempre es bonito ganar”, afirmó esta semana en Washington ante miembros republicanos de la Cámara de Representantes, a quienes urgió a mantenerse firmes a su lado.
Las primeras señales indican que tanto el Senado como la Cámara Baja parecen dispuestos a respaldarle, al menos públicamente.